El perdón nace de la sabiduría
"Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados" (Mt 6, 14). El perdón es camino de sabiduría y felicidad. Todos hemos hecho daño a otros, a nosotros mismos y a Dios. Hemos cometido errores y dejado en la historia de la vida huellas de ofensas, pecado, dolor y tragedia. ¿Qué hacer cuando en nuestro pasado ha sucedido algo así? Dice el Señor en la Palabra: "Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado y el que se humilla, será engrandecido" (Lc 14,11). Pues hagamos un acto de humildad y sinceridad y aprendamos a pedir perdón. Usted no puede volver al pasado y recuperar lo perdido, pero sí puede pedir perdón y también perdonar. Solo así seremos engrandecidos por Dios, nuestro Padre. Hay que compensar nuestro pasado de maldad con un presente de amor auténtico. Solo así se calma la conciencia, se cumple con Dios y se va eliminando el complejo de culpa. El perdón que se pide debe tener una vía de expresión visible y concreta, que es la acción. Cuando Jesús convirtió a Zaqueo, este dijo: Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces" (Lc 19,8). Zaqueo compensó un pasado de maldad con un presente de amor auténtico. El arrepentimiento será verdadero cuando compense el pasado de maldad con un presente lleno de amor auténtico. Había un médico famoso que era director de una clínica en los Estados Unidos donde se hicieron miles de abortos. Cuando él comprendió que desde que el óvulo es fecundado se crea un ser humano, se convirtió en un apóstol defensor de la vida, dictando charlas y conferencias sobre el tema en muchas universidades y clínicas norteamericanas. Su acción ha permitido detener miles de abortos, que son crímenes contra la naturaleza que hubieran cometido personas desorientadas.
Practique actos contrarios a su naturaleza negativa hasta que se conviertan en hábito. Nunca es tarde para comenzar y el sentimiento de satisfacción es maravilloso. Cuando usted pide perdón y se arrepiente de verdad, se reconcilia con Dios y con los demás y experimenta una paz grandísima. Sentir que se han roto lazos espirituales de amor y amistad es peor que si uno toma un hacha y destroza una escultura muy valiosa. Hay que pedir perdón, reconciliarse y compensar el mal que uno ha hecho con acciones genuinas de amor. La solución es el perdón y la reconciliación. Por más que haga, nunca podrá pagar todo. Sin embargo, Jesús ya lo pagó todo derramando su Sangre. Él ha puesto lo principal de la deuda: los billetes. Nosotros ponemos solamente las monedas, pero también son importantes. Nuestras monedas de arrepentimiento y amor completan la cuenta... y con Dios, ¡somos invencibles!