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Réquiem habanero a Fidel o la tragicomedia cubana

Las mujeres en la novela son superiores frente a los hombres que han permitido que su personalidad se vea sometida ante Fidel Castro. Marcelo siente pasión por ese pueblo, por ese país, por esa isla y que a partir de esa pasión ha fabricado su propio mundo literario.

Pedro Crenes Castro (Madrid, Especial para Día D) - Actualizado:

Réquiem habanero a Fidel o la tragicomedia cubana

Perfil

Al llegar al Hotel de Las Letras en Madrid, se escuchaba la voz de Juancho Armas Marcelo hablando con su acento cercano al mío. O eso me parece. Iba vestido de negro, de luto, me dije, como Disomediante Malaspina, “El niño de Luto”, de su anterior novela cubana. O será por Fidel, opté, pero tampoco. Lo cierto es que le sentaba bien a la novela que es de lo que hablamos Juancho y yo, de “Réquiem habanero por Fidel”, su tercera novela ambientada en Cuba, ese país que tanta pasión le despierta.

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¿Cómo se te “presentó” la novela?

Tenía previsto escribir una novela que se iba a llamar “El seguroso”. La tenía en la cabeza desde hacía tiempo, incluso cuando terminé “El Niño de Luto y el cocinero del Papa”, pero como estaba escribiendo la novela de Bolívar y Miranda (“La noche que Bolívar traicionó a Miranda”), no me preocupé mucho de ella. Si me venía alguna historia la anotaba, la guardaba en un archivo y ya está. Una noche me levanto para ir al baño y oí que me decía a mí mismo “se va a morir el tipo y no vas a tener terminada la novela”. Y no la tenía ni empezada. Al día siguiente abandoné todo lo que estaba haciendo y me senté a escribir la novela y la terminé en diez meses. Es la novela que menos tiempo me ha tomado escribir y además de manera frenética y pasional y la que más me ha divertido escribir. Quizá por eso me costó tan poco tiempo la redacción, además la tenía muy madurada.

Tercera novela que ocurre en Cuba. ¿Cuba da para tanto?

Sí, y la literatura cubana ha dado para más. Yo solo soy un advenedizo exterior que siente pasión por ese pueblo, por ese país, por esa isla y que a partir de esa pasión ha fabricado su propio mundo literario.

Si me preguntas que con qué credenciales he podido escribir tres novelas sobre Cuba como si yo fuera cubano, siempre digo que soy español canario, la mitad cubano, la mitad venezolano y que si quieren entenderlo, eso quiere decir que soy panameño. Si quieren entenderlo, bien, y si no, que hubieran estudiado más.

¿Cómo llegas a Walter Cepeda?

Walter Cepeda es fundamental en la concepción de la novela, entre otras cosas porque me da el tono, me sugiere que la narración tiene que ser un río de confesión interna, sin que sea un arrepentimiento de su vida, pero sí que el tipo se plantee si realmente valía la pena haber pasado por todas esas penurias y haber asumido esos privilegios para que su mujer se ría, desde hace tiempo, de todo eso, de esa “revolución” suya, y para que su hija se haya exiliado. Es decir, al tipo se le desmorona, se le “desmerenga”, como dice el propio Fidel, todo ese mundo que tenía que construir aquel adefesio que el Che Guevara llamó “el hombre nuevo”. De manera que todo es una ruina y Cuba es, como decía Guillermo Cabrera Infante, “un santuario en ruinas”.

Al llegar al final de la novela te planteas ¿confesión o confusión en Walter Cepeda? Porque, visto desde la “Revolución”, el tipo está confundido…

