Sociedad
¿Estás preparado para pagar por tus acciones?
Lo vemos en aquellos malos maestros que no quieren regresar a las aulas de clases. El fenómeno podría ser menos percibido por esos educadores, al no darse cuenta que se está cultivando una generación de malos profesionales...
- Sebastián Vásquez Bonilla
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- - Publicado: 07/12/2021 - 12:00 am
A diferencia de muchos artículos de opinión, donde los autores han citado las obras literarias que los han inspirado, en mis escritos son más frecuentes las citas de producciones del séptimo arte, desde antiguas series televisivas hasta películas taquilleras recientes.
Así ha sido porque siempre he admirado el alto nivel informativo, filosófico y creativo de los guionistas, quienes han demostrado que Einstein tenía razón cuando dijo "La imaginación vale más que el conocimiento".
En esta ocasión, me referiré a la moraleja de la famosa película "El niño con el pijama de rayas", donde el oficial alemán, encargado de un campo de exterminio de judíos durante el Holocausto, pierde a su pequeño hijo en la cámara de gas, al ser este confundido con un judío. Invito al lector a ver la película, si no la ha visto.
Me concentraré en lo que a mi juicio se extrae de la película, donde un sádico y prepotente oficial alemán cree tener absoluto control del campo de concentración bajo su mando, olvidándose de que lo que mal empieza mal termina, de que solo se puede cosechar lo que se siembra y de que un paraíso no puede existir en medio del infierno sin ser agobiado por su intenso calor.
Puedo imaginarme el dolor y cargo de consciencia que ocasionaría el haber ordenado la muerte de su propio hijo.
Veamos otras situaciones donde este principio históricamente se ha aplicado. Lo vemos en aquel abusador de su pareja o hijos, quien eventualmente termina asesinado por sus víctimas. En aquel empresario opresor y egoísta, quien termina perdiendo más dinero de lo que quiso ganar, por huelga, demandas o sabotajes a su fábrica.
En una mala obra que al colapsar se lleva entre sus víctimas a un ser querido de quien la construyó.
Lo hemos visto en esas malas políticas de salubridad con respecto a la actual pandemia, donde familiares de los funcionarios que gestaron dichas políticas terminan siendo víctimas del virus.
Lo vemos en aquellos malos maestros que no quieren regresar a las aulas de clases, quienes por alguna razón no se dan cuenta que sus propios familiares son víctimas por privárseles de una buena educación.
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El fenómeno podría ser menos percibido por esos educadores, al no darse cuenta que se está cultivando una generación de malos profesionales, que eventualmente les podrían brindar un mal servicio, directa o indirectamente. En ese proceso también se producirían ciudadanos que por su mala preparación terminarían en la delincuencia, cuyas víctimas podrían ser los mismos educadores.
Igual podemos decir de los políticos corruptos, quienes creen que de sus malas acciones solo debe preocuparse de no dejar evidencias que lo lleven a la cárcel. Estos individuos no se dan cuenta que gran parte de esa riqueza mal habida la tendrá que invertir en sistemas de seguridad para protegerse de los males sociales que ocasionen, medidas que podrían no ser suficientes para evitar ser víctima mortal de un atraco, perpetrado por un desconocido que sufrió las consecuencias de sus malas acciones. Irónicamente, el atracador obviamente no sabría que su víctima, en alguna medida, contribuyó a crear las condiciones de todos sus males.
Retomando los temas de actualidad, la pandemia y la corrupción, no tengo la menor duda de que están relacionadas, en el sentido de que la pandemia se acentúa más en aquellos países donde la corrupción es mayor.
Invito al lector a tomar nota de las regiones donde la pandemia se ha desarrollado con mayor fuerza. Se dará cuenta que su extensión es más pronunciada en los países donde el nivel de corrupción es mayor. Paradójicamente, entre las víctimas seguramente hay familiares de esos corruptos.
Mucho más difícil de percibir son las acciones que tomamos contra la naturaleza, que ya nos está pasando la factura por nuestras malas decisiones del pasado. Tanto es así que ante una tragedia natural, tenemos la tendencia a pensar de que fue obra de Dios. Ni hablar de la tendencia a creer que bastaría con ser ciudadanos de buena voluntad y que la apatía a la problemática nacional nunca nos acarrearía consecuencias que lamentar.
Químico industrial. Docente en la Universidad de Panamá.
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