Panamá
Todo lo encuentras en Cristo Jesús
- Monseñor Rómulo Emiliani (CMF)
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Hasta que llegó el tiempo de su manifestación plena en la tierra, con el bautismo en el Jordán, previo los cuarenta días en el desierto.
Primero, observa que Cristo no es un ser que nació como tú y yo. Su orígen es divino. Preexistía antes que el tiempo. Su existencia es eterna. Era Dios como el Padre y el Espíritu. No tiene pues principio ni fin. Por lo tanto estás tratando con un Dios encarnado. Detrás de su existencia humana hay un fondo divino, una esencia eterna de bondad, misericordia, poder, sabiduría, de índole infinita. Al hacerse hombre por obra del Espíritu Santo, no pierde ninguno de sus atributos y esencia divina, sigue siendo Dios, pero renuncia a efectos de una encarnación real, al uso de sus atributos divinos. Tanto amó Dios a los seres humanos, que el Padre entrega a su hijo, por la salvación de todos.
Esta entrega se llama encarnación, que implica vida, muerte y resurrección de Cristo. La encarnación para que sea real implica que Cristo debiera vivir como cualquier hombre y asumirlo todo menos el pecado. Por eso tuvo que nacer del vientre de una mujer, crecer, aprender, formarse como un judío en el uso de la ley, adiestrarse en un oficio como la carpintería y el trabajo en el campo. Tuvo que obedecer en todo a su madre y a su papá adoptivo, asistir a la sinagoga y escuchar al rabino, memorizarse muchos textos de la Sagrada Escritura, trabajar con la madera aprendiendo de José, ir al campo y laborar como un jornalero contratado por un rico en tierras. Se cansaba, sudaba, tenía que descansar, comer, limpiarse, bañarse en el río. Comer algunas veces con abundancia de bienes, otras veces restringido el alimento por falta de ingresos familiares. Ser observado por el régimen militar romano como todos, y medir como joven sus palabras para evitar ser arrestado por conspiración contra el César. Tenía que ver la corrupción del sistema sacerdotal judío, el desprecio de los fariseos a los pecadores, como endiosaban el templo y la ley.
Hasta que llegó el tiempo de su manifestación plena en la tierra, con el bautismo en el Jordán, previo los cuarenta días en el desierto. Y su revelación a los pueblos a través de su palabra y hechos. Y todo eso quedó plasmado en los cuatro evangelios y en todo el Nuevo Testamento, y en el Antiguo leído desde Cristo. Por lo que si tú eres inteligente e iluminado por el Espíritu, podrás encontrar todo lo que necesitas para salvarte en Cristo Jesús. Allí tienes todo. En cada palabra de él, en cada hecho, podrás encontrar un mensaje divino, que podrás entender mejor con el magisterio de la Iglesia. En la vida de Jesús está todo plasmado y resumido. Y su presencia real en la oración personal y comunitaria, en los sacramentos y en la vida de la Iglesia lo tienes todo.
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