‘La observación de la vida se decanta en el cuento’
Los viajes, el contacto con otras culturas y la observación de la alegría, del dolor propio y ajeno son algunos aperos que siven para el oficio. A sus 70 años dice que cuando escribe no se acuerda de qué edad tiene pero está consciente de que lo que he vivido le ayuda a escribir.
‘La observación de la vida se decanta en el cuento’
Cuando un primer libro merece el favor de la crítica y los elogios de los menos duchos quiere decir que en él hay mucho por descubir y ‘Pretextos para contarte’ el libro de cuentos de Danae Brugiati Boussounis parece haber llegado con dones y bendiciones.
La escritora chiricana, que ha recorrido el mundo y sus culturas, aceptó dialogar sobre su vida y su obra y, durante el recorrido, nos permite descubrir que ella misma constituye un fascinante libro andante.
“Pretextos para contarte”, su primera obra publicada, ha generado, de partida, los más elogiosos comentarios. Rafael Ruiloba nos incita, por ejemplo, “a degustar con la lectura uno de los mejores libros de cuentos posmodernos escritos en Panamá. No me quedan dudas (sostiene) de que estamos ante una escritora de cuentos con un alto nivel por su calidad estética, una escritora que nos ha sorprendido con su primer libro, porque sus cuentos son una pieza simbólica clavada en el centro de la paradoja de nuestra cultura...” ¿Supuso usted que tendría esta poderosa apreciación de su lado, nada más comenzar?
Es un tanto difícil analizar el fenómeno cuando todavía no está claro lo que ha sucedido, pero creo que este reconocimiento bastante rápido se debe a que, a pesar del bombardeo de la moderna tecnología y su parafernalia, hay muchos que todavía creen en la lectura que entretiene y permite un oasis de disfrute; la cual incita a la reflexión, a la inquietante búsqueda y lleva a un conflicto que el lector puede o no resolver por sí mismo y por el cual descubre que, aunque la visión del otro es diferente, hay prójimos que desean escuchar o conocer la nuestra. En estas historias también hay sensaciones y emociones que creemos olvidadas y como decía Saramago: “Hay que hablar de las buenos sentimientos para que no desaparezcan”. Además, dejan espacio a la participación del lector, sea cual fuere el nivel de formación educativa, pues estos cuentos posiblemente tienen aquel único hecho fantástico que no se declara, que apenas se insinúa, pero que cada lector admite y, a partir de él, su imaginación queda atrapada en la tarea de descifrar sus símbolos y sus significados.
Lil Marie Herrera, periodista consumada y poeta en ascenso, por su parte nos dice: “Buena lingüista, ella, Danae, va más allá de la complicada teoría de la Semiótica. Ir más allá para ella es alcanzar la sencillez en el lenguaje a punto, el lenguaje puntual. En Danae como en Lacan todo puede ser susceptible de ser palabra, significante, significado. Y contado. Todo puede ser utilizado para narrar...” ¿Concuerda usted?
En gran medida, pues el lenguaje todo es ficción en tanto que se produce totalmente en la mente del ser humano tal como las matemáticas, pero es esa misma creación intangible que nos permite la relación con nuestra realidad interna y luego con lo que nos rodea, es decir, con el mundo real, con el mundo material y sensorial. Por otro lado es además la herramienta que nos permite también actuar sobre ese entorno y transformarlo. El lenguaje puede tomarlo todo y volverlo a su estado natural: la ficción.
Yo leo su libro y, asombrado, enumero algunas de sus virtudes: “Pulcritud en el cómo decir. Dominio de la sintaxis de largo aliento. Honda penetración poética y reflexiva. Personajes muy bien delineados. Atmósferas cálidas. Manejo adecuado, y encantador, de fraseos idiomáticos provenientes de otras lenguas. Ritmo calibrado. Emoción dirigida. Maestranza en el uso de la elipsis...” ¿Cuándo y cómo construye usted este arsenal de acertados recursos?
El cuento se vive; es un ente que en ocasiones se libera de su autor pero queda unido a él como a través de un cordón umbilical desde el cual el autor sigue nutriéndolo con el bagaje cultural, con la carga emotiva y vivencial de sí mismo. Estos elementos enriquecen la trama, los personajes, el lenguaje y sus silencios. La mayoría de los autores que me gustan y que he leído desde muy temprano han estado a su vez expuestos a la lectura de otros en mayor o menor grado, a los viajes, al contacto con otras culturas y a la callada observación de la alegría, del dolor propio y ajeno; han sufrido el contacto con otros seres humanos sin juzgarlos, solo dejándolos ser, y han amado mucho. Leo de todo, pero especialmente a los maestros o a aquellos cuyas obras el tiempo ha consagrado. Además de leer, la observación de la vida misma se decanta en el cuento.
Hay casos en la Historia de la Literatura Universal en que los frutos de una vocación silenciosa son traídos a la mesa algo “tardíamente”. Usted presume, sin ambages, de sus 70 años bien vividos. ¿Cuánto pesan a la hora de escribir?
