Panamá
Paciencia, siempre paciencia
- Monseñor Rómulo Emiliani/ [email protected]
Paciencia, ya que todo sigue un proceso, sino mira la naturaleza, desde la creación del mundo, hasta ahora.

Paciencia, ya que todo sigue un proceso, sino mira la naturaleza, desde la creación del mundo, hasta ahora. Todo empezó con una explosión misteriosa de la nada, y todo creado por Dios y han sido necesarios 14 mil millones de años para tener lo que tenemos, y el universo todavía se sigue extendiendo, y son miles de millones de galaxias, y el proceso de evolución sigue imparable pero sin prisas.
Todo sigue un proceso. Y en la tierra, desde que la vida se fue organizando de manera más compleja, hace tres mil millones de años, hasta hoy, con toda la variedad de minerales, flora, fauna y el ser humano como cúspide de la creación, hay un elemento curioso e impecable: la paciencia.
Todo sigue un proceso, no se saltan etapas, no se eximen pasos, todo está regulado, desde Dios e intrínsecamente desde cada átomo que forma un organismo. Ponemos el ejemplo más sencillo: la oruga que se convierte en mariposa.
Es evidente que está impreso en ese hermoso ser viviente el llegar a convertirse en mariposa de diferentes colores y tamaños. Y lo vemos en las colmenas mientras las abejas hacen su miel.
Y en el ser humano, cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide y empieza el proceso de la formación del feto en el vientre de una madre. Todo sigue un proceso y la paciencia está latente en todo el camino. No se pueden quemar etapas. No se pueden saltar escalones.
Pues así en nuestra vida, tanto en el desarrollo de nuestro cuerpo, como en la mente, con todo su entramado de pensamientos, emociones, sentimientos, que llamamos alma. Este ser viviente, el ser humano, comienza como un bebé en extremo vulnerable y dependiente de sus padres y de su entorno.
Y poco a poco, va creciendo en todos los aspectos. Y con una buena formación en virtudes y en los conocimientos de las ciencias y de las artes, como en el aspecto espiritual, el ser humano se convierte en una persona cada vez más plena.
No nos saltemos etapas, no cojamos por el atajo, no evadamos procesos de desarrollo, no hagamos trampas, no nos desesperemos, no queramos el triunfo sin pasar por el esfuerzo, el sacrificio, el asumir el dolor inherente al trabajo incansable, la perseverancia y el aguante. No hay domingo de resurrección sin viernes santo.
No hay triunfo en esta vida, ni tampoco en cuanto alcanzar la eterna, sin pasar por el molino donde seremos triturados, para entonces el trigo transformarse en harina que por el fuego del horno se convertirá en pan. El respeto a las leyes divinas, humanas y naturales es muy necesario.
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