Epicentro
Sobre la reconciliación entre la fe y la ciencia
En la misma biblia hay testimonios que parecen ser revelaciones claras de una realidad que hoy simplemente la vino a definir la ciencia, como las imágenes que llegan desde el telescopio Hubble. "Dios habla y la tierra se derrite", nos dice el salmo; y, curiosamente, la ciencia cuántica nos prueba hoy esa teoría magistral de que toda la materia es luz y es energía...
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 07/9/2021 - 12:00 am
Procuraremos hoy reconciliar al hombre de fe, por una parte, y al hombre de ciencia, por la otra. Hoy en día se requiere de este acercamiento porque las ciencias evolucionan a un ritmo tan frenético que las hace distanciarse de las realidades más existenciales del ser humano; de las raíces mismas de la humanidad de las que todos, al final, somos mera descendencia.
No hace mucho tiempo, si se consideran los milenios de la tierra con la breve estancia nuestra, compartíamos todo con el resto de toda la creación; como ellos, nos reproducíamos y, como ellos, también dejábamos dispersos nuestros huesos a los rigores del tiempo, sin pretender más nada que existir, bajo el amparo y el dominio de nuestros instintos más atávicos.
Ese pasado común, de una existencia conformada por las leyes naturales y no por la hegemonía de la razón, todavía rasga al individuo en dos. Podemos estar haciendo una labor frente a un monitor moderno, con textos electrónicamente visualizados y, a la vez, albergar en nuestros corazones los rencores viscerales que pudo haber tenido algún ancestro de esos que hacían de alguna cueva su guarida; y, en esos momentos, lo único que nos distinguiría, tal vez, uno del otro, es nuestro aseo de hoy, nuestras ropas y ese monitor moderno. Así que no se crean que han escapado de las ataduras de la evolución humana y del genoma.
A veces, nuestra conducta tiende de manera natural hacia la esquina de la bestia, o se eleva formidablemente a planos altos que se consideraban, en un tiempo, como inalcanzables. Ver hoy, por ejemplo, concretarse en las imágenes traídas por el telescopio Hubble las teorías de Einstein sobre los agujeros negros en el universo, no solo es sorprendente, sino también indicativo de que el hombre, antiguo y el moderno, puede convivir con la profundidad de sus raíces más biológicas y, aun así, escalar hacia los picos altos de su conciencia iluminada.
El abismo creado por lingüistas pulcros y por científicos cobardes entre los términos "conciencia" y "consciencia", nos lleva hoy a pensar que solo existe la "consciencia", expresada por la medicina como el término indicativo de que "el hombre es capaz de conocer que conoce, lo que implica la existencia de una reflexión".
Una existencia atada únicamente a los latidos de nuestro corazón, a los resortes del impulso, a las reacciones químicas de nuestro cerebro; una existencia que fenece ante la falta de esos componentes, según dicen.
Para esos hombres que, sin ser ateos, no creen en otras realidades que no se puedan diseccionar bajo la precisión de un escalpelo, no hay otro tipo existencia. Pero los seres humanos no solo existen, sino que también viven. Como bien escribiría Bacon, un conocimiento superficial de la ciencia hace del hombre un ser ateo, pero al sumergirse en las entrañas mismas de la ciencia, se volverá a reencontrar con la espiritualidad más esencial y con la fe profunda.
Vale recordar, entonces, que todos convivimos en esta pequeña y diminuta esfera que llamamos Tierra; en este pálido punto azul -así llamado por Carl Sagan- que flota en un océano astral que es insondable, incomprensible a las barreras de la mente humana, pero que se revela a esa consciencia iluminada que hace que el científico y que el profeta caminen por una misma senda al fin.
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En la misma Biblia hay testimonios que parecen ser revelaciones claras de una realidad que hoy simplemente la vino a definir la ciencia, como las imágenes que llegan desde el telescopio Hubble. "Dios habla y la tierra se derrite", nos dice el salmo; y, curiosamente, la ciencia cuántica nos prueba hoy esa teoría magistral de que toda la materia es luz y es energía al fin, en las profundidades de ese mundo subatómico que no alcanza a ver el ojo humano.
Abogado.
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