A algunos les preguntan cómo se siente escribir tan joven; a otros, cómo a pesar de ser un borracho o un renegado puede ser escritor, tal el caso de Hemingway o de Bukowski. Borges era ciego, Cortázar sufría acromegalia y aun así, o pese a ello, ambos llegaron a su consagración literaria. Casos singulares como el de Saramago, que pareciera tarde cuando encuentra “su voz propia, ese estilo inconfundible, límpido y casi poético que lo distingue”. Los escritores, como los demás seres humanos, vienen en todo tipo de formas y colores. El tiempo llena la obra de aquella riqueza que, repito, se va adquiriendo al ir viviendo; sí, porque quizá no escribí hasta ahora dado que estaba viviendo intensamente la vida que me tocó vivir. Mi experiencia no tiene que ser la de los otros. Cuando escribo, yo no me acuerdo de qué edad tengo pero estoy consciente de que lo que he vivido me ayuda a escribir.
Usted fue discípula del celebérrimo escritor italiano Umberto Eco. Háblenos, primero, de esa experiencia. Segundo, ¿cree que su magisterio ayudó a apuntalar el logro de la alta calidad de sus escritos?
Ya entonces el distinguido semiólogo, escritor y filósofo suscitaba polémicas en el mundo académico por sus siempre atrevidas aseveraciones y aquel era el tiempo en que sostenía que la universidad debía ser selectiva y que esta institución debería atender solo a una élite, pues el exceso de alumnos entorpece la actividad académica. Tuve la suerte de que en el año 1976 en Bolonia me fuera permitido formar parte de uno de sus pequeños grupos. Así, pude sentarme frente a su inquieta y siempre expresiva humanidad incansable y aprender con él cómo funcionan los procesos comunicativos, pues a su juicio cada acontecimiento artístico tiene que ser considerado como un evento especial de comunicación y lo importante es saber cómo están construidos y cómo son recibidos los mensajes estéticos, y que no debemos ocuparnos solo del misterio de los sentimientos que son capaces de suscitar. El autor de “Apocalípticos e integrados” y “Opera aperta”, apasionado estudioso del fenómeno estético y quien lleva consigo un conocimiento profundo y amplio de la filosofía medieval que a veces parece olvidada, pero que reaparece, como a menudo suele pasar, cuando se dejan salir a flote las experiencias de la juventud, deja impronta perdurable en sus discípulos en cuanto a los signos y su producción. Afirmo que realmente las enseñanzas del maestro italiano afloran en mi concepto de la comunicación y, ahora, en la obra literaria, pues él repite siempre que las formas artísticas necesitan de la cooperación del destinatario, y considera, además, que el arte contemporáneo produce “obras abiertas”. La interpretación es un proceso abierto, una interacción comunicativa entre el artista y el destinatario mediado por su obra.
“La estrella del jenízaro” es, tal vez, el cuento de mayor complejidad, por su tratamiento formal y el rejuego de sus componentes históricos que desembocan en la ficción épica. ¿De dónde surge el interés por reescribir un episodio de aquel momento histórico y cómo logra sortear las dificultades fácticas del suceso, al punto de sumergirnos en la ambigüedad y la asociación inesperada de hechos y personajes, en aras de una solución que puede ser tan real como fantástica?
La literatura puede ser un instrumento perfectamente idóneo para representar el pasado. Las formas narrativas o anti narrativas del modernismo literario se constituyen en el recurso discursivo por excelencia para representar ciertos eventos límites de la historia. Las piezas de ficción escritas a partir de eventos históricos otorgan al lector un tipo de información privilegiada sobre la historia, que le acerca y le hace participar en forma más íntima de esos mismos eventos. Y aquí permítame citar algunas obras que ilustran que el maridaje entre ficción y literatura ha tenido lugar en todas las etapas de la historia de la literatura y en todas las lenguas: “Azteca” de Gary Jennings, antes de la llegada de los españoles a México; “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, cuya novela de misterio tiene lugar en un monasterio italiano en 1327, y “Fuenteovejuna” de Lope de Vega, durante el reinado de los Reyes Católicos, entre 1474 y 1535. Dentro del desarrollo socio-cultural e histórico de una nación, la literatura juega un papel determinante, en cuanto es capaz de absorber y reflejar los diferentes matices que marcan y determinan el sentir de la sociedad frente a una realidad que, en ocasiones, desborda los límites que separan los acontecimientos reales de la ficción. Las condiciones agobiantes de la realidad en la mayoría de los casos dan paso a la expresión ficcional como respuesta intelectual a las diversas condiciones que se plantean como imposiciones de un poder o una condición más allá de las fuerzas del individuo y en esas determinantes circunstancias, los escritores conciben sus trabajos desde una mirada única y rica en propuestas estéticas. En “La estrella del jenízaro”, el conflicto entre dos poderes políticos y religiosos sirve como escenario a la trama de esta historia individual: El conflicto solitario de un joven jenízaro entre la identidad que le han sustraído y la identidad que, impuesta, es la que da sentido y realización a su vida. Junto al desarrollo de los momentos épicos que vive, es por primera, y probablemente única vez, protagonista de su propio destino trágico de liberación. El tema más relevante es la predestinación, es decir, la idea de que todos los sucesos en la vida de una persona tienen un objetivo que muchas veces no está muy claro, pero que al final de la vida se revela.
