La pospandemia y la Política Económica en Panamá
... hay que ir planeando cómo manejaremos el ahorro nacional, especialmente concentrado en las reservas de la Caja del Seguro Social: como eficientamos y humanizamos el sistema de salud pública para evitar no tan lejanos traumatismos.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 31/7/2020 - 12:00 am
Cualquier alumno de primer curso de Economía conoce el canónico modelo de flujo circular de la renta.
Y sabe que la interrupción de los flujos nominales de ingreso (salario, renta e intereses, básicamente controlados por las familias de un país) acabará afectando los flujos reales (la producción y el trabajo de las empresas).
Si además se desagregan los componentes de la demanda y los sectores del producto global (esto es los sectores económicos internos) y los intercambios con el resto del mundo (importaciones y exportaciones), se puede tener una idea bastante razonable de lo que ha acontecido aquí, resultando en una caída del producto que ya CEPAL estima en el 6% de nuestro PIB, y un agravamiento de la pobreza, por el desempleo galopante que se une a los históricos bolsones de pobreza y pobreza extrema del país (una cifra que se acerca al millón de personas).
Si eso no enciende las alarmas… nada lo hará.
En suma, Panamá se enfrenta a lo que los economistas llamamos un doble shock: el de la oferta (sector productivo) y el de demanda (ingresos).
La única manera de sortearlo es mediante una “inversión” de rescate que, de manera equilibrada, mantenga la demanda interna, vía subsidios escalonados y diferenciados para las familias (por nivel de ingreso, por zona geográfica y por condición socio laboral).
Por otra parte, un subsidio estatal a las pequeñas empresas, que son las mayores generadoras de empleo en cualquier país, con énfasis en las cadenas de producción agroalimentarias y de algunos servicios.
Además, el Estado deberá echar a andar un agresivo programa de inversión pública, que como Keynes diría hay qué hacer, aunque el Estado pague para que unos abran huecos y otros los cierren.
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En suma, buscar un efecto multiplicador del gasto y de la inversión pública, que sirva de amortiguador social, soporte y motor a la golpeada economía empresarial del país.
Igualmente hay que ir planeando cómo manejaremos el ahorro nacional, especialmente concentrado en las reservas de la Caja del Seguro Social: como eficientamos y humanizamos el sistema de salud pública para evitar no tan lejanos traumatismos.
A todo ello, habrá que pensar en una reforma fiscal que ponga el grueso de los ingresos del Estado para su obra de reconstrucción sobre las grandes empresas y otros contribuyentes hasta hoy privilegiados, esto es, banca y servicios financieros.
No hay de otra. O perdón, sí hay de otra: y es que el Estado permita el empobrecimiento acelerado de más masa de población y de luz verde al proceso de concentración de capitales que termine por hacernos los campeones de la peor distribución del ingreso del mundo, una carrera en donde nos hemos empeñado por décadas.
Pues, los bancos no tendrán más que secuestrar activos y los grandes capitales adquirir a precio de remate toda suerte de activos, desde edificios, terrenos y empresas completas.
Es para evitar eso, que el Estado debe intervenir y, con suma prudencia, transparencia y eficiencia manejar el gasto y re-programar la inversión.
Las medidas que comentamos han sido evaluadas a mano alzada en cifras que rondan los 6 mil millones de dólares (vr.gr. Felipe Argote en sesudos planteamiento) que es una cantidad nimia comparado si se profundiza la crisis humanitaria y el desastre económico que está en las puertas.
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Recordemos que en Economía toda acción u omisión de la acción tiene un costo.
Si el gobierno no quiere enfrentar rápida e inteligentemente esta situación, seguirá anunciando paños tibios y mareando la perdiz con anuncios extemporáneos e inocuos cuando no francamente lelos, vr.gr. campaña de turismo Interno.
Eso es crimen económico de lessa patria. Cada momento perdido eleva los costos del rescate, significará más desempleo, más pobreza y solo beneficia a los que pueden darse el lujo de esperar para saltar sobre la presa fácil.
Así pues, que los asesores económicos y Presidencia se ganen bien su salario que también nosotros pagamos con nuestros impuestos.
No puede ser que seamos doblemente esquilmados.
Denos una hoja de ruta económica pronto. Y, entonces, llame el gobernante a una mesa tripartita para ver cómo se reparten los costos y se afinan detalles entre los grandes actores de esta tragedia. Y que se discuta sobre cifras, supuestos y modelos, y no meramente se imponga una visión única de una cuasi ciencia como lo es la Economía.
Pero por misericordia divina: dejen de prenderle solo velas a unos viejos gurús que no pasarían un nuevo examen de Economía Contemporánea.
Lo que lograrán, si están obnubilados, será que este país termine en la debacle. Y recuerden: siempre hay otra manera de hacer las cosas. Sobre todo, de hacerlas bien.
Es el momento de construir una Economía Humana y Verde, innovadora, propia de los retos del siglo XXI.
Panamá, sí tiene futuro si ponemos primero la palpitante y sacrosanta vida de panameños y panameñas y no la luminiscencia fría los guarismos en los registros bancarios.
Economista. Consultor y Docente universitario.
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