Panamá
¿Sumisión o indiferencia? ¿Ciudadanos o serviles?
- Silvio Guerra Morales
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- opinion@epasa.com
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Me ha tocado también defenderlo en contra de los discursos agoreros, mentirosos y, porqué no decirlo, también de los gobiernos demagógicos.
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Durante toda mi vida, incluso antes de titularme como abogado, he sido un defensor espontáneo, natural, desinteresado, de este pueblo. Nadie me ha tenido que pagar para salir a abogar por los derechos y libertades de nuestra gente. Por ese oficio o trabajo yo no cobro.
En ese sentido, en breve, si Dios así me lo ha de permitir, serán 40 años, cuatro décadas, defendiendo al pueblo panameño. Se preguntaran: ¿Defendiéndolo de que?. Bueno, resulta que, como abogado, lo defiendo ante propuestas de leyes que me resultan inconstitucionales o injustas; lo he defendido ante medidas arbitrarías o impuestas, igualmente, injustas; lo he defendido ante gobernantes descomedidos , con carácter dictatorial, algunos, inclusive, comportándose como gobiernos absolutistas.
Lo he defendido ante decisiones de los tribunales o ante la propia Corte que, en algún momento u otro, he disentido jurídicamente de los contenidos de sus decisiones. Ante la corte también lo he defendido presentado acciones de inconstitucionalidad o amparos de garantías constitucionales de ordenes verbales o escrita, de hacer o de no hacer, que vulneran garantías, derechos y libertadesconstitucionales y convencionales.
Me ha tocado también defenderlo en contra de los discursos agoreros, mentirosos y, porqué no decirlo, también de los gobiernos demagógicos.
Me ha tocado defenderlo frente a posiciones de gobiernos de otros países que han querido decirle a los panameños cómo debemos conducir las cosas o cómo debemos comportarnos o cómo debemos decidir nuestros propios asuntos.
La lista podría ser casi innumerable. A veces he sentido desmayar o claudicar, pero resuena dentro de mi, en plena memoria, que las cosas que hacemos, las hemos hecho de manera casi altruista pero con un corazón devoto y sincero, entregado, porque nunca he olvidado ni olvidaré que mis raíces han sido echadas en lo mas profundo del pueblo panameño. Huelo a campesino, a obrero, y mis ojos comprenden la tristeza del hambriento y el padecimiento del pobre. Provengo de un hogar modesto y muy humilde, como he escrito en otras ocasiones, de carencias casi extremas (Ya superadas), pero en donde el buen consejo de nuestro padre, la buena guía de nuestra madre, fueron brújulas que nos guiaron, y cuyas ideas se convirtieron en rectoras de nuestra conducta, de nuestro comportamiento personal y profesional.
Lo que he expresado tiene un propósito. Entre tantos otros. Veamos: Habiendo el Gobierno Nacional derogado, casi de manera parcial, el uso obligatorio de la mascarillas, teniendo ya casi dos años de estar poniéndolas todos los días, de estar el pueblo panameño obligado a ponérsela, el día lunes pasado, 28 de marzo del año 2022, cuando se puso en ejecución la ordenanza gubernamental de que ya no era obligatorio en lugares públicos el uso de la mascarilla, ingenuamente, yo, al salir a la calle, creyendo que vería a muchas personas caminar en las aceras, o por los diferentes puntos públicos del país, sin mascarillas, me percaté que el pueblo panameño entendió mal la ordenanza del gobierno o, simplemente, ya se hizo un hábito el portar las mascarillas. Repito, desde el día lunes he visto con qué intensidad, ahora mas que nunca, nuestro pueblo no se quiere quitar la mascarilla. Los sociólogos, sin duda alguna tendrían algo que decir; los psicólogos, los psiquiatras, los trabajadores sociales, los analistas de la conducta y el comportamiento humano igualmente.
No puedo entenderlo. Me niego a entenderlo. Harto probado, harto dicho, que las mascarillas afectan el sistema nervioso central (estrés, tensión mental, falsa sensación de seguridad, dolor de cabeza, vasodilatación, mareos, somnolencias); que causan en la piel comezón, irritación, acné y crean una barrera cutánea deteriorada; que en el sistema respiratorio causan rinitis, efecto sobre la voz; y que en el aspecto físico las mascarillas son una resistencia respiratoria, afectan la temperatura y crean humedad; en lo biológico, son campos de cultivo de bacterias, virus, hongos y contaminación; en lo que respecta al corazón conducen a una restricción respiratoria, fatiga, frecuencia respiratoria afectada, frecuencia cardiaca afectada y afectan la presión arterial.
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Siendo así las cosas, entonces, qué sentido o fundamento tiene que sigamos con el uso de estas mascarillas?. Esto es irracional, me niego a aceptarlo o entenderlo, menos justificarlo.
A mi solo me queda decir que algo de razón hay en aquello de que los pueblos tienen, a no dudarlo, los gobiernos que se merecen. Pero yo he de continuar, hasta mi muerte –Larga viada me des Señor
mío-, he de seguir defendiendo al pueblo. Dios bendiga a la Patria!
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