Niños del IPHE llevan alegría a Hogar Bolívar
- Omaira De León Watson
- - Publicado: 15/9/2005 - 11:00 pm
Niños y niñas de la Escuela Nacional de Sordos, del Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), bailaron y cantaron para los residentes del Hogar Bolívar para Ancianos, como parte de las actividades del 54 aniversario de la escuela.
El objetivo de esta labor social en el Hogar Bolívar es que los niños aprendan a valorar y respetar a los ancianos como adultos mayores, y a identificarse con los sentimientos de otras personas.
Los 35 niños y niñas con pérdida auditiva participaron en un Programa de Celebración por la Vida, que incluyó canciones en lenguaje de señas.
Los pequeñines, además de compartir la piñata y los dulces, donaron 300 unidades de pañales desechables, alimentos secos y otros enseres.
En la Escuela de Sordos del IPHE acuden niños que todavía no están en edad de asistir a la escuela primaria.
Con el inicio del programa de educación inclusiva, este año, son numerosos los menores con problemas auditivos que han sido incluidos y estudian en escuelas regulares y se desempeñan normalmente.
Mensualmente entregan en la capital 150 bolsas con comestibles a personas y familias que no tienen recursos y que viven en la indigencia. Las bolsas son donadas por empresas y ONG´s que colaboran con esta causa cristiana.
Una de sus metas, a corto plazo, es trabajar para ayudar a las personas con discapacidad, y devolver un poco lo que le ha dado Dios. Por eso ha contactado a la Secretaría Nacional de Personas con Discapacidad (SENADIS) para brindar su ayuda como voluntario.
José da gracias a Dios todos los días por su salud y por tener un trabajo. Dice que a veces no se explica cuando algunas personas viven pegadas al reloj para ver cuándo es la hora de salida, ya que a él no le importa tener que trabajar más horas, porque ese trabajo es un regalo de Dios.
Desde 1987, y después de la invasión de 1989, muchos panameños emigraron hacia otros países, especialmente Estados Unidos y Canadá buscando una mejor vida.
José Peralta fue uno de ellos. En ese entonces tenía 22 años. Viajó en 1990 viajó a Chicago, Estados Unidos, donde vivía su hermano para crecer profesionalmente, hasta que el accidente dio un nuevo giro a su vida.
Pero su especial personalidad lo ha llevado a superar barreras de lo imposible. Su positivismo transmite la sensación de que lo conocemos desde hace mucho tiempo.
El objetivo de esta labor social en el Hogar Bolívar es que los niños aprendan a valorar y respetar a los ancianos como adultos mayores, y a identificarse con los sentimientos de otras personas.
Los 35 niños y niñas con pérdida auditiva participaron en un Programa de Celebración por la Vida, que incluyó canciones en lenguaje de señas.
Los pequeñines, además de compartir la piñata y los dulces, donaron 300 unidades de pañales desechables, alimentos secos y otros enseres.
En la Escuela de Sordos del IPHE acuden niños que todavía no están en edad de asistir a la escuela primaria.
Con el inicio del programa de educación inclusiva, este año, son numerosos los menores con problemas auditivos que han sido incluidos y estudian en escuelas regulares y se desempeñan normalmente.
Mensualmente entregan en la capital 150 bolsas con comestibles a personas y familias que no tienen recursos y que viven en la indigencia. Las bolsas son donadas por empresas y ONG´s que colaboran con esta causa cristiana.
Una de sus metas, a corto plazo, es trabajar para ayudar a las personas con discapacidad, y devolver un poco lo que le ha dado Dios. Por eso ha contactado a la Secretaría Nacional de Personas con Discapacidad (SENADIS) para brindar su ayuda como voluntario.
José da gracias a Dios todos los días por su salud y por tener un trabajo. Dice que a veces no se explica cuando algunas personas viven pegadas al reloj para ver cuándo es la hora de salida, ya que a él no le importa tener que trabajar más horas, porque ese trabajo es un regalo de Dios.
Desde 1987, y después de la invasión de 1989, muchos panameños emigraron hacia otros países, especialmente Estados Unidos y Canadá buscando una mejor vida.
José Peralta fue uno de ellos. En ese entonces tenía 22 años. Viajó en 1990 viajó a Chicago, Estados Unidos, donde vivía su hermano para crecer profesionalmente, hasta que el accidente dio un nuevo giro a su vida.
Pero su especial personalidad lo ha llevado a superar barreras de lo imposible. Su positivismo transmite la sensación de que lo conocemos desde hace mucho tiempo.
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