variedades
Generación W.W.W.
Redacción - Publicado:
Escribía Borges, parodiando a Guillermo de Ockham, que los espejos y la paternidad son abominables, ya que multiplican los seres sin necesidad.¿Qué hubiera dicho de haber podido tener acceso -él que era ciego y como de otro siglo- a la World Wide Web ("la malla mundial"), esa red informática que origina la proyección geométrica de las entelequias ? Tal vez le hubiera recordado a su Libro de arena, en el que era imposible volver a encontrar la misma página, o a su Biblioteca de Babel, aquel laberinto, infinito en el que estaban recogidas todas las combinaciones de letras posibles.Lo más probable es que le hubiera parecido, como poco, innecesaria.Lo mismo puede parecernos a nosotros, pero, ¿quién es el guapo que, a estas alturas de la película puede resistirse a su triunfo ? Ni siquiera el propio Borges, que ya cuenta con su página en la Red.La cosa empezó en plena guerra fría : el Departamento de Defensa norteamericano creó en 1957 la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA), con el fin de establecer su superioridad en la investigación informática.Doce años después, los investigadores de la Agencia podían trabajar conjuntamente gracias a una red (network) que, a partir de 1983, desligada en parte de sus objetivos militares, empezó a ser conocida como Internet.Al año siguiente, 1984, William Gibson publicó una espantosa novela de ciencia ficción titulada Neuromante, en la que acuñó por primera vez el término ciberespacio.Curiosamente, la novela fue escrita a máquina, ya que Gibson, por entonces, de informática no sabía nada.Pero el éxito del término fue inmediato, sobreviviendo, por suerte, al del subgénero literario en el que apareció : el cyberpunk, hoy pasto de cine de serie B con muchos efectos (Johnny Mnemonic, Virtuosity).Pero la gran conmoción se concretó en 1989, cuando Tim Berners-Lee, físico británico y cristiano reformado practicamente, puso en marcha, en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), una red de comunicación que permitía a científicos de todo el mundo acceder a las informaciones que allí se generan.En muy poco tiempo, esa red interna, al alcance de unos pocos escogidos, sufrió una repentina hinchazón que, nueve años después, aún continúa creciendo, bajo el nombre de Internet y abierto a todo tipo de públicos : del más docto al más ignaro, del más inquieto al más tarambana, del más ocupado al más ocioso.Ha nacido la World Wide Web, WWW para los amigos, el único acrónimo cuya pronunciación "uve doble, uve doble, uve doble") es bastante más larga que la del nombre que reemplaza.Lo más divertido de todo este entramado, sobre el que se asienta ya sin ninguna duda la economía mundial, es que su creador nunca pensó en patentarlo ; en una época en que quienes dominan la informática (léase Bill Gates, presidente de Microsoft, el hombre más rico del mundo) no pierden ocasión de forrarse, todavía quedan espíritus puros.Por algo los fanáticos de la New Age combinación espiritualidad y microchips, meditación y fibra óptica, mantras y silicio.No por otra cosa, el inefable Arthur C.Clarke ha podido imaginar en una de sus últimas novelas al propio Gates fervientemente convertido al Islam y expendiéndolo gracias a su imperio informático.Pero la realidad es un poco más prosaica.Es muy probable que usted ya sea usuario de Internet, que esté acostumbrado a leer el periódico en pantalla en su lugar de trabajo y/o en su casa, que utilice con frecuencia el correo electrónico, que consulte bases de datos remotísimas con su ordenador o que ande a la caza semiclandestina de material clasificado X.A usted no tengo nada que contarle.Pero todavía es más probable que no sea así, que no tenga ningún tipo de contacto con los ordenadores y que tenga una idea de Internet a medias, entre los agobios de Sandra Bullock en la Red y un parque de atracciones a distancia al que es mejor no engancharse para evitar la adicción.Porque, dicen, Internet es como una droga y hasta hoy una clínica en Chicago especializada en curar la dependencia ciberespacial.No sufra : antes o después acabará asomándose a esta nueva ventana al mundo (virtual, claro), aunque sólo sea para consultar el horario de trenes, para enviar un mensaje a un pariente lejano o para reprocharle a su chaval -que se maneja con estas cosas- las tonterías en las que pierde la mayor parte de su tiempo."Internet puede crear adicción, igual que cualquier cosa", declara José Antonio Millán, novelista, ensayista y editor