Institutores cambian las piedras por los libros

Están a punto de culminar la secundaria, la mayoría no ha alcanzado la mayoría de edad y, además de las asignaturas tradicionales, saben en qué lugar deben llevar el sello los libros que irán a parar en los anaqueles de la Biblioteca, saben también que estos mismos libros llevan una numeración de referencia, conocen la manera de sacarle copias a un periódico de principios de siglo XX, algunos han aprendido a limpiar los ventanales, entre otras labores.

Son estudiantes del Instituto Nacional que están prestando servicio social en la Biblioteca Nacional Ernesto J.

Castillero.

Los quince estudiantes que deben cumplir cuarenta horas de labor social han trabajado, bajo la supervisión del personal de la Biblioteca, en distintas áreas: bibliotecología, mantenimiento, servicios y atención al público.

"Tengo que hacer de todo, ponerle sellos y fechas a estos libros y escribirles "bibliobús" porque serán llevados por todas las escuelas", comenta Jennifer, quien fue asignada para ofrecer sus servicios en la Sala Panameña.

Su compañero de clase, Olivardía Inatoi, también está en la misma sala pero sus funciones son distintas: "Ordeno los libros por casa editorial; le puse bolsillos y tarjetas a otros y también los limpié".

La nueva colección de audio-libros recibida por la Fundación Biblioteca Nacional, hace apenas unos días, fue puesta en manos de Ulises Solís: "Se les pone las etiquetas, el sello de la Biblioteca y la fecha para que los estudiantes puedan encontrar (los audio-libros) con facilidad".

Pero, si luego del trabajo pesado, el aprendizaje para estos chicos se resume en cansancio, el propósito de la experiencia no se cumple.

Entre estos estudiantes - institutores, críticos permanentes del sitema político - tiene que haber quedado algo más allá que los sellos y las etiquetas: "Son muy ordenados, cuidan mucho sus libros, hay disciplina en el servicio, en lo que es préstamos y consultas", considera Jennifer.

"Me gusta que estos libros llegarán a niños que no tienen", dice Lidia, quien ha trabajado en el etiquetado de los libros que irán en el Bibliobús.

Paa Ricaurte "ese será un trabajo fantástico: repartir libros en el interior".

"Es un trabajo pesado porque todo tiene que estar muy ordenado para poder encontrarlo" opina Arlene, sobre la labor en general.