El rico Epulón
¿Y por qué se condenó el Rico Epulón? No por rico. Se condenó por insensible, por ser indiferente al dolor de los demás, por no padecerse del sufrimiento, del hambre de Lázaro. Por no comprender que en el otro, en Lázaro estaba Dios.
Jesús nos impacta con esta parábola tan impresionante. Habla de un señor muy rico que banqueteaba espléndidamente todos los días con sus amigos y en una casa señorial rodeado de criados y jardines.
Allí estaban los señorones comiendo y bebiendo, charlando y riendo, y aunque la servidumbre no permitía que los pobres llegaran a la mesa del rico, Lázaro, pordiosero, quizá arrastrándose se colaba confundiéndose entre los perros, buscando algo de lo que caía de la mesa del rico Epulón.
De seguro tenía que pelearse con los perros y defender su pequeña presa, pero también los canes se compadecían del pobre, lamían sus heridas y dejaban que el pobre viejo comiera.
Lo cierto es que, como así sucede siempre, al final la muerte llega y ambos dejaron la vida.
La pompa en el funeral del rico se diferenciaba del entierro como "perro" que le darían al pobre Lázaro, que aparecería muerto en cualquier cuneta del camino y fuera sepultado en fosa común de pobres.
Y dice Jesús que Lázaro fue llevado al cielo, "al seno de Abrahán", y el rico Epulón, ahora el "pobre hombre", llevado al infierno.
Allí se desesperaba por la terrible sed y los tormentos. Pidió clemencia a Abrahán. "Por favor, manda a Lázaro que moje con su dedo un poco de agua y venga a calmar la sed abrasadora de mis labios". "No se puede pasar al otro lado entre ustedes y nosotros. Hay un abismo infranqueable", respondió Abrahán.
¿Y por qué se condenó el Rico Epulón? No por rico. Porque quien tenga muchos bienes y es compasivo y comparte lo que tiene, ojalá tenga más para compartir más.
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Si es una persona desprendida, desapegada de sus bienes y es generosa y hace el bien con lo que tiene, ayudando a todos lo más posible, ese dinero compartido es bendición para otros y para él tabla de salvación eterna.
Se condenó por insensible, por ser indiferente al dolor de los demás, por no padecerse del sufrimiento, del hambre de Lázaro.
Por ver que este hombre lleno de harapos, enfermo, se arrastraba para llegar a la mesa de él y junto con los perros comerse un pedazo de pan.
Se condenó por no importarle el sufrimiento del otro. Por no ser compasivo, misericordioso y solidario.
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Y la Palabra es tan clara. Se fue al infierno por egoísta. Por no comprender que en el otro, en Lázaro estaba Dios.
Por creer que lo que tenía era solo para él. Que nunca iba a morir. Que mientras él estuviera bien, lo demás no importaba. ¡Pobre, pero muy pobre el rico Epulón!
Monseñor.