España no existe
"… pues bien: la vida social española ofrece en nuestros días un extremado ejemplo de este atroz particularismo. Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimentos estancos".
España no existe
El título deliberadamente provocador de la serie de artículos que pretendemos publicar aspira a retomar el debate histórico sobre España reavivado por la actualización del proyecto secesionista de Cataluña. La presencia multicultural de romanos, cartagineses, godos, árabes, en diversas etapas es el origen del nacionalismo regionalista que fractura la unidad de España. Julio César conquistó los desperdigados pueblos de la remota Iberia, que se integraron al Imperio romano en tiempos de Augusto.. Pero esta integración romana fue el principio de la futura desintegración. Los godos estabilizaron un tiempo la influencia germánica con el Fuero Juzgo y el Código de Eurico. Cuando el Conde Julián en venganza por las maldades del rey godo Vitiza abrió la puerta de la invasión árabe se acumuló otra diferente herencia étnica y cultural en el proceso formativo, o degenerativo, de la unidad de España. En 1927, José Ortega y Gasset analizó en "España invertebrada" los gérmenes del fragmentarismo generado por los invasores galos, romanos, cartagineses, vándalos, moros, ( por judíos responsables de otro tipo de invasión). Aquellos invasores se desvanecieron en las nieblas de la historia. Sin embargo, dejaron huellas de diversa naturaleza que no ha superado la España contemporánea. Ortega estampó juicios que inspiran nuevas reflexiones: "No es necesario ni importante que las partes de un todo social coincidan con sus deseos y sus ideas; lo necesario e importante es que conozca cada una, y en cierto modo viva, los de las otras… pues bien: la vida social española ofrece en nuestros días un extremado ejemplo de este atroz particularismo. Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimentos estancos".
Desde la Edad Media existieron monarcas regionales de dinastías estragadas por rivalidades, incluso fratricidas. Como cada monarquía quiso tener gobierno propio -presagio funesto de las autonomías-, no existieron códigos nacionales sino ordenamientos jurídicos parciales en Burgos, Alcalá, Segovia, Toledo, y otras comarcas. "Las Siete Partidas" de Alfonso X el Sabio no alcanzaron vigencia duradera y, de cierta manera, contribuyeron a su derrocamiento por la conspiración de sus hijos. El Fuero Juzgo fue de jurisdicción castellana. La Reina Isabel la Católica consolidó la hegemonía de Castilla con la fusión de la corona de Aragón, a la que perteneció Cataluña, abriéndose desde entonces las grietas del separatismo, en Euzkadi, las islas Canarias, Galicia. Castilla debió a la última descendiente de los Trastámaras la conquista de América y la derrota de los reyes moros. Sin embargo, la supremacía castellana en la lengua y el predominio geopolítico agrandó la escisión lingüística y el centralismo administrativo. Los catalanes, los gallegos, los vascos, los valencianos, validaron sus idiomas, sentándose el castellano como una presunta lengua nacional. Hoy en día la televisión de Cataluña, Galicia, Vasconia, se expresan en sus lenguas regionales.
En el fondo, la llegada de los Habsburgos al trono de España con el borgoñés Carlos de Gante, radicalizó las discordias regionales. Carlos V fue considerado un extraño por los españoles, producto exógeno de la herencia del abuelo paterno Maximiliano de Austria. El rey no hablaba castellano. Llevó una comitiva de astutos asesores de Borgoña (Gattinara, Xevrés, Granvela) ajenos a las vivencias españolas. Se engendró un nacionalismo agresivo que desembocó en la guerra de las Comunidades, en la que intervinieron catalanes contra Carlos V. Se quiso revivir el Sacro Imperio Románico Germánico. La bandera española flameó en Sicilia, el Milanesado, los Países Bajos, el Nuevo Mundo. Pero la gangrena de la desintegración interna carcomía sus entrañas.
Escritor, periodista, abogado y diplomático