Walter Cepeda está tremendamente confuso. Cuando oye la noticia de la muerte de Fidel Castro, y sabiendo que le viene de buena fuente, se la toma en serio y lo que hace es tratar de convencerse de que eso es falso y de que Fidel Castro es inmortal como la Revolución y la Revolución es Fidel y ahí se mete en un laberinto de confusiones que le llev an a la confesión y eso es la novela. A Walter Cepeda, coronel retirado de la seguridad del Estado, se le concede un último privilegio en la vejez: de ser chofer para los turistas, lo que no deja de ser una “paradoja” a lo Cabrera Infante, que es no querer ni un turista más en Cuba y ahora, es increíble, lo único que mantiene a Cuba es el petróleo venezolano, que viene de fuera, el dinero que manda el exilio cubano, que viene de fuera y el turismo, que viene de fuera. ¿Qué produce Cuba? Gente de fuera, foralidad. ¿El resultado? una tragicomedia que, si no fuera por la música y el cubaneo, la resistencia de la gente sería mucho más frágil y débil, pero esa capacidad de embromarlo todo, esa capacidad de convertirlo todo en música y en fiesta es lo que ha hecho que se mantenga Fidel Castro, porque no se crean que lo de Venezuela va a salir igual, esa jaulita no va a salir exactamente igual que la otra.

En la página 43, me parece que está la clave del pensamiento de Walter: “… sin dejarme de preguntar ni un solo segundo qué cojones iba a pasar ahora en Cuba, qué iba a ser de nosotros, de los cubanos, de los que hasta cuando la Revolución no era ya la Revolución con la que habíamos soñado seguíamos soñando con la Revolución que habíamos soñado hacer siempre, siempre, carajo, ¡hasta la victoria siempre!”.

Sí, esos son los estereotipos de un pensamiento confuso y de un pensamiento sometido a otro pensamiento que es el pensamiento supuestamente revolucionario. Todo lo que se dijo en Cuba que se iba a hacer en la Revolución no se ha hecho, y lo que se dijo que se iba a hacer bien se ha hecho mal, el resultado: un pueblo en la miseria, un pueblo sin principios, un país que va a necesitar por lo menos dos generaciones para entenderse a sí mismo y para recuperarse de la larga tragedia de la dictadura.

Y las mujeres de la novela, son maravillosas…

Las mujeres son lo más grandioso de la novela porque son lo más grandioso de la vida en Cuba. Son unas mujeres descreídas, descaradas, que no aguantan la película del miedo que no soportan más el terror, que le toman el pelo a la autoridad. Son la encarnación de la libertad, del cubaneo, de la música. La negra Mami es una maravilla, cómo le toma el pelo a Walter Cepeda (Waltel, le dice cuando quiere burlarse de él) y le pide cosas, que busque papeles para la hija, pero él ya no es nadie, y todo es una miseria. La situación de las mujeres descrita en la novela es de superioridad frente a los hombres que han permitido que su personalidad se vea sometida a ese gigantesco personaje de la farsa que es Fidel Castro.

Si te digo la Habana, ¿qué piensas?

En la tragicomedia. Si pienso en las miserias, me entristezco mucho, si pienso en los amigos muertos, igual. Pero si pienso en la cantidad de historias que me han contado esos amigos muertos o muchos de los que aún viven y están muchos de ellos en la novela, entonces te diría que es una ciudad muy divertida. Antonio José Ponte tiene una novela que se llama “La fiesta vigilada” que habla de esto de lo que estamos dialogando. La Habana es eso, una fiesta vigilada.

El caso Padilla ¿fue el peor error de la Revolución?

Es el peor error y lo comete directamente Fidel Castro. Un exceso de soberbia muy frecuente en él. Cree que sometiendo una vez más a los intelectuales con una especie de juicio estalinista, todo el mundo se va a quedar contento y tranquilo y que el mundo en general va a quedarse sorprendido porque el traidor Padilla declara que efectivamente ha sido un traidor. Fidel Castro no se da cuenta de que lo que está haciendo Padilla es un melodrama tragicómico de los juicios estalinistas de Moscú contra los intelectuales. Fidel no se da cuenta de eso, pero el resto del mundo sí. Padilla estaba dando una lección histórica para que se den cuenta de que lo que está pasando en Cuba es que se está generalizando en la vida cotidiana lo que es la dictadura estalinista y que el más estalinista de todos es Fidel Castro.

Mencionas a Cabrera Infante, Edwards, Eliseo Alberto ¿qué más hay que leer para entender, no ya mejor, sino de manera diferente Cuba?

Yo recomendaría leer, de Leonardo Padura, “El hombre que amaba a los perros”. También leer todo Antonio José Ponte y, desde luego, las novelas de Abilio Estévez. También las de Amir Valle. Hay por tanto varios escritores rebeldes contra el totalitarismo que los educó y el resultado literario es brillante y muy valiente.

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