Panamá
El vencerá
- Monseñor Rómulo Emiliani
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No te preocupes, no te angusties, no te desesperes, que Dios nunca será vencido. El combate se torna fiero; Satanás lanza todas sus huestes para destruirte.

Monseñor Rómulo Emiliani. Foto: Cortesía
No te preocupes, no te angusties, no te desesperes, que Dios nunca será vencido. El combate se torna fiero; Satanás lanza todas sus huestes para destruirte. Te quiere ver destrozado, hundido, acabado. Por eso promueve el consumo de drogas, el alcoholismo, la corrupción, la perversión, las idolatrías. Es un tentador, un seductor, que anda rondando en torno a ti como león rugiente para devorarte.
Ha retado a Dios, su burla es intensa, y la carcajada del diablo es inmensa al ver aumentado su número de adeptos. Todas las guerras de la humanidad tiene su orígen en la tentación diabólica. Querer acaparar más tierras; orgullos nacionalistas llevados al límite; fanatismos racistas, creencias religiosas enfrentadas.
Las injusticias sociales que conducen al robo descarado de los bienes del pueblo, y que provocan a la larga desnutrición infantil, anafalbetismo, situación negativa en educación, vivienda, salud, vienen provocadas por la codicia, la avaricia, el egoísmo humano. Y todo esto es un mal moral, un comején espiritual que carcome el alma de mucha gente y que lleva al desastre humano. Y esto viene de haberle dado la espalda a Dios, de haber desobedecido la voluntad divina, de la rebeldía humana al plan de Dios.
La historia de la humanidad podríamos detectarla, identificarla como un reguero de sangre que se extiende por los cinco continentes. Todo esto provocado por los más horrendos crímenes sociales y personales, fruto de los enfrentamientos entre personas, familias, pueblos, naciones, etnias; asesinatos, genocidios, marginaciones colectivas, pueblos enteros condenados a su desaparición, todo esto causado por el alma de mucha gente dominada por las tinieblas. En algunos casos por auténticos poseídos, como los asesinos en serie, dictadores genocidias, grandes capos de la droga.
Pero el Señor, creador del Universo, Padre nuestro que nos adoptó como sus hijos, quien envió a Jesús para salvarnos de la muerte eterna, y quien nos da al Espíritu Santo, jamás se desentenderá de nosotros, nunca nos abandonará.
La sangre de Cristo derramada en la cruz es prueba de hasta donde llegó Dios, es la señal clara de esta nueva alianza entre Dios y los hombres, que nadie podrá romper. ¿Quién nos separará del amor de Dios? Nada ni nadie dice Pablo. La sangre de Cristo es el sello eterno, imborrable, de la fidelidad de Dios llevada al extremo. Dios nos ama con un amor infinito. Por eso El nos librará de las manos asquerosas y asesinas de Satanás; romperá las cadenas que atan a mucha gente del diablo. El Señor vencerá. ¿Quién contra Dios? ¿Si Dios está con nosotros, quién contra nosotros? Con El somos más que vencedores.
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