opinion
Pelota, bolita y bolas
Irene Casado Sánchez - Publicado:
En verdad que los panameños tenemos características muy especiales.Entre ellas están sus dos diversiones más clásicas y populares como lo son el juego de pelota y el de la bolita.A ellas hay que agregarle otra amenidad no menos esférica: la bola.Y pido que no se tome esta aseveración como un simple chiste o artificio de vocablo, porque en esa trilogía de redondeces, que no son por cierto las únicas a que es aficionado el panameño, se descubra un pequeño esquema de nuestra patología colectiva.La pelota, la bolita y la bola han sido tres formas clásicas de aspiración, de pequeña esperanza, en que consume nuestro pueblo su tedio y su impaciencia.Probablemente el deporte no haya logrado ser todavía la inversión sana de vitalidad que todos queremos, sino más bien una manera de disipar la fatiga de una vida demasiado insabora, escasa como ninguna en oportunidades de expansión de la voluntad.En la bolita los panameños vemos una marcada impaciencia contra el destino económico, no porque seamos chingueros por naturaleza, sino porque probablemente no hemos encontrado nunca ese amplio repertorio de posibilidades de mejora personal que se le ofrece al pueblo en otros países.Sin duda alguna, ha sido la "bola" la forma de diversión que más auge está teniendo últimamente.La "bola", que a mi entender no es más que un infundio alarmista, con seguridad sí ha sido una especie de desahogo personal que se ha venido cultivando por lo menos desde el inicio de la república, punto de arranque de la unanimidad popular contra cualquier estado político.Ello se explica.El pueblo tiene sus esperanzas recónditas que las noticias le van entreteniendo de día en día.Algunas personas dicen que las noticias mueven al pueblo a la sedición, aunque muchos otros aceptan que sí excita pero a la vez desahoga la propia excitación que promueve.Y agregan que cuando se lee que alguna autoridad ha hecho una barbaridad, la indignación que el hecho causa se calma un poco con la misma publicidad que ha tenido.Pero si se secuestra la publicidad de un hecho denigrante y sólo llega a nosotros envuelto en la clandestinidad de una confidencia, ello crea una irritación tal que, al no tener desahogo inmediato, desarrolla entonces un rencor e inmediatamente apetecemos la venganza.Entonces el pueblo encuentra esa venganza no sólo en la repetición a otros del hecho secreto, sino al agregarle un aliño premeditado de manera truculenta y de invenciones tales que, casi sin que nosotros mismos lo advirtamos, ya tienen la categoría de "bolas".Las "bolas" se consideran como válvulas de escape a la impaciencia popular y contribución a un estado de ánimo reivindicador.Probablemente son mentiras de que se vale el pueblo para incitarse y estimularse mútuamente a restablecer el imperio de la justicia y de la verdad.Con las "bolas" nos embriagamos porque llegamos a convencernos de la veracidad de nuestra propia invención, y si la transmitimos con tanto deleite es porque nos asiste en el fondo aquél sentimiento de que estamos haciendo un acto de justicia y de que, si no es verdad lo que decimos, debiera serlo.