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Sobre el hombre balanceado

El hombre balanceado, para poder hacer observación del movimiento, el cambio, la vida y los fenómenos, y la ley aquella, que a la vez es ciencia y fe, de que nada muere, sino que solo se transforma, debe necesariamente detenerse, descansar, poner su cuerpo en pausa y su mente en aceleración.

Arnulfo Arias O. - Publicado:

El hombre está cambiando siempre, como siempre cambiará también su entorno. Foto: EFE.

“Y atardeció y amaneció”, Génesis. Después de cada noche hay un amanecer. Así, en una sucesión que es tan antigua como el mismo globo en que vivimos, todo lo que es luz fue antes sombra. En la esperanza de que la claridad ha de llegar cada mañana, nos dormimos cada noche.

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El mundo no se detiene; tampoco se detiene a contemplar ni el sufrimiento ni el progreso de lo que en él se mueve.

Así, se acuña en láminas de acero la certeza aquella expuesta por el sabio griego Heráclito, que expresa lo siguiente: “todo cambia, excepto la ley del cambio”; y añade, aún más claramente expuesto por él mismo, "ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos".

El río será distinto y el hombre que lo cruza lo será también. Las observaciones de ese sabio parecen desafiar el tiempo, porque sin el uso de ningún laboratorio y en ausencia de los microscopios de hoy, pudo descifrar las realidades de ese plano celular, vedado al simple nervio óptico del hombre; hoy la ciencia moderna nos confirma que el cuerpo humano se renueva por completo, en cada una de sus células, en un lapso de 10 años.

Es decir que, en ese plano celular, el hombre está cambiando siempre, como siempre cambiará también su entorno.

No nos dejemos engañar por la arrogancia de los tiempos, como los supuestos poseedores de verdades inmutables y recientes. Ya los antiguos conocían, por ejemplo, que la Tierra era redonda, y bastaría solo leer las obras de alguno que otro pensador romano para darnos cuenta de que, desde entonces, ya se referían al mundo como “el globo”.

La realidad es que la ciencia es un vehículo para la sabiduría humana, un medio de expresión que crece y que se expande, pero es en el propio ser humano y sus edades donde en realidad reposa el ojo de agua y fuente limpia del conocimiento, que se expresa y se represa, que se enmarca y se construye, que fluye en tuberías o viaja por los cables ópticos.

El conocimiento estaba allí, como el profundo oro en una mina, solo que ahora lo enmarcamos en medio de la realidad constante, perfeccionando su expresión, como lo harán en el futuro nuestros sucesores.

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En una ocasión, Henry Ford nos dio el secreto de su juventud entrada en años, resumida así: nunca estar de pie cuando pueda uno sentarse y nunca estar sentado cuando pueda uno acostarse. Experimentos recientes nos demuestran que, para desafiar la gravedad, y trasladarnos como bípedos en la locomoción, el cuerpo ha compensado el reto mediante el constante balanceo y el movimiento, aun estando detenidos.

Es decir que, aunque pensamos que, al estar de pie y sin aparente movimiento, conservamos energías, nuestro cuerpo se balancea constantemente como un péndulo de un lado a otro, de manera imperceptible.

La exigencia y el desgaste de los músculos del cuerpo, cobra al fin salario con el deterioro de una máquina que está en constante movimiento, a excepción de los momentos de recarga que nos pueda dar el sueño o el sentarnos.

Ford, un genio de la maquinaria, de la combustión y el movimiento, lo sabía; y su creación expresa en parte, tal vez, esa genialidad del cuerpo, reflejada en el motor de combustión interna que, tal como nosotros, solo puede descansar cuando se apaga.

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Pero ¿cómo descubrir esas verdades, esas leyes infalibles que ha expresado Newton, por ejemplo, y que expresan que un en movimiento permanecerá en movimiento a una velocidad constante, a menos que una fuerza externa actúe sobre él?

El hombre balanceado, para poder hacer observación del movimiento, el cambio, la vida y los fenómenos, y la ley aquella, que a la vez es ciencia y fe, de que nada muere, sino que solo se transforma, debe necesariamente detenerse, descansar, poner su cuerpo en pausa y su mente en aceleración.

Abogado.

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