Panamá
¿POR QUÉ HAY QUE SENTIR DOLOR POR LOS PECADOS?
Y no podemos negar que somos parte de esta humanidad y todos hemos contribuido al desastre de un mundo donde todo está al revés de como Dios lo dispuso al principio de la creación.
- Monseñor Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 05/3/2022 - 12:00 am
Aclaro que una cosa es tener un sano sentimiento de culpa y otra es experimentar un crudo y torturante complejo de culpa. Como seres humanos cometemos errores, hacemos cosas mal hechas, dejamos de hacer lo bueno, y terminamos a veces hundidos en la maldad. No hay que ser que muy observantes de la realidad para darnos cuenta de que la historia de la humanidad es un reguero de sangre, y que estamos rodeados de injusticias, desgracias como el hambre y la corrupción, sufrimientos terribles como el maltrato infantil o la marginación y exclusión de millones de personas de los bienes de la creación. El mal se ha enseñoreado de la humanidad y hemos caído en idolatrías como la adoración del dinero, del poder, la fama, el propio ego, que siempre al final es despojar a Dios de su trono para que lo ocupen dioses falsos.
Y no podemos negar que somos parte de esta humanidad y todos hemos contribuido al desastre de un mundo donde todo está al revés de como Dios lo dispuso al principio de la creación. Y si repasamos nuestra vida hay mucho pecado de omisión, que consiste en dejar de hacer lo bueno en el momento en que debíamos haberlo hecho, y por lo tanto hay grandes vacíos de bien no hecho que nadie llenará. Y también hemos dejado heridas por nuestros golpes en otros y en nosotros mismos. Muchas no han cerrado. Por eso un examen de conciencia sincero me permite ver lo que soy, lo que hecho y lo que no. Y me hace tomar en cuenta del mal que hecho. Y eso es bueno, es sano, es necesario. Y debe llevarme a sentir dolor por eso, a arrepentirme del mal que hecho y buscar cambiar. El pedir perdón del mal hecho a Dios y a los que hemos ofendido es siempre necesario para sentirnos mejor.
Pero lo que es enfermizo, dañino y destructivo es cultivar un complejo de culpa, en el que me veo como un monstruo, como un ser que no tiene remedio, y cuyos pecados no pueden ser perdonados. Y por eso me castigo, me torturo día y noche, y lentamente me voy aniquilando. Me convierto en el acusador y juez implacable de mí mismo, y por lo tanto en mi peor enemigo. Eso no lo quiere Dios. El Señor es el Dios de la misericordia infinita y todo pecado siempre que uno se arrepienta y pida perdón será por El perdonado. Y si Él me perdona, yo también debo hacerlo conmigo mismo. Ese es el camino. Una cosa es un sano y necesario sentimiento de culpa, otra es el complejo de culpa, que es obra de Satanás en uno.
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