opinion
Animales citadinos
Humberto E. Ricord - Publicado:
LAS CIUDADES que generalmente reciben un contingente humano de pueblos y zonas agrarios, acogen a ciertos animales silvestres o domesticados, cuyos dueños los crían o simpatizan con ellos.No todos tenemos el mismo cariño o el mismo repudio por estas clases de animales.De pericos y loros, pasando por perros y gatos, hasta golondrinas, palomas, feroces changos y gallinazos, acuden a veces masivamente a calles y escondites.Mencionamos en lugar aparte a las plagas de ratones y ratas, porque son tan repulsivos, que nadie puede tenerles cariño; pero también tenemos que sufrirlos, cuando menos los esperamos.Hay coleccionistas de pájaros que los mantienen en jaulas, dentro de las respectivas casas, distrayéndose con sus agradables y recursivas alegrías.Las personas amantes de esta clase de animales no suelen reparar en los perjuicios e incomodidades que produce, en ocasiones, esta fauna citadina, a los vecinos que habitan en las susodichas casas.Comencemos por las palomas, pues éstas no le piden permiso a nadie para habitar diversos lugares, de espacio bastante reducido, que ellas anegan con sus detritus.Tomemos de ejemplo pernicioso a los perros.A veces sus dueños los tienen amarrados, pero cuando pasa cerca otro perro, o una perra, entonces los cautivos ladran hasta más no poder, y pueden mucho.Pero los que andan sueltos les responden en la misma escala y la bulla recíproca comienza a crear una algarabía ensordecedora, que si es de noche despierta al vecindario, y si es de día destrozan los nervios de los habitantes del sector.Cuando se trata de viviendas espaciosas de magnates, la situación es más o menos tolerable, por la distancia que separa a las viviendas, pero si los vecinos son de clase media, no escapan, de noche o de día, a tan exquisito escándalo.En forma muy parecida, en las barriadas de clase media, los dueños los dejan en soltura, o los llevan atados a que hagan sus necesidades en las aceras, peladas o con grama, producto con el cual hay que tener grandes cuidados, escrutando el suelo para no pisotear tales hazañas fétidas.A lo mejor, amigo lector, usted no es dueño de perros, pero sí padece con sus vómitos delanteros o traseros, por más que usted trate de evitar malas pisadas.Y desde luego, el espectáculo es digno de Hollywood cuando se encuentran perro y perra rijosos.No hay forma de que estas barbaridades desaparezcan, ni de noche, ni de día, y si a usted el coro de ladridos perrunos le quita el sueño, trate de no hacerle caso ni a una ni a otro de tan agradables prendas, porque pierde su tiempo.Los pájaros negros (y chocolates son las hembras), que llamamos "changos" tienen la costumbre de pernoctar en un sitio escogido por ellos, y bien temprano chillan como unos desgraciados, en los hilos del tendido eléctrico, sin que la vejez de éste les produzca un shock misericordioso, a fin de que no se reproduzcan tanto, porque es muy difícil evitar el gran número de estas aves que duermen en grupos, pasando en ocasiones del centenar y dejan una fetidez que produce náuseas.Pero como los gobiernos panameños, nacionales o municipales, no les importa un comino, sufra usted en silencio y haga humaredas nocturnas cerca de estos dichosos pájaros, a fin de que se vayan a dormir a otro lugar.A veces este humo produce los efectos deseados, pero su resultado no es siempre seguro.En ocasiones, las golondrinas escogen un parque y sus ramajes, a fin de llegar en la tarde, chillando enormemente y lanzar sus heces desde arriba, lo que va creando con el tiempo una fetidez enorme en el lugar, que con el tiempo se hace imposible.Recordamos que hace muchos años, cientos de golondrinas antipatrióticas escogieron el Parque Catedral, como su dormitorio, y fue muy difícil ahuyentarlas.Meses tras meses, por las medidas que tomaban los empleados municipales, volaban algo y regresaban para ocupar su apetecido sitio, en que no les importaba dormir sólo media noche, a causa de los inútiles ahuyentadores y sus recursos poco eficaces, puesto que volvían en pocos minutos al mismo lugar.Al fin y al cabo, como las medidas "salvadoras" no producían mayor resultado, por simple acuerdo democrático, única ocasión en que presenciamos algo democrático en Panamá, las benditas golondrinas, cantadas por muchos poetas, decidieron irse a dormir a otra parte, cuando les dieron las santas ganas.Ahora recordamos que cerca del Aeropuerto de Tocumen, los vecinos y las compañías de aviones se han quejado de que arbitrarias personas han tomado un sitio cercano como basurero y los zopilotes, que nosotros llamamos "gallinazos", devoradores de desperdicios, son un serio peligro para los vehículos aéreos, que deben pasar cerca de la basura mencionada.Todos estos casos los citamos para que los lectores aprecien lo que pueden hacer los inteligentes pájaros citadinos panameños, ya que sólo los histéricos se preocupan por ellos, y hoy es miércoles de "enterrar la sardina".