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Salvajismo en Irak
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"Esos polvos traen lodos", reza el refrán.Con horror y consternación nos toca en esta ocasión deplorar la decapitación salvaje del ciudadano norteamericano Nicholas Berg, a manos de hombres que se dicen integrantes de la red terrorista Al Qaeda.Berg, según fuentes del gobierno de su país, no era soldado ni "contratista civil" (eufemismo con el que se denomina a mercenarios que colaboran con distintas tareas de seguridad y servicios de apoyo a Estados Unidos en el ocupado país árabe.Sobre qué cosa hacía Berg en Irak, no tiene importancia.Lo realmente relevante es que era un ser humano en manos enemigas, cuyo derecho fundamental a la vida le fue privado en condiciones de extremado abuso y bestialidad.Decapitarlo a machetazos, frente a las cámaras, es una muestra del salvajismo extremo y degradación al que están llegando los protagonistas en esa guerra que, a estas alturas, habiendo sido derrocado y preso Sadam Hussein y corroboradose la inexistencia de armas de destrucción masiva, carece de sentido.¿ A qué extremos más de barbarie pretenden llevar esa guerra sus autores ante los ojos de un mundo que empieza a saturar su capacidad de asombro? Ayer fue el de los prisioneros iraquíes, abusados por fuerzas de ocupación estadounidense y británicas, hoy es Nicholas Berg decapitado por los asesinos de Al Qaeda, anteayer fue el periodista Perth, degollado en Pakistán.¿Cuánto más hemos de ver, oír y resistir antes que este salvajismo se detenga?No, no olvidamos el asesinato masivo, expresión del más absoluto nihilismo, de las Torres Gemelas.La muerte de decenas de miles de gente inocente que iba a su trabajo.No olvidamos tampoco el cobarde atentado ferrocarrilero de Madrid del 11 de marzo pasado.El terrorismo debe ser combatido con un número plural de medidas, incluyendo la cooperación internacional y el empleo de la fuerza, pero jamás con sus propios aberrantes métodos.Es en el contraste de los métodos de lucha donde el terrorismo pierde, no en competir con ellos en salvajismo, que es el terreno donde quieren llevarnos, que es el suyo.Ojalá el horror de la muerte de Berg sirva para recordarnos que no somos iguales a esos salvajes.