El sufrimiento de Cristo
Y estando ya colgado en la cruz, en esa terrible agonía, ofrecía su vida por nuestro rescate de la muerte eterna. Y al morir derramando toda su sangre por nosotros, logra saldar la deuda contraída por nuestros pecados y salvarnos.
Sufrió tanto que cuando fue apresado, juzgado injustamente, torturado y condenado a muerte. Foto: EFE.
La encarnación es un hecho real, donde Dios se hace hombre con todas las consecuencias. Creció como cualquier niño. Tuvo que aprender a gatear, caminar, hablar, rezar, conocer las cosas, entrenarse para trabajar la madera y en el campo.
Tuvo que estudiar las Escrituras, escuchar a los rabinos, asimilar las costumbres y tradiciones judías. Cuando trabajaba, y lo hacía de la mejor manera, se cansaba, sudaba, tenía que descansar y dormir para recuperar fuerzas.
Aprendió a expresar sus sentimientos y emociones, y en todo esto su madre le enseñaba, como también su padre San José. Gracias a ellos dos creció integralmente, en armonía interior, sabiduría, estatura. También tuvo que aprender a controlar y dominar el miedo, la ansiedad, el dolor.
Por su misión en la tierra, tuvo que promover en su corazón la paciencia, la misericordia, la valentía, el aguante ante las incomprensiones e injusticias contra él. Mientras más intensa se hacía su labor de ir construyendo el Reino de Dios en la tierra, más sufrimiento sentía por la ceguera de muchos, por la tragedia provocada por los pecados, por ver cómo preferían algunos la idolatría del dinero, del poder, del templo y de la ley, y rechazar a Dios, enquistándose en su maldad.
Sufría muchísimo por los pecados de los demás. También le dolía ver la gran pobreza, tantos enfermos y algo en extremo triste, los endemoniados.
Su dolor ante tanto drama lo llevaba a curar enfermos, resucitar muertos, expulsar demonios, multiplicar los panes, predicar día y noche, llevar la salvación a todos lados. El corazón de Jesús ya antes de su pasión sufría muchísimo.
Había en él angustia ante tanta perversidad, tragedia, tinieblas, ingratitud e ignorancia en la gente. Podríamos decir que el dolor de Cristo lo acompañó durante toda su vida pública. Por eso, cada vez que podía se apartaba para orar a su Padre, estar a solas con él, recibir el consuelo del Espíritu Santo. Esto le permitía seguir su camino, ser itinerante, vivir tan austeramente y soportar toda clase de humillaciones, calumnias, rechazos.
Sufrió tanto que cuando fue apresado, juzgado injustamente, torturado y condenado a muerte, ya iba ofreciendo su dolor al Padre por nuestra salvación y pagando el precio de nuestros pecados. Y estando ya colgado en la cruz, en esa terrible agonía, ofrecía su vida por nuestro rescate de la muerte eterna. Y al morir derramando toda su sangre por nosotros, logra saldar la deuda contraída por nuestros pecados y salvarnos.
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El sufrimiento de Cristo es causa de nuestra salvación. Demos gracias a Él por todo lo que hizo por nosotros.
Monseñor.
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