Panamá
La justicia y su precio I
- Alonso Correa
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Es el alma de una sociedad, el escaparate del progreso. Es aquello por lo que millones derramaron su sangre por proteger.

Es el alma de una sociedad, el escaparate del progreso. Es aquello por lo que millones derramaron su sangre por proteger. Es ese ente, extrañamente conocido, que se pasea a diario por nuestras vidas, es, aun para el más distraído, la corriente que alimenta sus acciones. La justicia es eso tan sencillo que se convierte en paradójico, es eso tan fácil de explicar que es complicado de interpretar. Justicia es para los letrados un mero conglomerado de pautas, prohibiciones y derechos que se utilizan para mantener el equilibrio en la sociedad, la justicia para los filósofos es la materialización de los actos perpetrados, ¿pero alguna vez se han puesto a pensar qué es aquello que llamamos justo?
Porque es una falacia creer que una multitud no se equivoca, es un error pensar que el consenso general siempre tiene razón. La sociedad se rige por restricciones, por adiciones y por absorciones, es un ente cambiante y evolutivo. Sabemos que "la justicia moderna" tuvo, tiene y tendrá cambios agigantados de su arquitectura. Lo que consideramos justo hoy puede ser injusto mañana, eso es un hecho.
Pero, ¿y lo que consideramos injusto puede volverse justo?, ¿puede una injusticia convertirse en una imparcialidad honesta?, ¿por qué no? Por ejemplo, y ateniéndome al avance de las tendencias herbívoras actuales, se dice mucho y se señala de manera constante la injusticia que se realiza en las explotaciones ganaderas, en las granjas que alimentan a aquellos que aún abrazan la humana habilidad de comer todo cuanto se encuentre.
Pero, y es aquí donde la imaginación y la realidad se unen en un solo modelo, no es acaso una injusticia aún mayor y mucho más generalizada la deforestación, el exterminio, el envenenamiento y la movilización de las especies animales y vegetales que residen en los futuros campos de cultivo de legumbres, hortalizas y verduras; no es acaso muchísimo peor obligar a la porción más desprotegida de la sociedad a desistir la ingesta de vitaminas, minerales y complejos que solo se pueden encontrar en productos de origen animal, no es una injusticia también el sacrificio forzoso de los más vulnerables para satisfacer los caprichos de los que ya están acomodados. Y es que, aunque suene contradictorio, la injusticia esconde en su sombra cualidades de lo justo. Porque para dilucidar lo arbitrario de lo ecuánime solo hace falta un vistazo, la perspectiva deforma la realidad y la encaja en lo binario de nuestro juicio.
Si la justicia se encuentra en los ojos del observador, entonces la justicia no existe. Entonces la justicia no es más que una herramienta más de la opresión y represión social. Es incoherente creer que se pueden llegar, de manera subjetiva y errada, a conclusiones equitativas porque aquellos que las producen, por su naturaleza humana, son incapaces de satisfacer todas las variables y millones de cabos que quedan sueltos dentro de un hecho injusto. Un asesinato, una viciolaón, un robo, un insulto no generan el mismo daño a aquellos que los reciben, ¿entonces porque tienen el mismo castigo?, ¿por qué creemos que la soledad de una prisión es suficiente para compensar el mal causado?, ¿es acaso la justicia injusta con las víctimas o es demasiado justa con los victimarios?
Y es que si no nos tragamos el cuento de justicia objetiva y equitativa, entonces no tenemos el más básico pilar de un Estado, si nos negamos a creer la mentira de una justicia realmente imparcial, entonces se derrumba la más importante idea de una sociedad. Porque la justicia, o por lo menos la idea de justicia, dentro de una civilización es la llave de la compresión y la cohesión general.
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