Epicentro
Sobre gobernantes en un mundo ingobernable
...nos despertamos, muchas veces, en un mundo que ha cambiado con solo conciliar el sueño de una noche. Por eso, ... gobernar es hoy un tema que exige menos dirigir y más administrar; y el que gobierna debe resignarse a ser vehículo de la presión certera de las grandes mayorías...
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 15/12/2020 - 12:00 am
Las redes tecnológicas han cambiado al mundo, aunque no han cambiado al hombre. Como escribiría el gran Shakespeare, "si nos cortan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos?".
Hay una esencia básica del ser humano que permanece siempre inalterada, sin importar la ropa que se vista o el calzado que se calce; sin embargo, aunque permanezca fiel a su naturaleza, el hombre sí suele adaptarse, con mayor o menor grado, a los cambios, sin cambiar él mismo.
Por eso, estamos conviviendo en una era no es tanto de conocimiento, como sí lo es de aprendizaje. El ritmo tecnológico va mucho más a prisa de lo que nuestros pasos deberían ir también. Por eso, en una edad histórica en la que la globalización debió dejar atrás fronteras, todavía exaltamos el nacionalismo confinado; contaminamos con el odio y la pasión las redes y teclados inocentes; externamos, con los golpes típicos de los primates, las insatisfacciones, esas que nos frustran; y vivimos, como en la caverna, el miedo natural y milenario hacia la oscuridad y hacia lo desconocido, aunque vivamos al amparo y al calor de nuestra luz eléctrica.
La forma de gobernar tampoco escapa de los cambios; y aunque de manera muy tradicional solemos emitir aún el voto, ya no guardamos el silencio típico de los votantes del ayer, porque la tecnología nos permite, en formas muy sencillas, dar a conocer al mundo una opinión. El discurso de un gobernante, por ejemplo, será objeto inmediato de ese escrutinio público, expresado a veces en medio de objetividad muy sana o con la saña cavernaria y malintencionada del mamífero.
Los extremos se tocan hoy; y nos despertamos, muchas veces, en un mundo que ha cambiado con solo conciliar el sueño de una noche. Por eso, gobernar es hoy un tema que exige menos dirigir y más administrar; y el que gobierna debe resignarse a ser vehículo de la presión certera de las grandes mayorías, para que ese liderazgo personal no se disperse inútilmente en esta era de tecnología y de expresión ilimitada.
El látigo y la rienda deben ser hoy reemplazados por el manso arnés de comprensión y por el freno de lectura de los tiempos y de las voluntades colectivas, dándoles así esa expresión que todos, o las grandes mayorías, exigen. Eso no disminuye, en forma alguna el liderazgo, sino únicamente que hace que se adapte en forma aguda al ritmo de los tiempos, y que el gobernante sea hoy más un termómetro de los deseos colectivos que la expresión individual de voluntades personales.
Abogado.
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