La canción sagrada
El Himno Nacional, de eso hablo. El texto es un poema del poeta e ingeniero Jerónimo Ossa, del que no sabemos mayor cosa.
La canción sagrada
La burla a veces es una forma de autoflagelación. Nos burlamos de algo que nos puede pasar y damos las gracias porque no ocurra. Dios me libre… Ocurre cuando el otro se cae, no se sabe por qué uno se ríe… Como en el caso de la niña del himno malogrado, aquella noche, en que el gran Chemito Moreno cayera derrotado por las tarjetas y por los certeros puños de un dominicano cuyo nombre no guardaré.
Para los que puedan recordar, la misma historia ocurrió cuando el Loco Mosquera cayó a los pies de Valero. La tercera pelea Durán-Leonard, en que no se cantaron los himnos… Por alguna razón, cuando la canción sagrada no es protagonista, nuestro héroe cae.
El Himno Nacional, de eso hablo. El texto es un poema extraordinario del poeta e ingeniero civil Jerónimo Ossa, del que no sabemos mayor cosa. Nótese que se debe cantar tres veces el coro (principio, medio y fin) y cuatro estrofas, cuatro versos cada una (ocho en total), con tanto florilegio, ininteligible para quien no reflexione sobre el contenido y los significados del texto. El vocabulario correspondiente al romanticismo, donde militaba el poeta, mismo en el que prevalece el lenguaje figurado (pasional, emotivo, poético). Todo pudiera parecer ajeno a una generación modelo siglo XX con ínfulas de XXI, acosada por un lenguaje escaso, pedestre y, a la postre, adocenado por ese otro lenguaje tecnológico que nos ha ido empobreciendo las formas de comunicación, tanto verbales como escritas.
Dice Igor Cusack: La mayoría de los himnos nacionales son un recuerdo fosilizado de las ideologías y los eventos [del siglo XIX]. De esta forma, todo himno refleja la mirada hacia el pasado y el futuro. Como sea, el himno no deja de ser la canción sagrada, y como tal se debía enseñar en eso que se llama hogar y reforzarse en las escuelas. Los lunes se cantan sentimientos que en realidad no podemos sentir, porque no alcanzan un corazón que no sabe palpitar al son de ese sentimiento. Es una letra difícil frente a la sencillez de Patria de Rubencito. El texto es claro con todas sus luces y su conclusión básica.
Mientras tanto, nuestra canción sagrada es desdeñada por incomprensible. Si esa gota de heroicidad y fervor y entrega que expresa fuera comprendida en justeza, las proezas deportivas se multiplicarían; lo que se llama orgullo nacional sería superlativo. Mientras no tengamos ese nudo en el corazón y ese río contenido en la garganta, cuando se escucha o se canta, seguiremos nuestro camino de derrotados.
Que el bochorno de aquella noche del 26 de septiembre en Texas sea una oportunidad para justipreciar la canción sagrada.