Panamá
Estatua de serenidad
¿Podemos nosotros, estando en medio de los grandes desafíos de la vida, mantenernos tan serenos como estatuas forjadas en el duro y frío mármol?
- Arnulfo Aras O.
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- - Actualizado: 26/7/2022 - 12:00 am
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Me gusta contemplar el rostro marmolino de las estatuas de los grandes líderes romanos, porque sin duda fue esculpida para siempre en mármol esa esencia imperturbable de grandeza ante las adversidades de la vida. Nos muestran cómo un Julio César se mantuvo tan sereno en ese entonces como su propia estatua lo refleja hoy; ejemplo de serenidad esculpido en una roca.
Ante conspiraciones y conspiradores, enemigos y enemigas, adversarios y adversarias y, sobre todo, ante la enorme hipocresía de aquellos que se aproximaron con la antorcha luminosa de amistades falsas, se despojó a sí mismo de todo sentimiento adverso que pudiera dominarlo, le hizo frente a enormes retos y peligros que asechaban, dejando que fueran esos mismos adversarios y retos los que en realidad venían a contemplarlo a él, así como se admira y se contempla desde el suelo a una estatua alta en pedestal, valerosa y elevada, serena y expresiva, con el rigor de una mirada fija que contempla únicamente aquellos horizontes mucho más lejanos que su propia vida y que no detiene en esa marcha de su anhelo personal ni tan siquiera al verse amenazado por las adversidades y por los enemigos más ardientes; así, como ante estatua calma, serena, rigurosa, con el ceño arqueado sobre la severidad entornada de sus ojos, posiblemente se arrastraron ante él, como serpientes, todos esos enemigos sin escrúpulos y todas esas circunstancias apremiantes de su vida, que parecían venir muy despiadadas a atacar, pero que se detenían rendidos a los bordes de sus pies de mármol frío e inconmovible, para contemplarlo heridos de la admiración, como se contempla a una estatua endurecida y elevada por su propia voluntad y su grandeza.
¿Podemos nosotros, estando en medio de los grandes desafíos de la vida, mantenernos tan serenos como estatuas forjadas en el duro y frío mármol? ¿Será que, ante circunstancias seriamente adversas, podemos decidir nosotros mismos cómo reaccionamos, como nos vaciarnos totalmente del temor bestial que alumbra la caverna más profunda de nosotros mismos?; ¿o se habrán apoderado de nosotros de tal forma esas adversidades que inclinamos la cabeza ante su látigo inclemente y su dominio? Firmes, serenos, imperturbables como el mármol de una estatua, aún cuando todo fuera de nosotros se arremolina como un oscuro vórtice que ruge, con la serenidad profunda que sólo desde adentro nos alumbra, dejando que nos puedan contemplar sólo desde lo inferior del suelo esa adversidades, sin arrastrarse nunca hasta la cumbre de nuestra quietud más alta. Esa debería, al fin, ser nuestra reacción ante los desafíos que nos apremian en la vida.
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