Nos cambiamos de barcos
Esta paradoja se puede extrapolar a cualquier cosa o evento, como ejemplo, la indolencia política istmeña. que en estos momentos sería lo primero que viene en mente.
Nos cambiamos de barcos
La paradoja griega del barco de Teseo se fija en cuestionar si posterior al reemplazo de las partes que conforman un objeto, este permanece el mismo. Nos relata la mitología helénica que, retornando Teseo a Creta en una embarcación particularmente añeja en un prolongado viaje, sus tripulantes reparaban todas las partes que sufrían daños, al final modificando la nave en su totalidad.
Esta paradoja se puede extrapolar a cualquier cosa o evento, como ejemplo, la indolencia política istmeña. que en estos momentos sería lo primero que viene en mente.
En el caso que nos atañe, origina en un comunicado de Katty Byrd, vicepresidente de Servicio al Cliente de Norwegian Cruise Lines, quien el pasado lunes nos informa, sin explicación alguna, la anulación de dos escalas en nuestro crucero del 23 de octubre, cuyo pago final caduca la semana próxima.
Para muchos excursionistas este cambio no hace mayor diferencia, tratándose de una aventura de 21 días, la cual seguramente tienen programada desde hace buen rato.
Para nosotros, que plasmamos todos los pormenores de la travesía, súbitamente nos obliga a la búsqueda de alternativas. Explico, el viaje original zarpa desde Seattle, en el estado de Washington, que besa la costa oeste canadiense, desembarcando en Miami, cruzando las nuevas esclusas del Canal de Panamá. A pesar que nos parecía fofo, posterior al traspase de mares una sola escala caribeña en Cartagena anterior a su conclusión en Florida, dos jornadas adicionales en alta mar en reemplazo de visitas a parajes idílicos, se convirtieron en la gota que derramó el vaso.
Un traslado de esta naturaleza obliga al viajero lustrado a trazar las tildes sobre las íes con la mayor antelación. Fue así como, por ejemplo, adquirimos los pasajes aéreos anterior a la invasión rusa de Ucrania a un irrisorio precio.
Por fortuna, optamos por posponer el recorrido original para el año próximo, cancelando una frívola penalidad a la aerolínea, en lugar de perder los billetes. Ya el mes de noviembre le teníamos separado para nuestro zambulle anual de ultramar. Dichosamente, topamos un zarpe con la misma naviera, de 21 días desde Miami hasta Lisboa con escalas intermedias en la ciudad de Nueva York el 3 de noviembre, trascendental porque desplazarse allá típicamente implica de $350 a $500 la noche en un hotel más o menos aceptable. El posterior traslado a la isla de Bermuda permite un remojo en sus cristalinas aguas archivando los abrigos hasta el final del recorrido.
Cruzando el charco, visitaremos tres destinos en las islas Azores: Horta, Praia da Victoria y Ponta Delgada, anterior al desplazamiento austral, bordeando las costas africanas del Sahara, hacia Funchal, capital de la isla de Madeira, posteriormente haciendo escalas en Tenerife y las Palmas de Gran Canaria, feudos ibéricos, ahora Comunidad Autónoma de España, cuya fundación data de tiempos que anteceden el viaje de Colón.
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Retomando el Mediterráneo hacemos presencia en el Peñón de Gibraltar, colonia inglesa, para adentrarnos a Málaga y Cádiz, anterior a nuestro arribo a la capital de Portugal y posterior desplazamiento aéreo a Madrid y reintegro al istmo, bronceados por el intenso sol y curtidos de las nuevas sapiencias que implica el descubrimiento de noveles horizontes, vivencias que pernoctarán por siempre en el recuerdo.
Porque viajar nutre el alma de una manera única durante nuestra existencia, excita el lóbulo frontal del cerebro, la creatividad, la imaginación y el racionamiento, porque permanecer en el mismo sitio oxida la esencia de la vida.
Siempre aconsejo a los estudiantes de turismo que reserven en sus años mozos algún tiempo para laborar en una naviera o aerolínea. Aquella experiencia trastocará por siempre sus vivencias, trato y actuar. ¡Qué forma de despedir un año más de vida!