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Santa María Magdalena, la mexicana mejor vestida
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TAL VEZ ninguna imagen religiosa en el mundo tenga un ajuar tan grande y vistoso como Santa María Magdalena, patrona del pueblo mexicano de Xico, que cuenta con una larga fila de lujosos atuendos que deslumbran la mirada.Son los fieles testigos de los milagros de Santa María Magdalena, quien tiene una larga lista de solicitudes de prodigios celestiales.Desde hace más de un siglo tiene en su guardarropa, más de 500 vistosos vestidos, señal de los milagros cumplidos y de la manda que deben efectuar sus fieles creyentes.Un vestido por cada milagroDurante los últimos 250 años, la patrona de este pueblo cafetalero asentado en la sierra del Estado mexicano de Veracruz, en el Golfo de México, a cambio de cumplir milagros "exige" un vestido para seguir con el ritual: cambiarse cada 15 días de atuendo.La polilla, la humedad y el descuido impidieron conservar todos sus "santos" vestidos, aunque aún se mantienen roídos algunos de los años 1888, 1890 y 1895, regalo de familias humildes de la época que le solicitaron un milagro.En este pueblo prehispánico, por donde pasó el conquistador español Hernán Cortés en agosto de 1519 en su camino hacia el centro de México, los milagros se cumplen, aunque para ello haya que esperar hasta un año.No es para menos si se toma en cuenta que existe una lista de "apartados" de milagros que mantendrán ocupada a la santa patrona hasta finales del 2005.Aquí, hasta los milagros deben hacer fila.Y es que la fe en Santa María Magdalena trasciende más allá de la comunidad.Al fondo del enorme galerón donde se exhiben los cientos de vestidos de la imagen milagrosa, permanece en silencio doña Florinda.Se ve acongojada y con la mano temblorosa toca uno de los atuendos milagrosos.Doña Florinda Colorado Cortés se sincera, suelta un suspiro y confiesa: "Vengo a pedirle un favor...para que alivie a mi hija".Con los ojos llorosos baja la mirada y presenta a su hija de siete años Flor Lilí, de quien dice "tiene principios de epilepsia".Toma con fuerza el vestido desvencijado que sirvió años atrás para cumplir un milagro y asegura que Santa María Magdalena "es muy linda".Tan es así que sus amigos, familiares y conocidos le recomendaron que acudiera a verla y eso precisamente hizo recorriendo cerca de 300 kilómetros."Por eso traigo a mi hijita para pedirle de favor que me la sane", agrega y suelta un sollozo al confesar que acudió a misa pero no pudo prometerle a la santa un vestido por la falta de recursos económicos.Doña Florinda se aferra a la tela del vestido usado hace ya casi 100 años y comienza a lanzar una letanía de rezos mientras toma entre sus manos el rostro de su primogénita.No es la única, docenas de personas se encuentran en los alrededores de la parroquia, construida con estilos barroco y neoclásico, y esperan ansiosos la misa que cada 15 días se ofrece en honor a la santa patrona, La efigie que aún resiste el paso del tiempo es de una mujer joven recostada del tamaño de una persona, que deja ver sus hombros desnudos; su mirada está dirigida hacia un pequeño crucifijo hecho con dos ramas y en su mano izquierda porta un cáliz con una hostia."Ella es muy milagrosa, ha ayudado mucho a la comunidad", asegura el párroco del lugar, Teofilo Hernández, quien además niega que feligreses de sexo masculino observen cuando la Santa María Magdalena es desvestida para hacerle su cambio de indumentaria.Cada 15 días, un grupo de mujeres de la comunidad, se encierran con la patrona del pueblo y sigilosamente la desvisten para colocarle el nuevo atuendo y así lograr que otro milagro se realice.El ritual se repite quincenalmente y cada 18 de julio se lleva a cabo la fiesta más importante en honor de Santa María Magdalena, que se celebra con procesiones, fuegos artificiales, paseo de caballos, corridas de toros, suelta de novillos en las calles y peleas de gallos.El mayordomo del lugar es el único que lleva la lista de las promesas de vestido y de milagros.La escultura de la Virgen data de finales del siglo XIX, aunque la devoción por ella, con otra figura que se perdió, viene de más de dos siglos y medio.Sólo unas cuantas mujeres, escrupulosamente escogidas entre la comunidad, pueden ingresar al galerón donde se albergan sus vestidos para desvestir la efigie.