Panamá
Los pecados capitales, la envidia
Te oxida el no poder verte al mismo nivel, estás hundido en un pozo y todos los que te acompañan escapan de él.
- Alonso Correa
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- - Actualizado: 30/9/2023 - 01:13 am
Verde. La envidia te consume, te corroe. Ves en los demás las piezas que le faltan a tu vida. Encuentras en los otros lo que ansía tu corazón. La envidia te susurra, te confunde, te enfurece, te ciega. Es agobiante vivir pensando en los demás, es ahí donde se halla el veneno de este pecado.
Te oxida el no poder verte al mismo nivel, estás hundido en un pozo y todos los que te acompañan escapan de él. Sientes como te aplastan millones de realidades de las que tú no eres partícipe. Suplicas, deseas, esperas, pero la vida no te entrega aquello a lo que aspiras.
Entonces es la vida misma la que se niega, y no tú, a que tus más grandes sueños se hagan realidad. Es culpa de la vida, del destino, de Dios, que a ti no se te cumplan los sueños. Los culpables son los demás, el culpable es aquel que tiene, al que le sobra y, en su ignorancia más absoluta, no te lo da a ti.
Eso es la envidia, buscar, como un perro hambriento entre la basura, las cualidades, atributos y virtudes que se anhelan. De eso trata la envidia, el espiar a los que te rodean, rebuscando que te falta.
La envidia es una venda, una niebla que te revela males invisibles. La envidia, una semilla plantada por aquellas efigies que nos bombardean desde todos los frentes, es un mal que está enraizado en el alma humana. Esta dama vestida de plástico, llora para que le hagas caso, quiere que sientas lo que ella siente, quiere que odies como ella odia. Hace que la vida no sea vida, que se perciba como una carga, que esta realidad esté vacía sin aquello que crees necesitar. La envidia te drena, te aleja de la felicidad, la envidia es contagiosa, hereditaria.
La envidia es tan contagiosa, tan infecciosa, que puede colonizar naciones enteras. Un Estado envidioso de sus fronteras, una generación envidiosa de su tiempo. La envidia industrializada es la cultura del robo y de la delincuencia, es la ley del hurto, es la Venezuela de Chávez, la Argentina de los Kirchner. Un país sumido en la envidia son las masas agitadas por la bandera de la República. Son miles de enfermos de ceguera, incapaces de verse a ellos mismos trabajando por lo que desean.
Las aciones envidiosas escupen semillas de odio en sus discursos, alejándose de su propia responsabilidad, porque esa es la mayor característica del envidioso, el desconocimiento más completo del compromiso propio con sus sueños.
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