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¿Qué es la mística?
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Ruling Barragán / Docente (opinion@epasa.com) / -La palabra ‘mística’ hace fruncir el ceño a escépticos, agnósticos o ateos, al tiempo que inspira respeto y admiración en muchos creyentes.Esta palabra es una de las más confusas y complejas que puede haber y la experiencia que supone o a la cual alude, una de las más controvertidas.Esto se debe a que la palabra ‘mística’ y otros términos o expresiones relacionadas (e.g., ‘misticismo’, ‘experiencia mística’) tienen numerosos y diversos sentidos.Algunos de estos convergen en alguna medida y otros tienden a diverger, al grado que por ‘mística’ se puede entender cosas bastante distintas.El propósito de las siguientes líneas es aclarar un poco esta rara palabra y valorar otro tanto la extraña pero importante experiencia a que nos refiere.En cuanto a su significado, la palabra se asocia a cierto ‘mutismo’, a ‘lo que no se puede decir’, por referirse a una experiencia ‘inefable’, inapresable por el pensamiento y el lenguaje humano.La mística indica así un fenómeno inusual y radical de nuestra vida interior.Por su naturaleza, es inaccesible o intransmisible a los demás.En especial, se le atribuye la capacidad de transformar moralmente nuestras vidas para bien, a un grado o nivel inusitado.Contrariamente a lo que se suele creer, la experiencia mística no siempre consiste en visiones (de Dios, u otros seres sobrenaturales) u otras percepciones ‘extrasensoriales’.De hecho, algunos sostienen que las experiencias místicas (al menos, una clase de ellas) no consisten en ninguna ‘experiencia’.Más bien, indican un cambio o giro fundamental en nuestro modo de percibir nuestro entorno e interior.Así pues, lo que ocurre en realidad no es una ‘experiencia’, sino un modo distinto, profundo y permanente, de percibir la realidad.Por supuesto, un modo de percibir la realidad que brinda un bienestar extraordinario a la persona que lo posee.Al respecto, el rasgo moral más notable que caracteriza la experiencia mística es la ausencia de todo miedo (en especial, el miedo a la muerte), de apegos (a la fama, el poder, o el dinero, entre otros) y la presencia de un bien extraordinario en su persona.Gracias a su experiencia, el místico se convierte naturalmente en una persona más justa, buena y feliz.Es lo que algunos denominan como ‘autorrealización’.Culturalmente, la mística se asocia siempre a las tradiciones religiosas, mas puede darse al margen o fuera de estas tradiciones.Para algunos de sus estudiosos, la mística constituye la esencia de la religión, al grado de que los dogmas y rituales religiosos carecen de sentido sin ella.Muchos afirman que en y gracias a la experiencia mística, las religiones convergen.O, por lo menos, convergen en el individuo que tiene esta experiencia.Así, por ejemplo, el célebre místico andaluz Ibn Arabi escribe que, al encontrar a Dios, ‘el corazón se transforma en un templo, mezquita, sinagoga, monasterio, o incluso en la colina sobre la que pasea una gacela’.En efecto, muchos místicos dicen experimentar una unidad y armonía primordial que permea todo.En virtud de esta, las diferencias que se dan entre las religiones pasa a un segundo o tercer plano.LA PALABRA SE ASOCIA A CIERTO ‘MUTISMO’, A ‘LO QUE NO SE PUEDE DECIR’, POR REFERIRSE A UNA EXPERIENCIA ‘INEFABLE’, INAPRESABLE POR EL PENSAMIENTO Y EL LENGUAJE HUMANOS.Es difícil identificar y clasificar a los místicos.Cada uno imprime su talante personal y cultura particular a la experiencia que describen.Por ello, no pocas veces hay disenso sobre quién podría considerarse un místico y por qué razones.No obstante, a pesar de sus diferencias personales y culturales, existe un consenso entre los especialistas (teólogos e historiadores de las religiones, entre otros) acerca de los místicos.En la historia de Occidente, se identifican como tales a algunos filósofos paganos, como Platón y Plotino, y a muchos santos cristianos, como San Francisco de Asís o Santa Teresa de Ávila.En el Islam, tal vez hemos escuchado de Rumi, Rabia o Surawardi.En el Oriente, de Buda, Lao Tse y Chuang Tsu.Sin embargo, todos estos místicos pertenecen a siglos pasados.Aunque menos escuchados, en nuestros días, existen algunas figuras que se perfilan como místicos, aunque deberán pasar por la prueba del tiempo, para confirmar que lo sean.Jerry Foster y Eckhart Tolle son algunos nombres que podría ignorar o desestimar el lector.No es necesario creer (o dejar de creer) en Dios o en una religión en especial para apreciar el gran valor estético y moral que expresa la experiencia mística.Solo basta cierta sensibilidad e inteligencia para captar el bien y belleza que denotan las vidas de los místicos.Así pues, ante la experiencia mística, ateos, agnósticos o escépticos no tienen por qué fruncir su ceño con desaprobación.Antes bien, pueden asentir positivamente, junto a los creyentes, a uno de los más singulares y apreciables fenómenos de la humanidad.