Crónicas
Panamá es un cúmulo de instantes, sensaciones e ideas que, ya sea de manera voluntaria o involuntaria, pasan desapercibidas al ojo del ignorante.
Crónicas
Panamá es un cúmulo de instantes, sensaciones e ideas que, ya sea de manera voluntaria o involuntaria, pasan desapercibidas al ojo del ignorante. Porque Panamá es una caja llena de sorpresas, una tómbola, una lotería que no te deja respirar.
Es un espejismo que se hace realidad, un golpe de suerte que repite hasta el infinito y que no deja a nadie sin ella. Panamá, para el que sabe qué buscar, es un refugio ante la rutina, un escape a la monotonía. Porque el que es capaz de ver los verdaderos colores que esconde el sol, las verdaderas vibraciones de las olas contra la arena, quiere encadenarse al árbol más alto del Cerro Ancón para no alejarse jamás de los límites de este país. Porque el ritmo se amarra a los latidos de tu corazón, porque el patriotismo se nos escapa del alma cuando vemos izada nuestra bandera, porque se entiende, aunque no se comprenda, que aquí la vida se vive diferente.
"Ven, rápido", así comenzó la epopeya. Ahora me tocaba luchar contra el reloj para poder conocerlo. Tantas oportunidades perdidas, veces que no me encontraba aquí, casualidades que, por descuido, no pude aprovechar. Así se repetían, una y otra vez, evitando que conociera al más grande entre los grandes.
El deportista más importante de todos los tiempos, el que le demostró al águila calva que la harpía pega más fuerte. El Cholo es único en su especie, campechano y vivaz. Por mi amor al boxeo, por la afición a la historia y por el respeto que le tengo debía llegar a tiempo.
El carro serpenteaba por las vías oscuras. El caramelo de las farolas se reflejaba sobre el asfalto creando un largo camino dorado frente a mí. La noche aún no se asentaba, todavía habían algunos rayos de sol que se acurrucaban en las nubes.
El rojo de los semáforos subrayaba la necesidad de tener que llegar. Los escasos carros que me rodeaban esa noche se fueron diluyendo entre las calles y avenidas. Estacionar siempre es un problema, entre huecos, grietas y gente, abandonar el coche es una decisión complicada para los que tienen algo que perder. La noche de verano, el frescor de la brisa del sur y el ambiente de un parque bien cuidado hacen amena cualquier caminata.
Las luces, la música, los gritos de los niños jugando, las parejas ensimismadas, las competencias y los competidores transforman el pequeño jardín en un universo en sí mismo. El ambiente, sosegado y tranquilo, marca la pauta a seguir cuando estás dentro y una vez que sales del embrujo te hallas frente a la puerta de cristal. Llegué justo de tiempo, ya se estaba resquebrajando la mesa, los invitados ya iban recogiendo para irse. Llegué, sí, por poco, pero llegué. Los saludos no demoraron, las fotos tampoco, pero no eran mi objetivo.
¿Qué tan seguro es el túnel del metro que irá bajo el Canal? (1219859)