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Barrera artificial: la gran protectora de Londres
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La barrera del Támesis cumple más de dos décadas como principal protectora de la capital británica.Los expertos creen que la barrera no podrá proteger en el futuro a Londres.Pero no sólo ha evitado las inundaciones en varias partes de Londres; también es considerada una de las obras de ingeniería más extraordinarias del mundo.Se dice que es la estructura móvil más grande del planeta y se ha convertido en uno de los mojones de Londres.Pero algunos expertos subrayan que, debido al cambio climático y las crecidas cada vez mayores del río, la barrera quizás no podrá proteger en el futuro a la ciudad."Si no se toman las medidas necesarias para contrarrestar el cambio climático", dijo a BBC Mundo Marino Estrada, especialista en ingeniería hidráulica y profesor de la Escuela Colombiana de Ingeniería, "la ciudad no estará ya protegida".La última vez que el centro de Londres se inundó por las crecidas del río Támesis fue en 1928, y 14 personas murieron ahogadas.En 1953 ocurrió otro desastroso desborde que cobró 300 vidas, pero en esa ocasión las aguas no llegaron a las zonas densamente pobladas del centro de la ciudad.Si hubiera ocurrido, dicen los expertos, las pérdidas habrían sido inimaginables.Por eso, las autoridades decidieron analizar la forma de ofrecer a la ciudad una mejor protección contra crecidas del río e inundaciones.Se decidió que la solución era una barrera protectora a través del río que incorporara compuertas móviles.La construcción de esta estructura en el Este de Londres comenzó en 1974 y fue utilizada por primera vez en 1982.Entonces, los investigadores complicaron el área de caza agregando una planta.La captura se hizo más difícil.Cuanto más cerca de la planta colocaban al insecto, mayor era el uso que el murciélago hacía del estroboscopio acústico y más tiempo debía invertir en la caza.Además, volaba junto a la planta en lugar de ir directo hacia el insecto.Con la mayor proximidad de la planta al insecto (10 centímetros), los murciélagos tenían serias dificultades en localizar la presa, y fallaban a menudo.Pasaban un promedio de casi minuto y medio volando antes de abortar la operación o fallar.Cuando la planta fue movida más lejos del insecto, la proporción de éxitos subió y el tiempo invertido en la caza empezó a bajar.A unos 20 centímetros de distancia, el 80 por ciento de los intentos de captura tenían éxito, y la duración de la cacería era de sólo unos pocos segundos.Los resultados indican que los murciélagos usan los grupos de sonar estroboscópico para intentar distinguir el insecto de entre el "ruido de fondo".En la investigación también colaboraron Kari Bohn y Hannah Gilkenson de la Universidad de Maryland, y Annemarie Surlykke de la Universidad del Sur de Dinamarca.