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Un cacique, dos nombres
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Recientemente leí la obra: El cuarto viaje de Cristóbal Colón por los dominios del Quibián veragüense del Dr.Diógenes Cedeño Cenci.Se trata propiamente de una separata del capítulo IV de su libro: Cuarto viaje de Colón por la ruta de las tormentas.En ella, el autor se refiere de manera especial al encuentro de Colón con el valeroso cacique de la región de Veragua, denominado el Quibián.Destaca cómo, debido a los azotes de una tormenta, el 6 de enero de 1503 Colón con sus cuatro embarcaciones (La Capitana, la Gallega, la Vizcaína y la Santiago de Palos) se ve obligado a refugiarse en las tranquilas aguas de la desembocadura del río Kiebra, rebautizado como río Belén, el cual divide actualmente las provincias de Colón y Veraguas.Al desembarcar y observar las riquezas en oro de estas tierras, Colón decide fundar la población de Santa María de Belén.Sin embargo, no logra su propósito, pues pocos meses después de su arribo a los dominios del Quibián, luego de un cruento enfrentamiento es derrotado y expulsado.Así el 16 de abril de 1503, Colón con sus tropas diezmadas abandona para siempre estas tierras, con la frustración adicional de no haber logrado su propósito de asentar la primera población europea en tierra firme americana.En este sentido, el trabajo investigativo del Dr.Cedeño Cenci tiene un valor histórico trascendente puesto que el citado enfrentamiento de Colón con las huestes del quibián veragüense se constituye en la primera y además exitosa insurrección indígena, para tratar de sacar a los españoles de territorio americano.Es innegable que la inteligencia, valentía y autodeterminación de los indígenas de Veraguas encabezados por su líder, no sólo mantuvo a raya por varios años a los españoles, sino que sirvió de inspiración a otros caciques de la América indígena quienes prefirieron morir enfrentados a los usurpadores extranjeros, que doblegarse mansamente ante ellos.Las fuentes bibliográficas que utiliza Cedeño Cenci en su obra para apuntalar los hechos en este refrescamiento histórico, son principalmente las cartas de Colón a los Reyes de España, así como los reportes de escribanos y cronistas que participaron con él en el cuarto viaje.Tal es el caso de Diego Méndez de Segura y el propio hermano de Colón, entre otros.Además, por supuesto se incluye la Historia de Indias de Fray Bartolomé de las Casas, quien por cierto no estuvo en esta travesía, pero se refiere a ella basado en los testimonios de Colón y sus lugartenientes.Me llamó poderosamente la atención la aseveración hecha por el Dr.Cedeño Cenci, cuando plantea en su obra (ver pág.12) que el Quibián y Urracá fueron caciques distintos, de lo cual debe colegirse que estos personajes enfrentaron a los españoles cada uno por su lado, en diferentes momentos y escenarios.Lamento discrepar de esta afirmación tan categórica, pues basado en las mismas fuentes citadas por el autor encuentro suficientes dudas razonables sobre el tema.Prefiero, en consecuencia, plantear la hipótesis de que Quibián y Urracá fueron uno solo, para lo cual presento las siguientes observaciones que ojalá den pie para una investigación a futuro, más profunda y prolija al respecto.Empiezo por advertir que la referencia histórica de Fray Bartolomé de las Casas en su Historia de Indias señala los mismos dominios territoriales (Cordillera de Chiriquí, Bocas del Toro y Veraguas) tanto para el Quibián mencionado por Colón como para Urracá.De ser cierto que se trata de dos personajes distintos cómo se explicaría que siendo coetáneos pudieran ejercer su extraordinario liderazgo sobre el mismo territorio, sin llegar a unirse frente al enemigo común.En segundo lugar, según palabras del propio hermano de Cristóbal Colón, citado en la obra de Cedeño Cenci, “los indígenas llamaban quibio a sus reyes” (ver página 13).Me parece, en consecuencia, comprensible admitir un posible error de los españoles al considerar Quibián como un nombre en lugar de entender que los indios se referían en lengua Ngobere al cargo que ocupaba el jefe indígena de la región.Adicionalmente sobre el propio origen del término Quibián un importante aporte encontramos en la obra de Pastor Durán Espino titulada Por las sendas de nuestros antepasados de donde extraemos la siguiente cita: “Los españoles llegaron a Veragua y preguntaron por el cacique, quien se encontraba tomando una siesta.Los indios respondieron -Kübién-, palabra que en el idioma Ngobere significa: duerme.Fue