Humanidad
¿Quo vadis?
El verdadero progreso mundial consiste en vivir una vida sencilla, de aire puro, vida religiosa y solidaria. Pero, sobre todo, una vida dedicada a los valores morales, pues son estos los que nos van indicando el camino correcto y directo a otros cambios.
- María de Lourdes de Townshend
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- - Publicado: 13/9/2021 - 12:00 am
Desde tiempos ancestrales, esta expresión nos hace reaccionar y nos invita a pensar en su significado. ¿Sabemos dónde vamos y qué debemos hacer para mejorar nuestro futuro personal, moral, religioso y humanitario? ¿Hacemos lo debido para que la humanidad pueda disponer de los elementos que necesita para futuras generaciones?
Eso conlleva muchísima filosofía. En realidad, es muy fácil. En la gran complicación de este mundo, existe una manera de organizar un verdadero cambio. Volver a lo básico, pues todo ese progreso que dice ser para beneficio de la humanidad, está muy mal orientado.
El verdadero progreso mundial consiste en vivir una vida sencilla, de aire puro, vida religiosa y solidaria, pero, sobre todo, una vida dedicada a los valores morales, pues son estos los que nos van indicando el camino correcto y directo a otros cambios.
Muchas personas se preguntan ¿Adónde va mi vida?, pero no se paran a preguntarse: ¿qué puedo hacer para mejorar mi vida y la de los demás?, sino que siguen con la misma apatía de hoy no, mañana sí, y total, nunca llegan a realizar ni sus sueños, ni nada positivo.
La pregunta correcta es qué puedo hacer hoy a favor de mi comunidad y de la humanidad, que impacte en las futuras generaciones. No tiene que ser excepcional, pues los santos no llegaron a ser por cosas sobresalientes, sino por sus acciones diarias, que redundaron en un gran bien y, de esa manera, tuvieron un impacto tremendo hasta los tiempos modernos, en todos los ámbitos.
Jóvenes, es su oportunidad de sobresalir. Lleven a cabo sus ideales con alegría, con valentía y con amor. Compadezcan al que sufre, al abandonado, al que no puede valerse por sí mismo, empezando por los ancianos, sobre todo que por su condición y vulnerabilidad, sus debilidades y limitaciones, son los que más necesitan de una mano amiga. Y es tan fácil socorrer sus necesidades.
Tenemos a los indigentes abandonados de una manera u otra, esposas abusadas, niños que no saben el porqué no han tenido una familia y añoran ese cariño de unos padres amorosos y dedicados. Profesionales que no les valoran su talento, y muy buenas personas en la empresa privada y gobierno, que pasan desapercibidos en sus trabajos, que llevan a conciencia pero que nadie nota; niñas embarazadas que se llenan de desesperación y quieren abortar a esas criaturas inocentes, y si nacen, los tienen que dar en adopción o abandonar porque no tienen la madurez, los medios ni el apoyo necesario.
De todo esto, se derivan grandes problemas en la juventud y se dedican a tareas poco recomendables. ¿Adónde vamos? ¿Seguimos un camino justo en las leyes y con nuestro prójimo, o simplemente, andamos como las maletas?
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¿Adónde vamos? Nos hemos puesto a recapacitar en esta pandemia ,¿cuánto bien podemos hacernos y hacer a los demás? Tan sencillo. Seguir un plan de cambio en nuestra vida. Buen comportamiento, buena alimentación, vida sencilla, sin juzgar ni criticar. Practicar aptitudes que nos distraigan nuestra alma y nuestra mente. ¿Tenemos a Dios como centro de nuestras vidas? Él es el que guía nuestra existencia, y el único que puede fortalecer cualquier debilidad que sintamos.
Nadie piensa en su futuro espiritual, y es tiempo que hagamos un examen de conciencia profundo, no sabemos si nuestra vida será corta o larga. Mejor estar preparados, y hacer un alto en nuestro camino para fortalecer nuestro camino, y contribuir a un mundo mejor.
Jubilada.
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