Comunicarse es vivir
Comunicarse es vivir
Somos seres comunicativos por esencia. Venimos de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, que están siempre en divina comunicación. El Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre, y ese amor es el Espíritu Santo. Están en eterna y plena comunicación, contemplándose mutuamente, expresándose su amor paternal, filial y en plenitud de entrega. En la encarnación del Verbo, la Palabra hecha carne se comunica a las creaturas, él que es amor pleno, verdadero, eterno y siempre fiel. Nosotros, creaturas hechas para Dios, recibimos la revelación divina que no solo es discursiva, o sea ideas que expresan la verdad, sino la misma presencia del Cristo vivo y santo.
En la Iglesia la revelación es plena, absoluta, dada de manera gradual de acuerdo con la creciente conciencia evangelizada del oyente de la Palabra. En el fondo es un encuentro personal y comunitario con Dios. En otras culturas y religiones se manifiesta también el Verbo encarnado a través del Espíritu de muchas maneras, y dependerá de la acción de la gracia divina en las personas y a la evolución de las conciencias el cómo puedan experimentar la presencia del Señor. Pero se necesita de la Iglesia para que conozcan al Cristo salvador y verdadero.
En la medida que el ser humano sea más comunicativo, dialogante, se abra más a los demás, y su persona sea más oblativa, entregada, abierta, inmolada y ofrendada a los demás, será más parecida a Dios. Y eso es amar. Y amar es comunicarse y viceversa. Y no es cuestión de palabras, que hay personas que son muy calladas, pero su actitud de respeto hacia los demás, de atención, de servir, de entender, comprender, apoyar a los otros, los hacen en profundidad comunicativos y amorosos. Encerrarse en uno mismo, aislarse, convertirse en una piedra impermeable y solitaria empobrece mucho al ser humano. Que hay muchas personas en conventos de clausura donde se guarda riguroso silencio, que son en extremo comunicativos con los hermanos sirviéndoles, están al tanto del sufrimiento en el mundo, y están rezando continuamente por la humanidad y sus necesidades. Y sobre todo tienen un diálogo profundo con Dios, fuente de toda vida.
Creo que una desgracia nuestra consiste en comunicarnos superficialmente, sin interés por la otra persona, para salir del paso, sin preocuparnos por el otro, sin profundizar en su interior, sin escuchar con atención, sin bucear en la hondura de su océano emocional y mental. Nos da miedo interrelacionarnos, conectar, porque no queremos comprometernos para no convertirnos en el cireneo del otro con sus cruces. Nos da miedo la amistad, el estar al tanto, el ayudar, apoyar, consolar. Nos da miedo abrirnos. Preferimos quedarnos solos, y traicionar nuestra esencia humana. Es preferible ser piedra, vivir solos. Qué triste.