así como los extranjeros anotaron que el cacique se llamaba Quibián”.A mi lógico entender y en atención a esta referencia de Pastor Durán, el cacique que dormía su siesta en aquel momento bien podía haber sido Urracá.Es importante destacar también que Fray Bartolomé de las Casas en su Historia de Indias narra que los españoles al mando de Gaspar de Espinoza en 1520 al arribar en busca de oro a las cercanías de Veragua en el lugar que hoy se conoce como Montijo, recibe confirmación del cacique Cébaco que el dueño y señor del oro de estas tierras era Urracá conocido por ellos como el “Señor de la Sierra”.Ya antes el propio Fray Bartolomé de las Casas, por referencia de las cartas de Colón a los Reyes de España (1503) narra también en su Historia de Indias que el denominado Quibián era conocido por los indios de la región de Veragua como el “Señor de la Tierra” En verdad, esta homonimia resulta sorprendente y curiosamente extraña, si nos resignáramos a creer que Urracá y Quibián eran personas distintas y no uno solo como yo prefiero pensar, salvo mejor criterio.Un argumento adicional sobre la unicidad de la personalidad de Urracá y el Quibián lo tenemos en la extraordinaria similitud de las características físicas descritas para ambos por el propio Fray Bartolomé de las Casas: musculatura, porte, valentía, inteligencia, liderazgo y carisma de guerrero, por encima de lo normal.Finalmente, consideremos otro hecho histórico extraído del Tomo III de la Historia de Indias del fraile Bartolomé de las Casas, en donde aparece copiosa información sobre las luchas del caudillo de Veragua.Luego de la humillante derrota sufrida por Gaspar de Espinoza y Pedrarias a manos de Urracá en las llanuras de Coclé, el cacique Urracá organizó en 1527 una poderosa confederación de pueblos indígenas contra los españoles en el preámbulo del célebre enfrentamiento en Natá que más tarde sería conocido como.“La batalla de las razas”.A ese encuentro acudieron los grandes señores de Veragua entre ellos los caciques Trota, Ponca, Duraria, Guisia, Guaniagua, Tabor, Chiracona, Huisia, Esquegun, Bulabá, Raquegua, Musa, Sambú y Chocó.Por demás, en ese momento los conquistadores solo habían logrado derrotar y tener a su servicio a los caciques Cébaco, Mariato, Bericó, Natá y Nomé.Es decir, no aparece mención del Quibián por ningún lado, lo cual no parece lógico dada su reconocida beligerancia y cualidades de guerrero, supuestamente en el mismo entorno o escenario de los hechos.Pero bien, al margen de las consideraciones o recuerdos anecdóticos de las rebeliones indígenas durante la llamada conquista española en el istmo y al margen también de si se logra o no aclarar para beneficio de la historia lo planteado en este escrito, pienso que el reconocimiento legítimo, al fenómeno social desarrollado en nuestro suelo durante el siglo XVIII y que tuvo como protagonistas a los indígenas de aquella época por la defensa de nuestra soberanía territorial debe estar a la altura de la valoración que hoy todos les damos sin mucho esfuerzo a los mártires de enero que ofrendaron su vida, esta vez por la defensa de la soberanía canalera en 1964.La ocasión es propicia para devolver su significación raizal a la celebración el 12 de octubre como el Día de la raza y empecemos, por ejemplo, a dejar de regalarle distinciones cuestionables a Balboa quien en una de sus cartas a los reyes de España (1513) se regodeaba y enorgullecía de destazar a los indios con su amado perro “Leoncico”.Sería bueno que la Asamblea de Diputados desempolvara el proyecto de ley que hace muchos años logró incluso aprobarse en tercer debate, mediante el cual se creaba la condecoración Cacique Urracá.La condecoración consistía en una medalla de oro de 18 kilates, con un diámetro de seis centímetros la cual se otorgaría cada 12 de octubre a personas que con su trayectoria hayan defendido los derechos humanos de los indígenas o a personalidades distinguidas que visiten nuestro país.Otro tanto podría hacerse, aprovechando que se ha decidido mover para otro sitio la estatua de Balboa y tomar la iniciativa de al menos colocar frente a ella en el nuevo sitio escogido, una emblemática estatua del cacique Urracá de igual majestuosidad eso sí que la que corresponde a su extraordinario legado.Estas cosas hay que hacerlas, Señor Presidente, para beneficio y fortalecimiento de nuestra cultura raizal y sobre todo como bien dijo en una ocasión el escritor veragüense Carlos Francisco Changmarín, evitar que otros Balboas en tiempos modernos vuelvan a ajotar sus perros en contra nuestra.