Epicentro
Sobre las deficiencias de la formación social
... vivimos en América Latina las más grandes contradicciones; sin pudor alguno de nuestras sociedades, coexiste el burro con el jet como medios aceptables de transporte.
Epicentro
... vivimos en América Latina las más grandes contradicciones; sin pudor alguno de nuestras sociedades, coexiste el burro con el jet como medios aceptables de transporte.
La ausencia de una formación sobre fundamentos de moralidad ciudadana y de valores cívicos, evidencian aberraciones que se observan en esta fotografía. Foto tomada de UPSOCL.
“Mientras que si mueres ahora, mueres víctima de la injusticia, que no de la Leyes; mueres víctima de los hombres”. Platón (Critón o del Deber Ciudadano)
Sócrates consideraba que la injusticia no es culpa de las leyes, sino la obra de los hombres. No son, entonces, las leyes las que tienen que cambiar, sino el hombre el que en esencia debe hacerlo.
En nuestra nación, movimientos ciudadanos como Acción Comunal, congregaron a hombres conscientes de que los vacíos esenciales en la formación temprana de nuestra República tendrían repercusiones futuras de muy largo alcance; como aquel infante que pasa demasiado rápido de la etapa de gateo a la de caminar y despliega luego, a lo largo de su vida, deficiencias en el motor fino de su movilidad.
Todo, pues, tiene un origen, que a veces se remonta a la etapas más tempranas de la vida. Acción Comunal abogaba, en esa década de 1920, por un sistema educativo que no fuera guiado por la ciencia, sino por los valores.
Entendían muy claramente que la nación debía formarse, ante todo, sobre fundamentos de moralidad ciudadana y de valores cívicos; lo demás vendría solo y por añadidura. Ese vacío que ellos vieron desde entonces, lo han pagado hoy, muy caro, las generaciones actuales, que adolecen de esa ausencia en el proceso de maduración.
Esa ausencia en nuestra formación ciudadana hace permisivas las aberraciones que hoy atestiguamos sin sorpresas aparentes: organizaciones que abogan, por ejemplo, por la legalización del matrimonio igualitario en una sociedad que ni siquiera adopta ni conoce claramente aún el matrimonio formal y que prefiere mayormente la unión libre; muros citadinos que, a escasos pies únicamente, dividen las mansiones millonarias con tejados deslumbrantes, de esos hogares con paredes de algunos bloques crudos que sostienen techos de zinc y de hojalata; escuelas públicas carentes de pupitres y abanicos y, por otro lado, edificios palaciegos de gobierno que son refugio, a veces, de solemnidades que no son merecidas por quienes las practican; agua tibia calentada por calentadores, que hace placentero el baño, por un lado, y escusados de hueco sin agua corriente por el otro, a solo escasas millas de nuestro más preciado centro financiero y, vergonzosamente, de la propia joya de nuestro Canal, cuyos ingresos deberían estar acaso consagrados a la prioridad certera de la reivindicación social.
Como bien escribiría mi amigo Elías Mendoza, insigne político peruano, vivimos en América Latina las más grandes contradicciones; sin pudor alguno de nuestras sociedades, coexiste el burro con el jet como medios aceptables de transporte.
Nos queda entonces deliberar muy detenidamente en los vacíos que progresivamente han sido parte de la formación de nuestra sociedad, en la que, desafortunadamente, se ha querido correr antes de gatear, en lo que respecta por lo menos a su edificación formal.
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Somos, si se quiere, un híbrido entre las naciones latinoamericanas, arrastrando en un progreso malformado las necesidades básicas desatendidas de la sociedad.
Comencemos, pues, por entender que vivimos en una nación que no está siquiera cerca de ese umbral tan codiciado del tercer mundo; que los gastos públicos deben moderarse en consecuencia; que la formación educativa debería ser prioritaria para lograr luego, todos juntos, esas cumbres de progreso que solo logran escalar los pocos en esta sociedad dispar.
Abogado.
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