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Una luz en la crisis rusa
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El segundo rechazo del bloque comunista de la Duma al nombramiento de Víctor Chernomyrdin como primer ministro, forzó al presidente Boris Yeltsin a permitir cierto grado de apertura de las puertas del poder a la remozada dirigencia comunista de la antigua Unión Soviética.Las reacciones preliminares de Occidente ante el nombramiento de Yevgueni Primakov como primer ministro de la otrora segunda potencia mundial, han sido de resignada satisfacción, abrumados como están sus mercados por causa del torbellino político y económico ruso.Previo a la designación e inmediata ratificación de Primakov, cuyo nombre había sido sugerido a Yeltsin por los comunistas mayoritarios de la Duma, éstos habían publicado un documento en el que exponían los basamentos de la formación de un gobierno de respaldo popular, que estaría bajo el control de las dos cámaras legislativas, a la que rendiría cuentas.Asimismo el documento adelantaba un boceto de plan económico que hablaba de garantizar a los ciudadanos el derecho al trabajo, a servicios médicos gratuitos, a la enseñanza, a subvencionar la agricultura, controlar los bancos privados e instaurar, o regresar al estatismo monopólico en la producción, la energía y otros rubros.En otras palabras, el regreso al Estado Beneficencia que llevó a la Unión Soviética al desastre.Obviamente, la propuesta comunista se daba en reacción al fracaso de lo que los rusos entienden como economía de mercado, con su secuela de devaluaciones monetarias, la hiperinflación, el desempleo masivo, la ineptitud de los nuevos cuadros de funcionarios estatales, con los consiguientes padecimientos del pueblo ruso, a consecuencia de un seudocapitalismo que en unas cosas más parecía el reflejo del gangsterismo de Chicago en los años veinte y en otros una nueva versión del Far West, pero en la que los malos liquidan a los buenos.De allí que abrumado por su carencia de opciones políticas y asediado por delicadas dolencias cardíacas, Yeltsin haya optado como sabia salida, por una opción transaccional, en la que un hombre forjado en la vieja guardia comunista, como lo es Primakov, pero a la vez fiel y valioso colaborador suyo como Ministro del Exterior, asumía el control del gobierno, con el compromiso de no alterar en esencia el rumbo capitalista emprendido por el país.En ese sentido, la toma de posesión del cargo por Primakov fue plena de simbolismo.Al contrario de sus predecesores, Chernomyrdin y Kirienko, que se hicieron acompañar por conocidos reformistas liberales, partidarios acérrimos de la economía del mercado, el nuevo primer ministro apareció flanqueado por los generales Sergueyev y Stepashin, ministros de Defensa y del Interior, respectivamente.En ese escenario, Primakov prometió no destruir el sistema financiero y crediticio, sino más bien reforzarlo; al tiempo que anticipó duras medidas económicas, pero "no contra el pueblo".Amanecerá y veremos.