El monumento a los héroes del 9 de Enero de 1964 es sagrado
La llama eterna que recuerda el infausto suceso que dio inicio a la expulsión final de las tropas de ocupación yanqui del territorio nacional, debe ser la muestra más firme de nuestro agradecimiento a los que inmolaron su vida por la integración del territorio patrio.
- César A. Villarreal
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- - Publicado: 09/1/2021 - 12:00 am
El monumento a los Mártires del 9 de Enero, ubicado en la Plaza del Centro de Capacitación Ascanio Arosemena, antigua Escuela Secundaria de Balboa, cuenta con 21 columnas con placas que llevan los nombres de los 21 mártires. Foto: Cortesía.
Hace cincuentaisiete años, doscientos cincuenta adolescentes del Instituto Nacional, cuyas edades fluctuaban entre diecisiete y dieciocho años, entramos al enclave colonial denominado Zona del Canal de Panamá, que los yanquis administraban a perpetuidad como si fueran soberanos, gracias al oprobioso Tratado Hay-Bunau Varilla.
Aquel jueves, glorioso y fatídico, nos encaminamos en silencio, temerosos e inseguros, aunque protegidos por el indestructible velo acerado de la insignia patria, al arrogante Colegio Superior de Balboa, donde jóvenes yanquis, protegidos por sus padres, elevaron la bandera de las estrellas y listones rojos que reafirmaba la soberanía que la nación imperial ejercía sobre el territorio zoneíta.
Nuestro silencio y temor estaba refrendado por la legislación extranjera, que no permitía manifestaciones en las inmediaciones del canal y las experiencias anteriores que habían demostrado lo implacable de las autoridades coloniales ante tales manifestaciones.
A las faldas de la colina donde se yergue el Edificio Administrativo del Canal, nos reagrupamos y contemplamos al pelotón de policías en arreos de refriega que como valla nos separaban del Colegio Secundario.
Con paso lento, pero decidido, nos acercamos al pelotón que rápidamente organizó, conjuntamente con nuestra dirigencia, la manera mediante la cual manifestaríamos nuestra repulsa a los jóvenes extranjeros que no permitían que en un edificio público hondearan ambas banderas.
El acuerdo permitió que cinco institutores, a saber: Luis Vergara, Inocencio García, Alcibíades Picota, César Villarreal, escoltados por el estandarte del Instituto enarbolado por Eligio Carranza, enarbolaran, frente al mástil del Colegio, la bandera y entonaran el Himno Nacional.
Los resultados son de todos conocidos: se desgarró la enseña patria, se golpearon a los designados y se inició una refriega nacional que duró cinco días; con el resultado de veintiún panameños muertos y más de doscientos heridos.
La llama eterna que recuerda el infausto suceso que dio inicio a la expulsión final de las tropas de ocupación yanqui del territorio nacional, debe ser la muestra más firme de nuestro agradecimiento a los que inmolaron su vida por la integración del territorio patrio.
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El monumento ha sido pisoteado por jóvenes, de mayor edad, que los que se enfrentaron, en ese mismo lugar, a una parvada de extranjeros que nos gritaban desde sus marquesinas… ¡go home!
Quiero elevar mi más airada repulsa por el acto de profanación que recientemente realizaran, e hicieran públicos, jóvenes gamberros de lo más opulento de nuestra sociedad, quemando periódicos en la llama eterna y haciendo escarnio de nuestros mártires. Igualmente deseo expresar mi indignación para con el sistema de vigilancia del monumento que ejecuta la ACP que permitió la realización de tan vergonzoso acto.
¡El monumento de los héroes del 9 de enero de 1964 es sagrado, repulsa eterna para aquellos que le escarnecieron!
Docente.
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