"Retomar la vida" vis "vuelta a la nueva normalidad"
Los ciudadanos debemos aprestarnos al combate por una nueva realidad de la vida y no del lucro; de los derechos y no de los privilegios; de las transformaciones profundas y no de los cambios cosméticos...
Una realidad que me niego a denominar "vuelta a la nueva normalidad" porque me temo que esa supuesta normalidad sea un intento de retorno a más de lo mismo. Foto: EFE.
Los indicadores sanitarios parecen converger hacia el momento en que la sociedad panameña deba retomar el curso de la vida.
No el curso normal de la vida ni mucho menos una "nueva normalidad" que sea casi un calco de la antigua normalidad.
Hacerlo indicaría que nada habríamos aprendido de vivir esta pandemia y la modalidad "anormal" de confinamiento social.
Una de las ventajas de las crisis es que nos permiten mirar las cosas desde otros ángulos.
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El COVID-19 nos ha forzado observar el mundo natural y social de otra manera.
En la antigua normalidad (la supuesta normalidad) hemos dado por sentado y, en la práctica, por bueno, que el 10% de los hogares más ricos tenía un ingreso de casi 40 veces el ingreso del 10% de las familias más pobres; que el 20% padezca pobreza multidimensional; que el sistema de seguridad social se vaya a pique porque ni el Estado ni una importante cantidad de empresarios evaden poner en la Caja lo que corresponde: la dualidad en calidad del servicio de salud pública; que hoy se mueran 5000 panameños mayores de 60 años, en cinco meses, por enfermedades no trasmisibles; que un 10% de la población no tenga acceso a agua; que el 30% de la población sobreviva con menos del ingreso mínimo; que un 40% mal viva en la informalidad.
No en vano el último cálculo de pobreza multidimensional aclara que los mayores determinantes de pobreza en Panamá son: "Logro educativo insuficiente (12.2%), Precariedad del empleo (10.4%), Acceso a servicios de salud (8.6%), Manejo inadecuado de la basura (8.3%) y Desocupado y trabajador familiar sin pago (8.0%), explicando en conjunto un 47.6% del índice." (MEF, Panamá, 2018).
Que hay otras situaciones en otros lados mucho peores… ¡Sin duda!
Mire el grueso de Centroamérica, con la excepción hecha de Costa Rica. (Sin lugar a dudas, dos son las instituciones que hacen la diferencia aquí y allá: la Seguridad Social, pese a todas sus falencias, que carga con el grueso de los servicios médicos de salud a costa del aporte de los asegurados; e instancias como el Ifarhu, el Instituto Gorgas e Indicasat, que van mostrando a dónde habrá que poner la carne –el billete- en el este nuevo asador post-pandemia: ciencia, salud, educación de calidad).
Y que ha habido otras situaciones de mejor manejo, tampoco hay dudas.
La salud pública costarricense debemos estudiar mejor en temas de buenas prácticas, así como su política industrial del país limítrofe, en materias replicables en la agroindustria y la industria alimentaria en particular.
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E igual la de Uruguay, naciones que por nivel de su desarrollo humano, tamaño de población y producto bruto per cápita son referencias más realistas que la de Corea del Sur, Taiwán, Singapur o Hong Kong que han llenado los temas de escenarios prospectivos de muchos gurús empresariales en Panamá.
Hemos tenido más suerte que otros en que la conducción sanitaria haya estado en manos de un equipo de salud probo, eficaz y transparente, a quien el Presidente ha hecho caso. (No más hay que ver las imbecilidades casi diarias del gobierno Trump, del atrabiliario Bolsonaro y del mentecato López Obrador.)
Pero una cosa es liderar el confinamiento y la pesquisa sanitaria, y otra armar la panoplia de medidas en el plano económico y social para las cuales las menos malas son las de la democracia transparente y efectiva.
En este escenario mucho puede y debe ser inédito en el actual momento político donde se diseña el plan nacional de retorno a la vida social post confinamiento.
Una realidad que me niego a denominar "vuelta a la nueva normalidad" porque me temo que esa supuesta normalidad sea un intento de retorno a más de lo mismo, con ese gatopardismo mediático del hacernos creer que todo cambia para que nada cambie en realidad.
Los ciudadanos debemos aprestarnos al combate por una nueva realidad de la vida y no del lucro; de los derechos y no de los privilegios; de las transformaciones profundas y no de los cambios cosméticos que para la clase profesional panameña, nos hemos permitido para escarnio propio.
Hemos sido profesionales, pero no ciudadanos.
No creamos una nueva realidad.
Y esta lucha es política, en el sentido, que lo que hay que cambiar es la distribución del poder decisorio, en especial del Estado, a fin de que el Estado que a todos representa, represente privilegiadamente a la inmensa mayoría, y no a la minúscula oligárquica financiera y trasnacional.
Economista. Docente y gestor universitario.