Usted escribe poesía antes que cuento. Por eso sus cuentos, sin perder la agilidad inherente de su acción, son construidos con una riqueza de lenguaje que proviene de la poesía. Este párrafo de “La visita” le delata: “Brunilda observa la tarde a través del ventanal abierto y el aire le trae olor de musgos y flores mustias. Con sus finos dedos húmedos, la lluvia como un presagio imperceptible pone melancólicos tonos plomizos en el paisaje. Su mirada nerviosa recorre la entrada, la oxidada verja entreabierta, el camino alfombrado de hojas muertas, los muros cubiertos de hiedra que rodean el parque delantero de la vieja casona que heredara de sus padres y donde ya los pájaros no cantan, los tiestos ya no florecen ni murmura la fuente donde el Cupido que antes parecía sonreír, hoy luce más como un triste ángel de cementerio.” ¿De dónde provienen sus presupuestos poéticos?
La poesía es mi primer amor en literatura y vengo disfrutándola desde niña, desde aquellas creaciones que nos presentaban en la escuela primaria. Mi primera escuela fue el Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles (David, Chiriquí). Los poemas que aprendíamos consistían en hermosas páginas de exquisita belleza, como por ejemplo los poemas de Sor Juana y San Juan de la Cruz, y Santa Teresa, entre otros. Igualmente las oraciones y los salmos, algunos de los cuales constituyen verdaderas composiciones poéticas, las aprendíamos a aquella temprana edad. Luego vino la adolescencia de los amores eternos de tres semanas y la biblioteca riquísima del Colegio Félix Olivares Contreras, donde hice mis estudios secundarios; la Biblioteca Pública de David, y la de mi padre. Las clases de verano con Don Justo Pastor Espino (declamación) y el poeta Santiago Anguizola (lectura) que eran obligatorias en nuestras vacaciones veraniegas al igual que los baños en los ríos y la playa. Poner trampas para los pájaros… De todo lo cual luego debíamos hacer composiciones durante el año escolar en correctas cuartillas en prosa. ¡Y el tierno intento de enseñarnos qué era poesía! Finalmente, la revelación definitiva fue el beber en la fuente directa de la lengua griega y sus artesanos. Además de los clásicos que, mucho o poco, todos conocen, no pude resistirme ante la moderna mitología de la poesía helena y sus obreros: Georgos Seferis (Nobel en Literatura 1963), Nikiforos Bretakos, Odyseas Elytis (Nobel en Literatura 1979) y Lia Karavía.
Tiene usted una Maestría en Lengua y Literatura Griega Moderna por la Universidad de Tesalónica y en Barcelona, España, obtiene su Maestría en Lengua y Literatura Española. Asimismo, posee usted un Técnico en traducción e interpretación por el Instituto de Ciencias y Tecnología George Brown de Toronto, Canadá. Esos estudios parecen haberle puesto entre las manos un sinfín de herramientas con las que trabajar la plasticidad del lenguaje, su insólita belleza. ¿Cómo hizo para, por un lado, sacarles el mayor provecho, y, por el otro, huir de la parálisis que a algunos académicos les genera, en el plano creativo, el contacto con los estudios literarios y lingüísticos?
Creo que vamos a las universidades para aprender a buscar el saber hacer, el saber buscar, y para hacer de este saber un instrumento solidario de buen vivir; para profundizar en la vivencia del mundo y los seres humanos. Y el canal que escogí o me escogió fue precisamente la hermosa ductilidad y belleza plástica del lenguaje a la que usted se refiere, que, por otro lado, es un cuerpo vivo, que no se estanca, que hay que estar allí acompañándolo y que nos acompaña siempre, nos sorprende y nos deslumbra. Hay tanto saber fuera de la universidad, en los seres humanos más allá del claustro académico. Nunca supe realmente por qué fui a la universidad. Hay tantas formas de adquirir el conocimiento pero lo que realmente me empuja hacia ella es el contacto con los otros, con el discernir, discutir, investigar, evaluar, examinar. Y en ese sentido, nunca he salido de la universidad, no he completado el pensum, sigo estudiando y aprendiendo; aunque esté fuera de las aulas sigo siendo una dicente, una aprendiz. Y también una oyente.
Regálenos un cuento breve.
‘Paradoja’
Abril florece en los campos que rodean la casa sobre el cerro y el airecillo loco trae aromas de albahaca y marialuisa que se prenden a su cuerpo. Hace sus ablusiones con deleite, y luego dedica algunos momentos a contemplar socarrón a los otros de su especie que corren en busca del alimento e imagina sus palpitantes corazones atentos al peligro. ¡Pobres! Decide devorar con fruición su alpiste, regodeándose en la felicidad de ser un pájaro en jaula.-