on line que acaba de terminar el diseño del Centro Virtual Cervantes para el Instituto del mismo nombre."Pero al final los usuarios se dirigen exactamente a lo que les interesa.En un primer contacto, es muy posible que se produzca un navegación compulsiva, que el nuevo usuario salte a una página a otra sin demasiado criterio.En el fondo es lógico : forma parte del aprendizaje".Dos meses se tiró quien esto escribe pinchando ansiosamente vínculos en busca de la página a la que decir, informático Fausto, "Detente página, eres tan bella".Tras el sarampión y el dominio relativo del aparato, la navegación fue sustituida por la rutina de las direccionales habituales.Bonito término éste de navegación, con un sentido más interestelar que marítimo.Otros hablan de "surfear", por aquello de la velocidad y el equilibrio.Nuevas aceptaciones para nuevos hábitos : por ejemplo, un vocablo tan agrio y desusado como "arroba" ha resucitado para designar esa "a" con cenefa , "arrobas", en inglés) indispensable en las direcciones de correo eléctrónico -e mail para los habituales-, artilugio tecnológico que ha recuperado para muchos la vieja costumbre de la correspondencia y produce amistades solidísimas entre individuos que nunca han tenido el más mínimo contacto físico.Esa ausencia de presencia provoca desconfianza en mucha gente, buena parte de la cual pasa horas enganchada al teléfono.Tal vez gracias a las videoconferencias -posibles con sólo incorporar un micrófono y una cámara al ordenador- las reticentes se diluyan un poco, sobre todo teniendo en cuenta que el gasto, aunque se hable con Singapur, equivale al de una llamada local.Y es que, pese a que hay quien sigue pensando que Internet es un mundo oscuro, habitado por piratas semirruborizados amigos del piercing y los tatuajes, cuya obsesión es la captación de tarjetas de crédito o el descubrimiento de los secretos nucleares de Kazajstán, se trata en realidad de un espacio amplísimo y ubicuo en el que, simplemente, se realizan operaciones que, hasta hace poco, requerían el desplazamiento físico."Cada vez hay más gente normal en Internet, a Dios gracias", comenta con ironía Mariló Ruiz de Elvira, responsable de la edición digital del periódico El País.Ruíz de Elvira no se interesó por el tema hasta que le fue encomendada su actual tarea y no cree que el uso de la Red influya en los comportamientos de los usuarios más allá "del lógico enorme ahorro de tiempo : haces tus operaciones bancarias sin salir de casa, compras lo que quieras en cualquier lugar del mundo, te pones en contacto con gente..." Eso sí: Internet es un reino más bien juvenil.El perfil del lector de El País Digital es notablemente más joven que el periódico convencional, como señala Ruiz de Elvira.¿Es de esperar que en un futuro, cuando todo el mundo esté pegado a la Red, cuando los críos que han crecido junto a la malla -lo que algunos ha denominado "la generación World Wide Web"- sean quienes tomen las decisiones se produzca una despersonalización de las relaciones y cada ciudadano sea una isla conectada al mundo por un cable de fibra óptica y hasta las relaciones sexuales sean puramente virtuales? "Lo dudo mucho -apunta José Antonio Millán-, yo soy miembro de Compuserve y desde el primer momento quedamos en hacer una cena anual, para conocernos, para intercambiar experiencias y conocimientos ya que tenemos todos mucho en común".Es cuestión de irse acostumbrando: utilizar Internet es un poco más difícil que andar en bicicleta, pero exige menos confianza.Termina siendo una rutina más cómoda que pasar el aspirador, hace perder muchísimo menos tiempo que la televisión y en ella se encuentran el futuro de la educación, las comunicaciones -a escala personal y a escala global- y las transacciones económicas (lo cual acabará probablemente con el papel moneda).Por toda la geografía mundialo, y España no es una excepción, se hagan extendido los cibercafés, una forma amable y absolutamente inocua de acercarse a la Red, de perderle miedo, como hubo que perder el miedo al ordenador hace unos pocos años.