Por una Francia libre
Publicado 2002/05/03 23:00:00
- EE.UU.
Francia es el icono ejemplar del modelo republicano y parlamentario. Grandes hombres que lucharon por la libertad humana, por el rescate de los valores democráticos, por la igualdad de las clases sociales, fueron franceses. La tricolor gala, ondeando un 14 de julio en el Arco del Triunfo, es símbolo de respeto a la institucionalidad del Estado y la honra a las luchas que modernizaron a la humanidad desde 1789, fecha magnánima de la gran revolución que destronó a la monarquía autoritaria.
Aquel día que veíamos TV5 de Francia, cuando conocimos "la victoria" del ultraderechista Jean Marie Le Pen frente al candidato socialista Lionel Jospín, fue doloroso para muchos aceptar esa cruel realidad. Sí, claro, no ganó las elecciones presidenciales del todo, pues de seguro perderá frente a Jacques Chirac este domingo, pero es necesario analizar el por qué del repunte de la ultraderecha fascista en Europa, ahora que el mundo está totalmente globalizado y la integración del Viejo Mundo camina a pasos acelerados.
Según la BBC, el elector típico que votó por Le Pen es hombre, de edad avanzada, tiene escasa educación, es comerciante, obrero o desocupado y sus ingresos son inferiores a 1.500 euros por mes (unos US$1.200). Ese retrato-robot surge de dos encuestas realizadas por los institutos Louis Harris e Ipsos después de la primera vuelta de la elección presidencial francesa. Sobre los 4.804.713 de sufragios que reunió el candidato del Frente Nacional (FN), el 60% provino del sexo masculino. Ese sector de la población, que cree haber sido abandonado por los socialistas franceses, se considera excluido de la distribución de riquezas, del consumo y de Internet. Se trata de un elector que no reacciona frente a argumentos racionales, sino que está en busca de una representación simbólica.
Dice Stephane Wahnich, especialista en estudios y sondeos, que lo más sorprendente para algunos analistas es que entre los electores de Le Pen había un tercio de jóvenes de 19 a 34 años. Analizado por categoría socio-profesional, su electorado se concentra en los segmentos más desfavorecidos de la sociedad: 38% de los desocupados se pronunció por Le Pen. También es fuerte la proporción de obreros (30%), agricultores (20%) y artesanos (19%) que votó por la extrema derecha.
El repunte de la ultraderecha es evidente no sólo en Francia, sino también en Inglaterra, Alemania, Italia, España y varios países escandinavos. Esto se debe a que el desempleo rampante, el fracaso de los programas educativos, la inmigración constante de profesionales extranjeros hacia Europa, además del aumento de la delincuencia, se han convertido en puntos atractivos para que un político demagogo, con ansias de figurar en la historia, obtenga simpatías en un masivo electorado de gente frustrada con el sistema imperante en el Viejo Mundo. Es verdad, aunque usted no lo crea, la Francia que generó a Víctor Hugo, a Charles De Gaulle, a Napoleón Bonaparte o a Luis XIV (el Rey Sol), ahora está procreando una clase media baja desesperada, desconfiada en los políticos de turno galos. Esos jóvenes desanimados creerán en los discursos de políticos extremistas que pretenden dizque rescatar los valores patrióticos franceses a costa de marginar a los inmigrantes (quizás hasta expulsarlos).
¿Qué ganaría Francia si sale de la Unión Europea o que deje de usarse el EURO, algo que Jean Marie Le Pen promueve a viva voz? Simplemente, sería el final de esta poderosa nación. Jamás el mundo perdonaría a los franceses si dejan ganar al representante del fascismo y que éste llegue al Palacio del Eliseo (la presidencia). Ojalá, la prevista victoria de Jacques Chirac (y nos reservamos el derecho a equivocarnos por cualquiera sorpresa), merezca un estudio serio por parte de la sociedad francesa sobre los bruscos cambios que vive este país. Chirac ha sido un buen gobernante, pero debe atender más a su pueblo. Como líder conservador debe ser más realista al aplicar planes de gobierno. Finalmente, aquí vale la pena felicitar a esos movimientos juveniles que han rechazado con fuerza, en las calles de París, Marsella, Burdeos y Tolousse, al radicalismo de Jean Marie Le Pen. Tal como decían las pancartas que llevaban los adolescentes y jóvenes adultos franceses: "No al fascismo, viva Francia, viva la libertad".
