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Se cuela un enemigo en las tropas alemanas

Los casos de extremistas de extrema derecha en el Ejército y la Policía, algunos abasteciéndose de armas y explosivos, se han multiplicado de manera alarmante.

Katrin Bennhold - Publicado:
El general Markus Kreitmayr (atrás) ha llamado a la crisis en la unidad de KSK “la fase más difícil de su historia”. Foto / Laetitia Vancon para The New York Times.

El general Markus Kreitmayr (atrás) ha llamado a la crisis en la unidad de KSK “la fase más difícil de su historia”. Foto / Laetitia Vancon para The New York Times.

CALW, Alemania — Al tiempo que Alemania salía de la contingencia por el coronavirus en mayo, comandos policiacos se detuvieron afuera de una finca rural propiedad de un sargento mayor de las fuerzas especiales, la unidad militar secreta y más altamente entrenada del País.

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Llevaban una excavadora.

El apodo del sargento mayor era Borreguito. Se sospechaba que era un neonazi. La Policía encontró, enterrados en el jardín, 2 kilos de explosivos plásticos Pent, un detonador, una espoleta, un rifle AK-47, un silenciador, dos cuchillos, una ballesta y miles de rondas de municiones, gran parte de lo cual se creía que fue robado al Ejército alemán.

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También hallaron un cancionero de la SS, 14 números de una revista para ex miembros de la Waffen SS y un montón de más memorabilia nazi.

“Tenía un plan”, dijo Eva Högl, comisionada parlamentaria de Alemania para las fuerzas armadas. “Y él no es el único”.

Alemania tiene un problema.

Durante años, políticos y jefes de seguridad rechazaron la noción de alguna infiltración de extrema derecha en los servicios de seguridad, al hablar solo de “casos individuales”. La idea de que hubiera redes fue descartada. Los superiores de aquellos expuestos como extremistas fueron protegidos. Armas y municiones desaparecieron de las reservas militares sin que se realizaran verdaderas investigaciones.

El Gobierno ahora está abriendo los ojos.

Los casos de extremistas de extrema derecha en el Ejército y la Policía, algunos abasteciéndose de armas y explosivos, se han multiplicado de manera alarmante.

Los principales funcionarios de inteligencia y altos comandantes militares de la nación se están movilizando para enfrentar un problema que se ha vuelto demasiado peligroso como para ignorarlo.

El problema se ha profundizado con el surgimiento del partido Alternativa para Alemania, o AfD, que legitimó una ideología de extrema derecha que sacó provecho de la llegada de más de un millón de migrantes en 2015 —y más recientemente la pandemia— para generar una sensación de crisis inminente.

Lo más preocupante es que los extremistas parecen estar concentrados en la unidad militar que se supone es la de más élite y comprometida con el Estado alemán, las fuerzas especiales, conocidas por sus siglas alemanas KSK.

Recientemente, Annegret Kramp-Karrenbauer, la ministra de Defensa de Alemania, tomó la medida drástica de disolver una compañía de combate de las KSK considerada infestada de extremistas. La agencia de contrainteligencia militar de Alemania investiga ahora a más de 600 soldados por extremismo de derecha, de los 184 mil del Ejército. Unos 20 de ellos pertenecen a las KSK, cinco veces más que en otras unidades.

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Pero a las autoridades alemanas les preocupa que el problema pueda ser mucho mayor. En los últimos 13 meses, terroristas de extrema derecha han asesinado a un político, atacado una sinagoga y matado a tiros a nueve inmigrantes y descendientes alemanes de inmigrantes.

Las autoridades militares y de inteligencia describieron redes nacionales de ex y actuales soldados y policías con vínculos con la extrema derecha. En muchos casos, los soldados han utilizado las redes para prepararse para cuando predicen que se colapsará el orden democrático de Alemania. Lo llaman el Día X. Las autoridades temen que realmente sea un pretexto para incitar actos terroristas, o peor aún, un golpe de estado. Incluso la agencia de contrainteligencia militar, encargada de monitorear el extremismo dentro de las fuerzas armadas, podría estar infiltrada.

