Panamá
Sobre el trato cruel hacia los animales domésticos
Antes de aspirar a visitar la Luna, aprendamos como ciudadanos, como miembros de una nación, a dedicarnos a la reparación de estas falencias que nos caracterizan, que se han convertido en hábito inconsciente de lo que somos hoy como país.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 15/2/2022 - 12:00 am
La forma en que una cultura trata a sus animales domésticos parece ser termómetro de su madurez y de su aptitud marcada hacia el mejoramiento humano. Trump decía en una ocasión que la diferencia entre los países capitalistas y los comunistas era que en los primeros preferían pasear a sus mascotas y en los otros se las comían. Por supuesto que esa es una declaración extrema; pero lo cierto es que el grado de progreso del hombre, como individuo, se puede percibir también por esa forma en la que se conduce no solo en sociedad, sino también en el respeto que despliega hacia su entorno, hacia el universo mismo del que se comprende como parte y no como un dominador. Por allí comienza el tema; por el grado y el nivel de respeto que todo lo que nos rodea en el mundo se merece. No estamos, como seres humanos, en un pedestal que mira la creación con la intención de avasallarla. Esa forma de pensar ha arrastrado a la era actual hacia el precipicio mismo de extinción globalizada, en forma inminente.
Tal vez sería oportuno educar a los nuestros en ese respeto hacia la vida, sin importar la forma en que se manifieste; pero especialmente hacia los animales domésticos, que forman parte de la sociedad y que son compañeros del hombre. Aquellos que despliegan descargas de odio y de crueldad hacia los animales no pueden ser, anímicamente, buenos; son personas ignorantes, vacíos de todo espíritu de solidaridad y de toda luz de compasión; son individuos atestados de odio, que sacan su frustración acumulada con criaturas indefensas que no pueden levantar siquiera el dedo acusador. Muéstrenme un pequeño que se deleita en hacer daño hacia los animales y estaremos ante la presencia potencial de un delincuente adulto. Esa falta de empatía comienza primero a gestarse en el corazón vacío y luego se manifiesta en actos físicos de violencia, que primeramente se despliegan en criaturas indefensas y luego migran hacia los otros miembros de la sociedad mediante actos delictivos.
Todos, en alguna medida, somos cómplices de ese maltrato que actualmente se despliega, en forma colectiva, hacia los animales domésticos. Tener un perro en una casa sin contar con una cerca o permitiendo que deambule sin ningún control o restricción es ya una muestra de deformación colectiva en cuanto a la crianza de mascotas y es un signo de maltrato generalizado y aceptado hacia los animales. Ese tipo de conducta generalizada permite y fomenta la reproducción descontrolada de perros que no tienen dueño ni hogar y que, probablemente quedan condenados a una vida de miseria o a ser víctimas muy previsibles de las ruedas de algún automóvil. Quien no pueda tener bajo cuidado seguro un animal doméstico, simplemente no lo debe tener y punto. No se trata de un tema económico, sino de un tema de responsabilidad social. ¿Qué pensaran esos turistas que pasean por nuestro Panamá y ven, aquí y allá, a esas mascotas muertas siendo el festín ameno de gallotes, sin que como sociedad nos inmutemos? "Si así tratan a los que fueron miembros del hogar, ¿cómo me trataran a mí, que soy un perfecto extraño?"; no piensen que esa idea civilizada no se cruza por sus mentes con frecuencia.
Antes de aspirar a visitar la Luna, aprendamos como ciudadanos, como miembros de una nación, a dedicarnos a la reparación de estas falencias que nos caracterizan, que se han convertido en hábito inconsciente de lo que somos hoy como país. Luego de atender esos pequeños grandes males, podemos soñar con un mejor futuro de prosperidad para todos y por todos. Mientras tanto, seguiremos siendo como un individuo que viste ropas caras para cubrir un cuerpo enfermo.
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