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Por eso tu misión es sagrada, clave, especial, y para eso debes estar siempre puliéndote, superándote, creciendo, para realizar mejor tu trabajo en la tierra. No eres una piedrita en el camino que cualquiera patea y mueve donde quiera.
- Rómulo Emiliani (Monseñor)
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- - Actualizado: 04/6/2022 - 12:00 am

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Debes tomar conciencia de que no hay nadie como tú en el mundo. Nadie con tus características personales tanto a nivel mental, emocional, espiritual y físico. Y más aún, eres persona única, creada por Dios y nombrada desde la eternidad por El para ser su hijo, con una misión única, particular y original que cumplir: ser alabanza de su gloria, honrando su nombre, ocupando un puesto en la historia de la salvación. Tú eres una piedra tallada por la creatividad infinita de Dios, que es parte de ese castillo erigido por Él, que es la humanidad redimida gracias a la sangre de Cristo, y que si no cumples tu misión dejarás un boquete en la muralla protectora del mismo, por donde las tinieblas entraran a destruir lo hecho por Dios.
Por eso tu misión es sagrada, clave, especial, y para eso debes estar siempre puliéndote, superándote, creciendo, para realizar mejor tu trabajo en la tierra. No eres una piedrita en el camino que cualquiera patea y mueve donde quiera. Eres una piedra tallada, muy valiosa, como de mármol el más fino, extraída del corazón de Dios, pulida a su propia imagen y semejanza, con tus virtudes, cualidades, estilo de vida, visión de la realidad, comunión con el Señor, que tiene que aportar algo único, personal, original. No eres copia de nadie. No eres de segunda. No eres parte del decorado donde otros son protagonistas y tú un actor de tercera. Eres personaje importante, necesario para que el mundo progrese. Y como espíritu encarnado, no importa que seas zapatero o taxista, ingeniero o médico, en cualquier función humana, tu rol es único, valioso, necesario. Eres piedra tallada igual que todos. Y ninguna piedra vale más que la otra. Todas son necesarias. Por eso nunca te compares a nadie de manera negativa. No te acomplejes. No permitas que nada baje tu autoestima.
Ninguna profesión o condición humana puede afectar el enfoque teológico y espiritual de tu persona. La esencia tuya radica en el misterio divino, en la realidad de Dios. No te apartes de esa visión de ti mismo. Todo lo otro, lo que es lo terreno, afecta lo accesorio de tu esencia, pero no lo fundamental. Aunque quedes reducido a la mendicidad por condiciones adversas de la vida. O en una cama permanentemente por una enfermedad incurable. O preso en una cárcel por circunstancias negativas de la vida, sigues siendo hijo de Dios Padre, hermano de Cristo, templo del Espíritu Santo, miembro de la Iglesia, piedra viva en la construcción del Reino de Dios. Sigues siendo siempre el mismo. Porque así te creó el Señor.
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