Dentro de la ‘casa de tiro’

Se habían disparado tantas balas reales en la “casa de tiro” que el aire del interior tenía un olor acre. Este era el campo de tiro en las afueras de la tranquila ciudad alemana de Calw, en la región de la Selva Negra, dentro de la base de las KSK.

Su comandante, el general Markus Kreitmayr es un hombre dividido entre su lealtad a éstas y el reconocimiento de que tiene un grave problema en sus manos.

El general llegó tarde a una entrevista. Acababa de pasar cuatro horas interrogando a un miembro de su unidad acerca de una fiesta donde se dice que media docena de soldados de las KSK hicieron los saludos de Hitler.

“No puedo explicar por qué hay presuntamente tantos casos de ‘extremismo de derecha’ en el Ejército”, dijo. Las KSK están “claramente más afectadas que otras”.

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Los funcionarios hablan de un cambio perceptible “en los valores” entre los nuevos reclutas. Los propios soldados dijeron que si hubo un punto de inflexión en la unidad, se dio con la crisis migratoria del 2015.

Cuando cientos de miles de solicitantes de asilo de Siria y Afganistán se dirigían a Alemania, el estado de ánimo en la base se tornó ansioso, recordaron.

Fue en esta atmósfera que un soldado de las KSK, de 30 años, originario de Halle, en el este de Alemania, estableció una red de chats en Telegram para soldados, policías y otros unidos en su creencia de que los migrantes destruirían el país.

Se llamaba André Schmitt. Pero es conocido por el apodo de Hannibal.

La red de Hannibal

Schmitt reconoció que dejó el servicio activo en septiembre pasado luego de que fueron encontradas granadas de entrenamiento robadas en un edificio propiedad de sus padres. Pero dice que aún tiene su red. “Fuerzas especiales, inteligencia, ejecutivos de negocios, masones”, señaló. Se reúnen con regularidad. La casa, dice, es propiedad de un partidario adinerado.

Varios exmiembros de sus chats ahora son investigados por fiscales por tramar terrorismo.

La situación de Schmitt es más compleja. Reconoció haber servido como informante en las KSK para la agencia de contrainteligencia militar a mediados de 2017, cuando se reunía regularmente con un oficial de enlace. Hoy el Ejército paga para que él obtenga un título en Administración de Empresas.

Él nunca fue nombrado como sospechoso y los funcionarios alemanes negaron que lo protegieran, pero la agencia de inteligencia nacional anunció recientemente que estaba vigilando su red actual, Uniter.

Su red ayudó a miembros a prepararse para responder a lo que él describió como un conflicto inevitable.

El pasillo de la historia

La puerta trasera del edificio principal en la base en Calw conduce a un largo corredor conocido como el “pasillo de la historia”, una colección de memorabilia reunida durante los casi 25 años de las KSK.

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Hay una perceptible falta de mención alguna de un deshonrado ex comandante de las KSK, el general Reinhard Günzel, que fue despedido tras escribir una carta en el 2003 apoyando un discurso antisemita de un legislador conservador.

Günzel posteriormente publicó un libro titulado “Guerreros Secretos”. En él, identificó a las KSK a la usanza de una unidad de fuerzas especiales bajo los nazis que cometió numerosos crímenes de guerra. Ha sido un orador popular en eventos de extrema derecha.

“Básicamente tienes a uno de los comandantes fundadores de las KSK convirtiéndose en un destacado ideólogo de la Nueva Derecha”, declaró Christian Weissgerber, exsoldado que escribió un libro sobre su propia experiencia como neonazi en el Ejército.

La Nueva Derecha, que incluye a activistas juveniles, intelectuales y al AfD, preocupa al general Kreitmayr.

El legislador cuyos comentarios antisemitas llevaron al despido de Günzel ahora ocupa un escaño en el Parlamento alemán por el AfD.

Christopher F. Schuetze contribuyó con reportes.

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