Panamá
¿Por qué me pegas?
En ese juicio injusto, violento y salvaje en casa del sumo sacerdote, donde interrogan a Jesús, uno de los ayudantes de la autoridad religiosa.
- Monseñor Rómulo Emiliani (CMF)
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- - Actualizado: 06/5/2024 - 12:00 am
En ese juicio injusto, violento y salvaje en casa del sumo sacerdote, donde interrogan a Jesús, uno de los ayudantes de la autoridad religiosa le pega un bofetón a Jesús. Acto propio de los serviles aduladores del que tiene poder, hecho para quedar bien con él, y amparados por esa autoridad desahogar su maldad en el inocente, sabiendo que nadie se lo recriminará. Jesús recibe con dolor pero con mucha paz y dominio de sí mismo el golpe, pero pregunta: "Si he hecho mal, dime en qué. ¿Y si no, porqué me pegas?"
Eso significa que toda persona tiene derecho a protegerse, protestar, cuestionar cuando se da una injusticia. Nunca responder con la misma actitud y comportamiento del agresor. Usar todos los recursos legales que sean necesarios, pero nunca rebajarse al nivel grotesco del agresor.
El que te pegó, para seguir en el mismo contexto de Jesús, cayó en el peligroso y nefasto estadio de la violencia, cuya espiral nadie la detiene, y si tú respondes igual sí que te hizo daño. Te ino culó el veneno de la maldad y te envenenó.
La clave es mantener un gran control de las emociones, ser señor de sí mismo, medir las consecuencias de nuestros actos y no permitir que esa corriente agresiva te lleve al fondo del mar y te ahogue. Cuántas riñas de cantina, peleas por tierras, encontronazos políticos, fanatismos religiosos, terminan en crímenes, pérdidas de la vida, cuando pudieron resolverse simplemente si uno de los rivales echa para atrás, no responde igual y se retira. La opinión de algunos de que fue un acto de cobardía es irrelevante y hasta estúpida. Fue más bien un acto de inteligencia suma, al defender y asegurar la vida como bien supremo.
En el acto más hermoso, sublime, majestuoso de la historia, ya no fue una bofetada de un servil y cobarde siervo de la autoridad religiosa judía, sino los azotes, los clavos, los salivazos de los soldados del imperio romano; las burlas del populacho; la traición de los apóstoles, los que causaron el mayor dolor que puede experimentar un ser humano inocente, que además y sobre todo era Dios. Y la respuesta fue esta: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen ". Y esa fue la gran lección y para siempre: responder con amor, no con agresión. Bendecir en vez de maldecir; interceder por el agresor para que Dios no lo castigue. Seguir amando aún y a pesar de todo. En el evangelio está la respuesta a todo. Jesús es la revelación plena de Dios.
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