Panamá
Voto castigo a tantas mesas de dialogos
Los atenienses, por su parte, aceptaban de buen grado el consejo de un arquitecto cuando se trataba de construir edificios.
- José González Rivera
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- - Actualizado: 26/5/2024 - 12:00 am
En la Atenas clásica, cuna de la democracia, los expertos tenían su lugar, pero solo en la medida en que su opinión sobre una cuestión determinada podía iluminar al pueblo de la Asamblea y ayudarle a tomar decisiones colectivas. Los expertos eran escuchados por los ciudadanos, pero no tomaban decisiones. En otras palabras, en democracia, "no hay expertos en política". La idea dominante de que hay expertos sirve para legitimar el poder de los políticos y reducir al pueblo, inexperto por definición, a opinar de vez en cuando cada tantos años sobre esos supuestos expertos.
Los atenienses, por su parte, aceptaban de buen grado el consejo de un arquitecto cuando se trataba de construir edificios, o de un constructor naval cuando se trataba de construir barcos, pero se cuidaban de no reconocer a estos expertos superioridad política sobre la Asamblea del pueblo. Debemos atenernos a este principio: cualquier pretensión de pericia política es una farsa, y esto también se aplica a los políticos que se presentan como meros "técnicos".
En una democracia, el poder no es una propiedad: es una relación y una actividad que se origina en un espacio público y que está abierta a la participación y a la representación por y para los ciudadanos libres e iguales.'' Como consecuencia, la existencia de la élite política es un escándalo, si se fusiona con las élites sociales corruptas para materializar la división entre la mayoría y la minoría, que obstruye esa apertura y convierte las "reglas" democráticas en una hueca expresión de pura sofistería. La democracia no afirma que el poder corrompa: afirma que, si los ciudadanos ejercen y controlan el poder, éste puede ser la condición de la libertad y la no subordinación personales y políticas.
El panameño se indignó en el último lustro hasta culminar con un voto castigo, un voto con resentimiento por la proliferación de tantas mesas de trabajos y pactos bicentenarios que se utilizaron como democracia "contramayoritaria"; método atractivo de consenso para que los políticos-empresarios-testaferros buscarán acuerdos y proyecciones económicas de forma unánime por coacción. Un estilo de relaciones políticas y sociales en el que la negociación y la búsqueda de acuerdos predominan sobre la consulta y confrontación con el pueblo.
La verdadera función del "consenso" de las mesas de diálogos parecía entonces obvia: permitía prohibir la deliberación colectiva sobre valores y fines comunes, en favor de un acuerdo técnico entre expertos, al estilo de las recomendaciones de una dictadura militar democrática: la era de la autocracia del ebanista. En realidad, la democracia ensalzada por el partido revolucionario no solo fue una democracia "contramayontania" sino también una democracia "contraigualitaria".
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