Evitar que se complique todo
Cuando Jesús te dice que antes de poner la ofrenda en el altar te reconcilies con tu hermano; o cuanto te manda que perdones setenta veces siete.
Monseñor Rómulo Emiliani
Cuando Jesús te dice que antes de poner la ofrenda en el altar te reconcilies con tu hermano; o cuanto te manda que perdones setenta veces siete; o cuando te aconseja que cuando vas de camino al juez, mejor llegues a un acuerdo con tu adversario antes de que se complique todo y te lleve al alguacil y luego te metan en la cárcel; o cuando antes de enfrentarte a un enemigo, mejor calcula tus fuerzas y si ves que es mayor que tú llega a un acuerdo y evites ser derrotado, en el fondo te está diciendo que seas pacífico, y que evites todo conflicto innecesario. Que no te compliques la vida. Que no estés de pleito en pleito. Que no te metas en líos que no conducen a nada bueno. Que reserves tus energías para cosas que son realmente importantes. Que no gastes tu vida en asuntos que no tienen relevancia alguna.
Está claro que invertimos mucho tiempo de nuestra vida, y un valioso e irrecuperable manantial de energía propia en debatir, discutir, enfrentarnos a contiendas sin importancia, que más bien nos dañan. Nos afectan emocionalmente, nos pueden causar problemas serios de relaciones humanas, apartándonos inclusive de gente querida, y hasta conflictos legales. Realmente debes evaluar con sinceridad los asuntos que reclaman conflictos y repetirte: " no vale la pena, no vale la pena".
¿ Por qué sacrificar cosas tan importantes como el amor conyugal, buenas relaciones interpersonales, amistades, la armonía con tus socios de la empresa, tu pertenencia a comunidades, gremios, asociaciones, por "ganar discusiones insustanciales, ridículas", que lo único que consiguen es satisfacer tu falso ego? ¿ Por qué hasta arriesgar la vida por mantener con soberbia un punto de vista que ni nos va ni nos viene? Se sabe de gente que en un bar, después de dos tragos, comienzan a discutir por tonterías, se van a las manos, terminan sacando una navaja o un cuchillo, y o matan a alguien, o lo dejan mal herido. Y se sale entonces de la cantina cadáver o preso por años por una discusión tan ridícula como improcedente.
El falso ego, el que te traiciona, exige pleitesía, adoración y le encanta ser adulado. No resiste reconocer que está equivocado, que el otro tiene razón, que uno es imperfecto y con muchísimas cosas que aprender. El falso ego, la soberbia, es un pecado terrible, porque te hace creer que eres un dios. Que todo lo sabes, que todo lo puedes, que eres más que los demás. Y ese falso ego te lleva a complicarte la vida una y otra vez en conflictos innecesarios y absurdos.
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