Dejar una huella en la historia
Por eso al mejorar nosotros y convertirnos en personas pacíficas, compasivas, promotoras de una vida nueva donde impere el amor, construyendo el Reino de Dios en la tierra, estamos dejando una huella positiva en nuestra marcha por el mundo.
Cada uno tiene una misión, única, sagrada, original. Y cada uno por su paso por este mundo tiene que dejarlo mejor que como lo encontró. Foto: Freepik.
Todos estamos de paso, por la existencia, en la tierra. Algunos viven más, otros menos. Todos traemos nuestra carga genética, tenemos nuestra propia historia y condicionamientos. Y cada uno tiene sus dones y carismas propios.
Cada uno tiene una misión, única, sagrada, original. Y cada uno por su paso por este mundo tiene que dejarlo mejor que como lo encontró. Nuestra tarea consiste en ir promoviendo un crecimiento humano completo, empezando por cada uno, para que la humanidad se supere cada vez más.
Tanto en conocimiento, solidaridad, compasión, bienestar, armonía entre todos, religiosidad, arte, justicia, respeto a la vida y a la dignidad humana, promoción del bien común. El asunto es que sigamos avanzando, trascendiendo, elevando el nivel de conciencia humana del misterio divino, purificándonos de tantos malos hábitos sociales y personales.
En ese crecimiento integral, la humanidad debe ir superando el estar en continuas guerras y conflictos, porque la historia es un reguero continuo de sangre que ha diezmado poblaciones enteras. Nada más recordar los más de cuarenta millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial y sus grandes secuelas.
Y estamos al borde de una tercera guerra mundial donde el desastre sería global con el estallido de cientos o miles de bombas nucleares, que arrasarían con gran parte de la población del mundo y el nivel de radiación acabaría lentamente con el resto. Además, que afectaría toda la fauna y flora, ocasionando gran hambruna en los que queden vivos.
Por eso al mejorar nosotros y convertirnos en personas pacíficas, compasivas, promotoras de una vida nueva donde impere el amor, construyendo el Reino de Dios en la tierra, estamos dejando una huella positiva en nuestra marcha por el mundo.
Es sembrar algo nuevo que irá lentamente creciendo a lo largo de nuestra generación y las que vienen. Y eso en el campo familiar, laboral, social, religioso, científico, deportivo, en cualquier ambiente donde nos movamos. No sabemos el bien que podamos estar haciendo.
Una palabra oportuna, un consejo adecuado, un acto de amabilidad, un hecho generoso, una idea luminosa dada a un grupo, una oración por otras personas, una postura valiente de lucha por el bien común, todo lo que nazca del amor, tendrá repercusión en los demás. Aunque no nos demos cuenta. Porque somos parte de un todo, donde lo de cada uno y lo de todos influye en todo.
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Por eso es bueno revisar nuestra vida, nuestra trayectoria y preguntarnos si estamos dejando una huella positiva o negativa en los demás. Porque eso influirá para bien o para mal no solo ahora, sino para las próximas generaciones.
Monseñor.
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