La pandemia muestra la fragilidad de Perú
- Mitra Taj y Anatoly Kurmanaev
La crisis ha estropeado la apariencia de progreso de Perú, al exponer la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han frustrado la respuesta al virus.
![Empleados de un mercado esperan a que trabajadores del Ministerio de Salud les realicen la prueba del coronavirus. Foto / Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2020/06/25/ref_01_peru_1-1_0.jpg)
Empleados de un mercado esperan a que trabajadores del Ministerio de Salud les realicen la prueba del coronavirus. Foto / Ernesto Benavides/Agence France-Presse — Getty Images.
LIMA, Perú — El presidente Martín Vizcarra siguió los mejores consejos cuando el coronavirus llegó a Perú.
Ordenó uno de los primeros y más estrictos confinamientos de América Latina y lanzó uno de los mayores paquetes de ayuda económica de la región para ayudar a los ciudadanos a quedarse en casa. Se apresuró a agregar camas y ventiladores en hospitales y aumentó el número de pruebas.
Con arcas públicas robustas y niveles récord de aprobación, el Gobierno centrista de Vizcarra parecía estar bien preparado para enfrentar la pandemia.
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Sin embargo, Perú se ha convertido en uno de los peores focos de contagio del coronavirus en el mundo, con sus hospitales rebasados y su población huyendo de las ciudades. La crisis ha estropeado la apariencia de progreso de Perú, al exponer la desigualdad y la corrupción fuertemente arraigadas que han frustrado la respuesta al virus.
“Pidieron que nos quedáramos en casa, pero muchas personas no tienen ahorros, así que eso ha sido imposible. Pidieron que nos laváramos las manos, pero solo uno de cada tres hogares pobres tiene acceso a agua potable”, dijo Hugo Ñopo, que trabaja en Grade, un grupo peruano de investigación. Solo la mitad de los hogares peruanos tiene refrigerador, agregó, lo que obliga a muchos a volver a diario a los mercados abarrotados, una importante fuente de contagio.
La tragedia de Perú se desarrolla en medio de una explosión más amplia del virus en América Latina, donde aproximadamente 1.5 millones de personas han dado positivo, y los expertos dicen que el número real de infecciones es mucho mayor.
Las cifras siguen creciendo marcadamente. Y como el invierno está por llegar a la parte sur de la región, la Organización Mundial de la Salud advirtió que esto podría provocar un nuevo pico en las infecciones.
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Perú ha tenido alrededor de 6 mil 800 muertes confirmadas de COVID-19 y más de 233 mil infecciones. En mayo, la tasa de mortalidad en Perú por todo tipo de causas fue el doble que el promedio de años recientes, de acuerdo con datos compilados por The New York Times, lo que sugiere un número de muertes por coronavirus de dos a tres veces la cifra confirmada por laboratorios. Muchos mueren sin que se les haga una prueba.
“Ésta no es solamente una crisis de salud o sanitaria, sino una crisis social y económica sin precedentes”, dijo Vizcarra el mes pasado.
Años de fuerte crecimiento económico impulsado por exportaciones mineras y agrícolas, así como por políticas financieras prudentes, habían convertido al país de 32 millones de habitantes en una estrella poco común en la estancada Latinoamérica. Bajo una serie de presidentes proempresariales, millones de peruanos escaparon de la pobreza en este siglo, lo que les permitió enviar a sus hijos a escuelas privadas, instalar agua potable o iniciar pequeños negocios.
Pero el confinamiento ha expuesto la fragilidad del progreso económico de Perú, dijo Pablo Lavado, economista en la Universidad del Pacífico, en Lima. Dos décadas de crecimiento económico elevaron muchos ingresos, pero trajeron pocos empleos estables y poca inversión en atención médica.
Otro obstáculo ha sido la arraigada corrupción que Vizcarra prometió abordar cuando asumió el cargo hace dos años.
Los fiscales anticorrupción han abierto más de 500 investigaciones sobre reportes de que funcionarios se embolsaron dinero destinado a ayuda alimentaria o equipos de protección personal.
Decenas de miles de peruanos han regresado a sus pueblos de origen, muchos de ellos a pie. Algunas personas han empezado a mendigar de puerta en puerta.
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Entre los más vulnerables está el casi millón de migrantes venezolanos que huyeron a Perú desde su devastada Patria desde el 2016. Inelegibles para recibir estipendios del Gobierno, miles de ellos han emprendido el arduo viaje a pie de regreso a Venezuela.
Algunos se han quedado. Antes de la pandemia, las cosas estaban mejorando para Eduardo José Domínguez, de 29 años, que llegó de Venezuela hace dos años y administraba una tienda de sándwiches en las afueras de Lima. Pero cuando la tienda cerró por la cuarentena, tomó trabajos ocasionales hasta que se enfermó de COVID-19 al grado que apenas podía caminar.
Su esposa, Ana Ponte, dijo que durante días solicitó ayuda médica mientras su esposo batallaba para respirar, pero le dijeron que los hospitales no estaban admitiendo nuevos pacientes. El día que murió, ella intentó en vano reanimarlo, mientras esperaba una ambulancia que llegó demasiado tarde.
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