Epicentro
Sobre la moralidad pervertida o “juega vivo”
La moralidad pervertida, torcida y permisiva del votante, permite muchas veces que el producto de las elecciones sea también del mismo corte: voraz, irreflexivo, egoísta e ignorante hacia la necesidad social...
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 09/12/2019 - 12:00 am
El reconocido psiquiatra, Victor Frankl, nos presenta a través de su obra El Hombre en Busca de Sentido, las realidades que forjan a un ser humano luego de estar expuesto a privaciones y a torturas prolongadas, haciéndolo adoptar una moralidad permisiva como mero mecanismo de supervivencia individual.
Así, el autor hace un recuento de vivencias personales en un campo de concentración nazi en el que, para sobrevivir, se debían necesariamente adoptar ciertas medidas que, trasladadas fuera de ese contexto, serían simplemente aberración.
Nos habla de lo que el hambre prolongada y constante causa en la psiquis y en la espiritualidad del hombre; relegándolas, básicamente, hacia una esquina oscura, que solo puede ser iluminada con la luz del alimento.
En nada, absolutamente, piensa el hombre cuando la necesidad comprime y estrangula su sistema, de manera extrema.
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Los gestos de bondad al prójimo comienzan a hacerse más escasos y lo que convencionalmente llamamos egoísmo o maldad aflora simple y llanamente, como un recurso claro de supervivencia individual.
La falta de nutrientes esclavizarán, entonces, al que sufre privación alimenticia extrema.
En otra pieza literaria magistral que aborda tema, denomina “Por un Pedazo de Steak”, Jack London nos representa la realidad brutal de la carencia de alimento para el logro básico de ciertas metas en la vida y en la sociedad; enunciando así una verdad eterna: quien carece de alimentos, a nivel propio de miseria, no puede aspirar a grandes cosas, porque su vida entera gravita solo en torno a la satisfacción única de esa necesidad.
Satisfecha el hambre, deja el sistema digestivo de asfixiar el pensamiento y solo entonces puede el hombre así pensar; pero cuando prevalece la carencia básica del alimento, poco puede el ser humano levantar su espíritu hacia las alturas necesarias para la expansión, a la creatividad y al pensamiento.
No obstante, lo anterior se refiere a casos críticos; a umbrales, si se quiere, de la desnutrición y de las necesidades más extremas de carencia que pocos, o muy pocos, sufren ya en nuestra sociedad.
Sin embargo, a pesar de esa realidad, que eleva a nuestra sociedad por encima de solares degradantes de la pobreza más extrema, persiste una deformación muy básica, muy apegada a las entrañas digestivas y al apetito voraz de la bestia.
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Eso lo vemos especialmente concretarse en la política, cuando personas que en realidad no sufren de carencia extrema, empeñan sus conciencias por alguno que otro cobre o material.
En esos casos, hay una deformidad moral, un dominio del sentido más brutal del hombre (la supervivencia) que se encumbra sobre la razón y la conciencia social.
Es como si la llama viva del recuerdo muy remoto de una hambruna genética que no se sufre ya, reviviera allí en los más profundo del votante, y lo hiciera corromperse como el alimento expuesto al sol o corroerse como el acero expuesto al mar.
Comportamientos que si bien podemos excusar solo en aquellos que por periodos largos y prolongados han estado privados de alimentos básicos, esclavos de la hambruna y la necesidad extrema, no podemos entender en individuos que tuvieron su crianza básica, padres que trabajaron por asegurarles techo y un sustento básico, alimento diario y el calor de una familia, por muy disfuncional o acelular que sea.
La moralidad pervertida, torcida y permisiva del votante, permite muchas veces que el producto de las elecciones sea también del mismo corte: voraz, irreflexivo, egoísta e ignorante hacia la necesidad social; ciego ante un mañana que no es suyo, sino de las generaciones que vendrán.
Mientras persista tal conducta, que anida en la mente de los hombres una miseria extrema que en realidad no sufren ya; mientras no logre nuestra sociedad, en su conjunto, combatir esa sed de los desiertos en medio de los manantiales, no superaremos muchas cosas que, para nosotros, para nuestra patria, son solo un vaporoso sueño que se pierde con el tiempo.
Abogado.
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