La demagogia en el discurso político
Publicado 1999/02/12 00:00:00
- ACAN-EFE
La esencia del concepto demagogia, es como el dínamo que ejercita la lexicología aberrante del contexto del juego y rejuego político-partidista. La Real Academia de la Lengua, lo define como: "La acción de conducir al pueblo, a través del comportamiento consistente en halagar las aspiraciones populares para obtener o conservar el poder o para acrecentar la popularidad". En el campo y accionar de las contiendas electorales es donde más encaja. A sus cultivadores y defensores se les suelen llamar demagogos.
Según Nicolás Maquiavelo primer pensador político de la era moderna y también máximo sembrador de la desorientación de la opinión pública- todo político y más el que aspira a ser elegido a un puesto de elección popular, debe ser: astuto, refinado, sin escrúpulo, asesino, clemente y sobre todo demagogo. Todo dependerá del interés y las circunstancias que mejor convenga y amerite en el momento.
Lo antes expuesto no se aparta de la realidad del acostumbrado discurso y las viejas prácticas de nuestros dirigentes políticos al iniciarse la campaña proselitista. Volverán las promesas, besos, abrazos y los fuertes estrechones de manos con sus respectivos discursos del suculento menú político, pero con el guisante agridulce ya conocido, de la demagogia y la mentira. Todo ello tiene un solo propósito, el cual está postrado en el interés particular, mismo que se sobrepone a la autodeterminación de los pueblos con culturas viciadas por el engaño, en detrimento de un mejor clima y equilibrio democrático.
Considero prudente la regulación del actual discurso político y más cuando proviene de fuentes demagogas, carentes de toda plataforma ideológica fundamentada en el sentir de una propuesta de interés social. Exijamos por respecto a las futuras generaciones un discurso que aunque proselitista, se enmarque en los principios de la coherencia y la verdad. Esta práctica fortalecerá el compromiso de los dirigentes y promoverá el interés de la sociedad civil a fortalecer la democracia; de lo contrario nadie pondrá atención a los expresado a través de los planteamientos de los ya incrédulos discursos políticos.
En la partidocracia, especialmente en las nuevas agrupaciones políticas y con ridículas cifras de adherentes y carente obviamente de todo respaldo popular, las más inclinadas a la habladuría y a la demagogia, como único vehículo a saciar sus ínfulas, esta nueva clase política, que surge del interés personalista y el poderío económico de sus dueños, sólo alcanzan notoriedad en alianzas políticas con partidos de arrastre popular, ya que por sí solos, no son más que eso (...) rémoras políticas. Sin embargo hacen promesas, tiran la línea a seguir y hablan hasta por los codos, como si tuvieran autoridad moral para ello.
En este orden cabe recordar la posición y el discurso maquiavélico de muchos dirigentes de diferentes tendencias e ideologías políticas, cuando de la noche a la mañana cambian el temporal de sus decisiones, que en ocasión y de manera demagoga, vendieron a la opinión pública, logrando su objetivo a través de la mentira y la patraña.
Otro punto importante que caracteriza al discurso político demagógico es la diferencia marcada entre la actual oferta electoral y la cantidad de adherentes inscritos en los partidos constituidos, todo ello sin querer mencionar la forma descarada que se utiliza parar inscribir y hacer proselitismo político en nuestro medio. Por otra parte ha quedado claro que el dinero ya no cuenta, toda vez que el pueblo ha aprendido a diferenciar lo bueno y lo malo de las diferentes tendencias, el contenido y las promesas de su discurso. Exhorto a la ciudadanía en general a cerrar filas en contra del político, que cree que con su verbo fluido, su dinero y sus mentiras pueda convencer con alegatos trasnochados y llenos de argumentos demagógicos, a un conglomerado que quiere hechos y no palabras. De esta manera estaremos contribuyendo a formar una mejor clase de dirigentes políticos, comprometidos con sus planteamientos a través de un discurso político de altura donde no haya cabida para la demagogia. Así también contribuiremos a fortalecer nuestra democracia.
Según Nicolás Maquiavelo primer pensador político de la era moderna y también máximo sembrador de la desorientación de la opinión pública- todo político y más el que aspira a ser elegido a un puesto de elección popular, debe ser: astuto, refinado, sin escrúpulo, asesino, clemente y sobre todo demagogo. Todo dependerá del interés y las circunstancias que mejor convenga y amerite en el momento.
Lo antes expuesto no se aparta de la realidad del acostumbrado discurso y las viejas prácticas de nuestros dirigentes políticos al iniciarse la campaña proselitista. Volverán las promesas, besos, abrazos y los fuertes estrechones de manos con sus respectivos discursos del suculento menú político, pero con el guisante agridulce ya conocido, de la demagogia y la mentira. Todo ello tiene un solo propósito, el cual está postrado en el interés particular, mismo que se sobrepone a la autodeterminación de los pueblos con culturas viciadas por el engaño, en detrimento de un mejor clima y equilibrio democrático.
Considero prudente la regulación del actual discurso político y más cuando proviene de fuentes demagogas, carentes de toda plataforma ideológica fundamentada en el sentir de una propuesta de interés social. Exijamos por respecto a las futuras generaciones un discurso que aunque proselitista, se enmarque en los principios de la coherencia y la verdad. Esta práctica fortalecerá el compromiso de los dirigentes y promoverá el interés de la sociedad civil a fortalecer la democracia; de lo contrario nadie pondrá atención a los expresado a través de los planteamientos de los ya incrédulos discursos políticos.
En la partidocracia, especialmente en las nuevas agrupaciones políticas y con ridículas cifras de adherentes y carente obviamente de todo respaldo popular, las más inclinadas a la habladuría y a la demagogia, como único vehículo a saciar sus ínfulas, esta nueva clase política, que surge del interés personalista y el poderío económico de sus dueños, sólo alcanzan notoriedad en alianzas políticas con partidos de arrastre popular, ya que por sí solos, no son más que eso (...) rémoras políticas. Sin embargo hacen promesas, tiran la línea a seguir y hablan hasta por los codos, como si tuvieran autoridad moral para ello.
En este orden cabe recordar la posición y el discurso maquiavélico de muchos dirigentes de diferentes tendencias e ideologías políticas, cuando de la noche a la mañana cambian el temporal de sus decisiones, que en ocasión y de manera demagoga, vendieron a la opinión pública, logrando su objetivo a través de la mentira y la patraña.
Otro punto importante que caracteriza al discurso político demagógico es la diferencia marcada entre la actual oferta electoral y la cantidad de adherentes inscritos en los partidos constituidos, todo ello sin querer mencionar la forma descarada que se utiliza parar inscribir y hacer proselitismo político en nuestro medio. Por otra parte ha quedado claro que el dinero ya no cuenta, toda vez que el pueblo ha aprendido a diferenciar lo bueno y lo malo de las diferentes tendencias, el contenido y las promesas de su discurso. Exhorto a la ciudadanía en general a cerrar filas en contra del político, que cree que con su verbo fluido, su dinero y sus mentiras pueda convencer con alegatos trasnochados y llenos de argumentos demagógicos, a un conglomerado que quiere hechos y no palabras. De esta manera estaremos contribuyendo a formar una mejor clase de dirigentes políticos, comprometidos con sus planteamientos a través de un discurso político de altura donde no haya cabida para la demagogia. Así también contribuiremos a fortalecer nuestra democracia.
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