Aquel día que veíamos TV5 de Francia, cuando conocimos "la victoria" del ultraderechista Jean Marie Le Pen frente al candidato socialista Lionel Jospín, fue doloroso para muchos aceptar esa cruel realidad. Sí, claro, no ganó las elecciones presidenciales del todo, pues de seguro perderá frente a Jacques Chirac este domingo, pero es necesario analizar el por qué del repunte de la ultraderecha fascista en Europa, ahora que el mundo está totalmente globalizado y la integración del Viejo Mundo camina a pasos acelerados.
Según la BBC, el elector típico que votó por Le Pen es hombre, de edad avanzada, tiene escasa educación, es comerciante, obrero o desocupado y sus ingresos son inferiores a 1.500 euros por mes (unos US$1.200). Ese retrato-robot surge de dos encuestas realizadas por los institutos Louis Harris e Ipsos después de la primera vuelta de la elección presidencial francesa. Sobre los 4.804.713 de sufragios que reunió el candidato del Frente Nacional (FN), el 60% provino del sexo masculino. Ese sector de la población, que cree haber sido abandonado por los socialistas franceses, se considera excluido de la distribución de riquezas, del consumo y de Internet. Se trata de un elector que no reacciona frente a argumentos racionales, sino que está en busca de una representación simbólica.
Dice Stephane Wahnich, especialista en estudios y sondeos, que lo más sorprendente para algunos analistas es que entre los electores de Le Pen había un tercio de jóvenes de 19 a 34 años. Analizado por categoría socio-profesional, su electorado se concentra en los segmentos más desfavorecidos de la sociedad: 38% de los desocupados se pronunció por Le Pen. También es fuerte la proporción de obreros (30%), agricultores (20%) y artesanos (19%) que votó por la extrema derecha.
El repunte de la ultraderecha es evidente no sólo en Francia, sino también en Inglaterra, Alemania, Italia, España y varios países escandinavos. Esto se debe a que el desempleo rampante, el fracaso de los programas educativos, la inmigración constante de profesionales extranjeros hacia Europa, además del aumento de la delincuencia, se han convertido en puntos atractivos para que un político demagogo, con ansias de figurar en la historia, obtenga simpatías en un masivo electorado de gente frustrada con el sistema imperante en el Viejo Mundo. Es verdad, aunque usted no lo crea, la Francia que generó a Víctor Hugo, a Charles De Gaulle, a Napoleón Bonaparte o a Luis XIV (el Rey Sol), ahora está procreando una clase media baja desesperada, desconfiada en los políticos de turno galos. Esos jóvenes desanimados creerán en los discursos de políticos extremistas que pretenden dizque rescatar los valores patrióticos franceses a costa de marginar a los inmigrantes (quizás hasta expulsarlos).
¿Qué ganaría Francia si sale de la Unión Europea o que deje de usarse el EURO, algo que Jean Marie Le Pen promueve a viva voz? Simplemente, sería el final de esta poderosa nación. Jamás el mundo perdonaría a los franceses si dejan ganar al representante del fascismo y que éste llegue al Palacio del Eliseo (la presidencia). Ojalá, la prevista victoria de Jacques Chirac (y nos reservamos el derecho a equivocarnos por cualquiera sorpresa), merezca un estudio serio por parte de la sociedad francesa sobre los bruscos cambios que vive este país. Chirac ha sido un buen gobernante, pero debe atender más a su pueblo. Como líder conservador debe ser más realista al aplicar planes de gobierno. Finalmente, aquí vale la pena felicitar a esos movimientos juveniles que han rechazado con fuerza, en las calles de París, Marsella, Burdeos y Tolousse, al radicalismo de Jean Marie Le Pen. Tal como decían las pancartas que llevaban los adolescentes y jóvenes adultos franceses: "No al fascismo, viva Francia, viva la libertad".
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