¿Es una revolución? No: al menos por ahora es solamente una manera nueva, más rápida y más cómoda de hacer lo de siempre.Los cambios, si los hay, se producirán el próxmo milenio y nadie sabe muy bien cómo serán.Tal vez, como apunta Nicholas Negroponte, una de las personas que más sasben del tema, "en unos años seamos todos cyborgs", organismos vivientes dotados de prótesis tecnológicos que suplan nuestras carencias y satisfagan nuestros caprichos.Si eso es así, lo que va a cambiar de manera radical son nuestros hábitos de ligue.NEGROPONTE: EL GURU DIGITAL Nicholas Negroponte, director del Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts y gran gurú de la sociedad informatizada a la vuelta de la esquina, se dejó caer por Madrid a finales del pasado año gracias a una conjunción perfecta de altísimas finanzas, tecnología punta y pedigrí cultural: la multinacional japonesa Fujitsu eligió al autor de El mundo digital -previo pago, dicen, de una caché digno de estrela de rock- para presentar su nueva, extraplana y -cómo no- revolucionaria pantalla de plasma, y además quiso que lo hiciera en el museo Thyssen-Bornemisza.Negroponte habló lo justo: una conferencia en la que expuso algunos de sus argumentos favoritos -esos que cada mes expone en su exitosa columna de la reviste Wired-, un breve turno de preguntas y respuestas y, como colofón, una charla más o menos distendida con representantes de los medios de comunicación.Afable, atento, cauto, diplomático, con un habla lenta y bien meditada y una mirada entrenada para la inexpresividad, este informátivo disléxico y visionario de origen griego volvió a remachar su fe en el futuro de las comunicaciones, los intercambios y las transaciones a través de Internet y su desconfianza en el futuro del papel."Uno de los más de cien proyectos del Media Lab es la fabricación del papel electrónico", comenta."El objetivo es poder imprimir el periódico en tu propia casa y, una vez leído, reutilizar ese papel para otras funciones.Otro proyecto es el libro electrónico y, otro más el papel raido, que sería como un panel de aeropuerto, en el que vas leyendo las noticias a medida que las frases corren por el papel".Negroponte tiene un sabor genuinamente americano.Sabe combinar la investigación -en su Laboratorio de Medios trabajan cuatrocientas personas-, el negocio -una de sus empresas es Virtual Vineyards, dedicada a la comercialización de vinos en la Red- y la filantropia a largo plazo.Esta última la ejerce, con socios tan prestigiosos como el ex presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, a través de su fundación to Be One (http://www.2b1.org),, "que pretende llevar a los niños de los países subdesarrollados hacia el mundo digital, utilizando los satélites para que Internet les llegue gratis.Hemos iniciado un proyecto piloto en Africa, Sudaméreica y el sudeste asiático.Más de doscientos millones de niños no van a la escuela primaria, y este podría ser el primer paso para solucionar este problema".Pesde a sus amores por Francia y la tierra de sus ancestros, Negroponte cree que "en Europa se habla mucho.Hay que dejar de hablar tanto y hacer más cosas.No digo que en los Estados Unidos las cosas sean mejores, pero nos concentramos más en la acción.Y de entrada, en Europa habría que bajar las tarifas telefónicas, que son muy "altas".Asegura, tal bez por cortesía, que la falta de respecto de los países mediterráneos por la autoridad, "es muy saludable y muy típica de Internet", por lo que nos augura un estupendo futuro en la Red, un futuro que, a corto plazo, se centrará en temas como "el dinero digital, la traducción automática de idiomas y los temas de jurisdicción.Si yo opero con mi banco desde las islas Caimán, el tema dependería del derecho internacional, que n o funciona muy bien, como puede verse, en asuntos de interés ecológico o derecho marítimo".Internet es, para Negroponte, la primera muestra efectiva de mundialización, y eso tendrá una influencia decisiva en nuestra manera de entender el mundo y la política."Cuando más nos metamos en ellos, más difícil resultará entender ciertos conceptos como el de nación-estado.Les ocurre a los adolescentes que han crecido enganchados a la Red.Por ejemplo, España es demasiado pequeña para ser mundial y demasiado grande para ser local.Vamos hacia un mundo en el que esa será la única distinción: lo que está al alcance de la mano y lo que no lo está".El mismo es un ejemplo de esa mundialización: su sede oficial (nicholas@media.mit.edu) se supone que se encuentra en Massachusetts, pero en realidad está en su ordenador port"til, con el que viaja "trescientos días al año, por lo que no existe un lugar geográfico preciso".Esta vida de aeropuerto en aeropuerto acerca sus problemas personales de conexión a los usuarios de a pie: "Yo también tengo problemas para conectar, por eso no navego más de dos horas a la semana: las conexiones que ofrecen los hoteles tienen un ancho de banda muy bajo".