¿Por qué no perdonas?
¿Por qué no perdonas?
¿Por qué no perdonas y pasas página? ¿Por qué llevar a cuestas ese saco tan pesado donde pasas cuenta de todo lo que te han hecho desde que te acuerdas? Pareces un caminante de muchas leguas con la espalda encorvada y el paso lento porque cargas fardo grande de historias negras, que destilan lágrimas y lamentos necios, dolores de heridas abiertas, sangre que tiñe la camisa de rojo grana, que parece el mapa de tierras desoladas por terremotos emocionales que destruyen todo. El no olvidar y desear el pago de toda injuria, no el ojo por ojo, sino el que quede ciego y manco, que no vuelva a ver el sol ninguno de sus días, que se arruine su existencia, que no se vea más su presencia, que se pudra su carne y se vuelva cadáver ambulante. Que nadie jamás se acuerde de él. Eres en el fondo un asesino en potencia, un ser peligroso y amargado, un aliado con las tinieblas que te sedujo y te convirtió en un sicario que con la daga en la mano, cuando puedes asestas un golpe siniestro que degüella al que te hizo mal en el camino de la vida.
¡Pues no! Perdona y olvida, sácate del alma ese veneno, que al final a quien intoxica y mata, es al que lo produce, a ti mismo. Perdona y olvida. Sujétate a la ley del amor del Dios que te amó primero, que te hizo de la nada a su propia imagen, y que quiere que así como Él es misericordioso y nos perdona aún los pecados más terribles, también perdones tú y te liberes de esa carga inútil y molesta, que te encorva y hace tu paso lento e incierto. Perdona y olvida, camina ligero sin ese peso muerto que te impide alcanzar tus metas, sobre todo la de estar más cerca del Dios que te amó primero, el que es Misericordioso y bueno, santo y paciente, el que es puro y eterno amor verdadero. Perdona y olvida como hace nuestro Dios compasivo, que en la misma cruz como Verbo Encarnado clamaba al Padre perdonara a sus asesinos porque no sabían lo que hacían.
Hay mucho camino que recorrer ligero de equipaje, sin nada que te añada un peso incómodo e innecesario, totalmente absurdo que te hace malo y amargado, cuando naciste para amar y ser amado, haciendo de tu vida un faro de luz, un bálsamo que calma los dolores del hermano, un agua viva que sacia la sed del próximo necesitado, imitando al Cristo amado, al Señor Jesús del camino. Perdona y olvida.